/ viernes 17 de abril de 2020

Las vidas por completarse

Deplorable y vergonzoso el postulado, mal planteado, que se erige en el supuesto principio de custodiar las vidas por completarse. Lo que encierra el silogismo de que, las vidas que tienen mayor tiempo por consumarse son las que valen la pena, frente a las que ya han vivido más de 60 años.

Esta determinación que ha despertado muchas opiniones, es la usanza ordinaria en los países en los que la crisis del coronavirus jaqueó al gobierno y desmoronó los sistemas de salud (si es que se les puede llamar de este modo), donde los pacientes menores de 60 años tenían mayor posibilidad de entrar en terapia intensiva y de tener ocasión de usar un respirador, frente a los que ya vivieron y, por eso, tienen como destino la muerte inminente.

La actitud que ha de mediar la acción política a este respecto es la responsabilidad, esto es, tomar la situación tal como es: en su reveladora verdad y hacerle frente, ¡esto es la gestión política! Echarles la culpa a todos es muy simple; eso lo hace cualquiera. No estamos en tiempos de buscar culpables ni de cazar detractores. Esta es la oportunidad de hacer frente al desafío agotando todos los medios al alcance.

Una vez reconocida la situación, viene una segunda actitud, la de salvaguardar y custodiar todas las vidas. Las vidas de todos son importantes, no hay ciudadanos de primera frente a ciudadanos de segunda. ¡Todos cuentan igual! La dignidad de la persona no radica en sus accidentes, es las cuestiones secundarias de los años o de las enfermedades que tengan. Todas las vidas están en vías de realización. Todas están por completarse. Todos tenemos sueños y proyectos y a ningún tercero le corresponde decidir por la grandeza de la vida de nadie.

En este sentido, a todos nos corresponde realizar las gestiones pertinentes de inmediato para evitar que se racionen los recursos biomédicos. ¡Todos están en la misma condición de verse beneficiados con ellos!

En realidad, no tendríamos que vernos en el ridículo dilema de decidir quién vive y quién muere. El razonamiento eficiente de los sistemas de salud estriba en buscar entre lo bueno lo mejor y, frente a la gravedad de la enfermedad, diagnosticar, tratar con puntualidad y precisión y evaluar el beneficio clínico del paciente.

No cabe duda que estamos en momentos muy serios, donde el cuidado comienza en el corazón de la familia. Esta es la oportunidad que todos tenemos de proyectar la tierra humana y generosa en la que todas las vidas valen.

Deplorable y vergonzoso el postulado, mal planteado, que se erige en el supuesto principio de custodiar las vidas por completarse. Lo que encierra el silogismo de que, las vidas que tienen mayor tiempo por consumarse son las que valen la pena, frente a las que ya han vivido más de 60 años.

Esta determinación que ha despertado muchas opiniones, es la usanza ordinaria en los países en los que la crisis del coronavirus jaqueó al gobierno y desmoronó los sistemas de salud (si es que se les puede llamar de este modo), donde los pacientes menores de 60 años tenían mayor posibilidad de entrar en terapia intensiva y de tener ocasión de usar un respirador, frente a los que ya vivieron y, por eso, tienen como destino la muerte inminente.

La actitud que ha de mediar la acción política a este respecto es la responsabilidad, esto es, tomar la situación tal como es: en su reveladora verdad y hacerle frente, ¡esto es la gestión política! Echarles la culpa a todos es muy simple; eso lo hace cualquiera. No estamos en tiempos de buscar culpables ni de cazar detractores. Esta es la oportunidad de hacer frente al desafío agotando todos los medios al alcance.

Una vez reconocida la situación, viene una segunda actitud, la de salvaguardar y custodiar todas las vidas. Las vidas de todos son importantes, no hay ciudadanos de primera frente a ciudadanos de segunda. ¡Todos cuentan igual! La dignidad de la persona no radica en sus accidentes, es las cuestiones secundarias de los años o de las enfermedades que tengan. Todas las vidas están en vías de realización. Todas están por completarse. Todos tenemos sueños y proyectos y a ningún tercero le corresponde decidir por la grandeza de la vida de nadie.

En este sentido, a todos nos corresponde realizar las gestiones pertinentes de inmediato para evitar que se racionen los recursos biomédicos. ¡Todos están en la misma condición de verse beneficiados con ellos!

En realidad, no tendríamos que vernos en el ridículo dilema de decidir quién vive y quién muere. El razonamiento eficiente de los sistemas de salud estriba en buscar entre lo bueno lo mejor y, frente a la gravedad de la enfermedad, diagnosticar, tratar con puntualidad y precisión y evaluar el beneficio clínico del paciente.

No cabe duda que estamos en momentos muy serios, donde el cuidado comienza en el corazón de la familia. Esta es la oportunidad que todos tenemos de proyectar la tierra humana y generosa en la que todas las vidas valen.