/ martes 28 de septiembre de 2021

La vida independiente de México

Los tratados celebrados en la Villa de Córdoba el 24 de septiembre de 1821 entre los señores don Juan O’Donojú, destacado hombre liberal, Capitán General de la Nueva España con privilegios de virrey, llegado apenas el 3 de agosto anterior, junto con don Agustín de Iturbide, Primer Jefe del Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías y anteriormente miembro del Ejército Realista que combatió a los insurgentes.

La tendencia del diálogo era desatar, sin romper, los vínculos que unieron en los dos continentes, al Imperio Español y al ahora Imperio Mexicano. Después de deliberar minuciosamente sobre aquello que más convenía a una y otra nación, con base en los resultados de la larga lucha y en el estado de las cosas, convinieron los Tratados de Córdoba en 17 artículos, conservando cada quien un original.

El 27 de septiembre de 1821 (Iturbide cumplía 38 años ese día), previo acuerdo con don Juan O’Donojú de retirar las tropas realistas, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México con el Ejército Trigarante. Al día siguiente, viernes 28, fue firmada el acta correspondiente, con varias firmas al calce, con la que formalmente se consumaba la independencia del país y concluían 300 años de coloniaje.

Siguiendo el Plan de Iguala, los mexicanos establecieron una Junta Provisional de Gobierno, mientras se definía cómo y cuál sería la forma de la administración pública que habría de asumir la nueva nación. Iturbide vio halagado su orgullo y cambió sus proyectos iniciales por ambiciones personales, emprendiendo lo que habría de ser el cúmulo de levantamientos, revueltas, cuartelazos y pronunciamientos que se darían a lo largo del siglo XIX, hasta el ascenso al poder del General Porfirio Díaz.

Durante los sesenta años intermedios del siglo, son bien conocidas las luchas que sostuvieron los grupos conservadores y liberales, centralistas y federalistas, con visiones opuestas de nación y con intereses políticos, sociales y culturales muy definidos. Incluso ambos grupos tenían sus héroes y sus villanos a los que les rendían pleitesía y también interpretaban de manera distinta la gesta de la independencia. Los liberales homenajeaban a Hidalgo quien con el grito de Dolores inició la guerra de independencia y lo consideraban el Padre de la Patria. Los conservadores, en cambio, festejaban a Iturbide como el consumador de la independencia y creador de la bandera tricolor.

José María Luis Mora expuso el modelo liberal en su «Programa de los principios políticos que en México ha profesado el partido del progreso…» en 1833, resumiendo las ideas esenciales en ocho puntos, entre los que destacamos:

1º. Libertad absoluta de opiniones, supresión de las leyes represivas de la prensa; 2º. Abolición de los privilegios del clero y de la milicia; 6º. Mejora del estado moral de las clases populares, por la destrucción del monopolio del clero en la educación pública…; 7º. Abolición de la pena capital para todos los delitos políticos…

Con Santa Anna y su fuerza en la política nacional, el partido conservador enuncia sus propósitos. Una carta de Lucas Alamán, del 23 de marzo de 1853, los resume desde los orígenes de la nación. Monarquía, propiedad privada, el Clero, que buscan el bien de la patria.

gnietoa@hotmail.com

Los tratados celebrados en la Villa de Córdoba el 24 de septiembre de 1821 entre los señores don Juan O’Donojú, destacado hombre liberal, Capitán General de la Nueva España con privilegios de virrey, llegado apenas el 3 de agosto anterior, junto con don Agustín de Iturbide, Primer Jefe del Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías y anteriormente miembro del Ejército Realista que combatió a los insurgentes.

La tendencia del diálogo era desatar, sin romper, los vínculos que unieron en los dos continentes, al Imperio Español y al ahora Imperio Mexicano. Después de deliberar minuciosamente sobre aquello que más convenía a una y otra nación, con base en los resultados de la larga lucha y en el estado de las cosas, convinieron los Tratados de Córdoba en 17 artículos, conservando cada quien un original.

El 27 de septiembre de 1821 (Iturbide cumplía 38 años ese día), previo acuerdo con don Juan O’Donojú de retirar las tropas realistas, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México con el Ejército Trigarante. Al día siguiente, viernes 28, fue firmada el acta correspondiente, con varias firmas al calce, con la que formalmente se consumaba la independencia del país y concluían 300 años de coloniaje.

Siguiendo el Plan de Iguala, los mexicanos establecieron una Junta Provisional de Gobierno, mientras se definía cómo y cuál sería la forma de la administración pública que habría de asumir la nueva nación. Iturbide vio halagado su orgullo y cambió sus proyectos iniciales por ambiciones personales, emprendiendo lo que habría de ser el cúmulo de levantamientos, revueltas, cuartelazos y pronunciamientos que se darían a lo largo del siglo XIX, hasta el ascenso al poder del General Porfirio Díaz.

Durante los sesenta años intermedios del siglo, son bien conocidas las luchas que sostuvieron los grupos conservadores y liberales, centralistas y federalistas, con visiones opuestas de nación y con intereses políticos, sociales y culturales muy definidos. Incluso ambos grupos tenían sus héroes y sus villanos a los que les rendían pleitesía y también interpretaban de manera distinta la gesta de la independencia. Los liberales homenajeaban a Hidalgo quien con el grito de Dolores inició la guerra de independencia y lo consideraban el Padre de la Patria. Los conservadores, en cambio, festejaban a Iturbide como el consumador de la independencia y creador de la bandera tricolor.

José María Luis Mora expuso el modelo liberal en su «Programa de los principios políticos que en México ha profesado el partido del progreso…» en 1833, resumiendo las ideas esenciales en ocho puntos, entre los que destacamos:

1º. Libertad absoluta de opiniones, supresión de las leyes represivas de la prensa; 2º. Abolición de los privilegios del clero y de la milicia; 6º. Mejora del estado moral de las clases populares, por la destrucción del monopolio del clero en la educación pública…; 7º. Abolición de la pena capital para todos los delitos políticos…

Con Santa Anna y su fuerza en la política nacional, el partido conservador enuncia sus propósitos. Una carta de Lucas Alamán, del 23 de marzo de 1853, los resume desde los orígenes de la nación. Monarquía, propiedad privada, el Clero, que buscan el bien de la patria.

gnietoa@hotmail.com