/ domingo 19 de julio de 2020

Las parábolas de Jesús


En este día, 19 de julio de 2020, celebramos el domingo 16 del tiempo ordinario, ciclo A, en la liturgia de la Iglesia católica.

El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (13, 24-43) el cual presenta tres parábolas de Jesús sobre el Reino de los Cielos. Desde la Iglesia primitiva, se llama parábola una historia contada por Jesús para ilustrar su enseñanza.

Es necesario comprender las parábolas como la escenificación de símbolos, de imágenes tomadas de las realidades terrenas para significar las realidades reveladas por Dios, las cuales exigen una explicación en profundidad. El misterio del Reino y de la persona de Jesús son muy novedosos. Las parábolas dan una primera idea de su identidad y de su doctrina, obligan a reflexionar y necesitan explicación para ser mejor comprendidas.

El amor del Padre testimoniado a los hombres por el envío de su Hijo es la gran revelación aportada por Jesús.

La cizaña y el trigo.

El texto evangélico inicia: “Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña”.

Esta parábola presenta una serie de figuras antitéticas: el propietario del campo y su adversario, el tiempo presente de la siembra y la cosecha futura, el granero del trigo y el fuego que consume la cizaña. El motivo principal está en el diálogo que contrapone la impaciencia de los servidores a la paciente espera del propietario, consciente de que era imposible en aquel momento extirpar la cizaña sin perjudicar la buena siembra. Jesús afrontó la impaciencia mesiánica de muchos con esta parábola que contrapone el tiempo presente al día del juicio. En el presente se entremezclan buenos y malos; el juicio final será la hora de la separación definitiva.

El Reino de Dios crece como semilla que se abre camino a través de la cizaña. El término de ese crecimiento serán la Parusía y el Juicio del Hijo del hombre, simbolizados en la cosecha como imagen tradicional del juicio de Dios. La explicación de Jesús a sus discípulos dice: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles”.

La semilla de mostaza. El relato evangélico prosigue: “Luego les propuso esta otra parábola: El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto.

Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto”. Esta parábola contrapone la pequeñez de la semilla al crecimiento de la planta, de un humilde comienzo hasta la etapa final del desarrollo sorprendente. Así ocurrirá con el Reino de Dios.

A pesar de unos comienzos apenas perceptibles en la actividad de Jesús, se convertirá por la fuerza de su vitalidad interior en una gran realidad difundida por el mundo entero.

La levadura. La narración continúa: “Les dijo también Jesús: El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

La levadura tiene una enorme fuerza de penetración y hay gran desproporción entre el tamaño del fermento y la cantidad de harina que hace fermentar. Existen dos interpretaciones distintas.

Si se contrapone el poco fermento a toda la masa, la parábola expondría la ley fundamental del Reino de Dios manifestada por la parábola anterior, esto es, un comienzo exiguo y un espléndido final. En cambio, si el énfasis recae sobre la naturaleza misma del fermento y sobre su fuerza de penetración, la enseñanza estaría en el poder de transformación del Reino que hace nuevas todas las cosas.


En este día, 19 de julio de 2020, celebramos el domingo 16 del tiempo ordinario, ciclo A, en la liturgia de la Iglesia católica.

El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (13, 24-43) el cual presenta tres parábolas de Jesús sobre el Reino de los Cielos. Desde la Iglesia primitiva, se llama parábola una historia contada por Jesús para ilustrar su enseñanza.

Es necesario comprender las parábolas como la escenificación de símbolos, de imágenes tomadas de las realidades terrenas para significar las realidades reveladas por Dios, las cuales exigen una explicación en profundidad. El misterio del Reino y de la persona de Jesús son muy novedosos. Las parábolas dan una primera idea de su identidad y de su doctrina, obligan a reflexionar y necesitan explicación para ser mejor comprendidas.

El amor del Padre testimoniado a los hombres por el envío de su Hijo es la gran revelación aportada por Jesús.

La cizaña y el trigo.

El texto evangélico inicia: “Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña”.

Esta parábola presenta una serie de figuras antitéticas: el propietario del campo y su adversario, el tiempo presente de la siembra y la cosecha futura, el granero del trigo y el fuego que consume la cizaña. El motivo principal está en el diálogo que contrapone la impaciencia de los servidores a la paciente espera del propietario, consciente de que era imposible en aquel momento extirpar la cizaña sin perjudicar la buena siembra. Jesús afrontó la impaciencia mesiánica de muchos con esta parábola que contrapone el tiempo presente al día del juicio. En el presente se entremezclan buenos y malos; el juicio final será la hora de la separación definitiva.

El Reino de Dios crece como semilla que se abre camino a través de la cizaña. El término de ese crecimiento serán la Parusía y el Juicio del Hijo del hombre, simbolizados en la cosecha como imagen tradicional del juicio de Dios. La explicación de Jesús a sus discípulos dice: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles”.

La semilla de mostaza. El relato evangélico prosigue: “Luego les propuso esta otra parábola: El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto.

Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto”. Esta parábola contrapone la pequeñez de la semilla al crecimiento de la planta, de un humilde comienzo hasta la etapa final del desarrollo sorprendente. Así ocurrirá con el Reino de Dios.

A pesar de unos comienzos apenas perceptibles en la actividad de Jesús, se convertirá por la fuerza de su vitalidad interior en una gran realidad difundida por el mundo entero.

La levadura. La narración continúa: “Les dijo también Jesús: El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

La levadura tiene una enorme fuerza de penetración y hay gran desproporción entre el tamaño del fermento y la cantidad de harina que hace fermentar. Existen dos interpretaciones distintas.

Si se contrapone el poco fermento a toda la masa, la parábola expondría la ley fundamental del Reino de Dios manifestada por la parábola anterior, esto es, un comienzo exiguo y un espléndido final. En cambio, si el énfasis recae sobre la naturaleza misma del fermento y sobre su fuerza de penetración, la enseñanza estaría en el poder de transformación del Reino que hace nuevas todas las cosas.