/ lunes 9 de septiembre de 2019

Limpia y recolección de basura, el peor trabajo de la ciudad

Desde lo local podría garantizarse la limpieza de nuestro entorno, implementándose como norma de conducta ciudadana la responsabilidad de cada habitante que radica en las grandes ciudades, hasta de quienes viven en pequeñas localidades, para hacerse cargo de la recolección y destino final de la basura, que contamina el medio ambiente, atenta contra la salud y destruye los ecosistemas, reduciendo la biodiversidad, forzando a emigrar a las especies y plantas originarias.

La separación de la basura y el reciclaje han reducido el cúmulo de desechos que se genera diariamente. Los expertos, ecologistas y ambientalistas afirman que cada persona produce de uno a dos kilos de desechos diariamente. Según cifras oficiales del INEGI, México tiene 130 millones de habitantes, por consiguiente el número de toneladas de desechos por lo menos suma 130 mil toneladas de basura al día, que a falta de tecnología y de los ya superados y escasos rellenos sanitarios, se concentran en tiraderos de cielo abierto, convirtiendo en focos de infección a gran parte del territorio nacional.

El problema es complejo, porque la autoridad municipal es la encargada de la limpia pública, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de la basura y muy pocos gobiernos municipales cuentan con planes, programas y personal que se ocupen del problema. Basta con revisar los salarios de los trabajadores de dicho sector, sus prestaciones laborales y su régimen de seguridad social, para justificar que todos ellos complementan sus escasos ingresos mediante la “pepena” de la recolección. A lo anterior hay que agregar la existencia de casas y solares en zonas urbanas, donde permanentemente se acumula el material reciclable, con la consiguiente contaminación para los vecinos de la zona.

Y la peor “pepena” es la que se da alrededor de los rellenos sanitarios y los tiraderos a cielo abierto, debido a que esos lugares son ocupados para fincar sus improvisadas viviendas, donde los hijos de pepenadores ahí se desarrollan, desde su nacimiento hasta su muerte. Hay que aclarar que los únicos que cobran en la nómina o lista de raya de los ayuntamientos son los trabajadores de base o por contrato asignados a limpia pública, y que el presupuesto resulta insuficiente en todos los municipios para atender esta tarea, que crece y se complica día con día.

Desde lo local podría garantizarse la limpieza de nuestro entorno, implementándose como norma de conducta ciudadana la responsabilidad de cada habitante que radica en las grandes ciudades, hasta de quienes viven en pequeñas localidades, para hacerse cargo de la recolección y destino final de la basura, que contamina el medio ambiente, atenta contra la salud y destruye los ecosistemas, reduciendo la biodiversidad, forzando a emigrar a las especies y plantas originarias.

La separación de la basura y el reciclaje han reducido el cúmulo de desechos que se genera diariamente. Los expertos, ecologistas y ambientalistas afirman que cada persona produce de uno a dos kilos de desechos diariamente. Según cifras oficiales del INEGI, México tiene 130 millones de habitantes, por consiguiente el número de toneladas de desechos por lo menos suma 130 mil toneladas de basura al día, que a falta de tecnología y de los ya superados y escasos rellenos sanitarios, se concentran en tiraderos de cielo abierto, convirtiendo en focos de infección a gran parte del territorio nacional.

El problema es complejo, porque la autoridad municipal es la encargada de la limpia pública, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de la basura y muy pocos gobiernos municipales cuentan con planes, programas y personal que se ocupen del problema. Basta con revisar los salarios de los trabajadores de dicho sector, sus prestaciones laborales y su régimen de seguridad social, para justificar que todos ellos complementan sus escasos ingresos mediante la “pepena” de la recolección. A lo anterior hay que agregar la existencia de casas y solares en zonas urbanas, donde permanentemente se acumula el material reciclable, con la consiguiente contaminación para los vecinos de la zona.

Y la peor “pepena” es la que se da alrededor de los rellenos sanitarios y los tiraderos a cielo abierto, debido a que esos lugares son ocupados para fincar sus improvisadas viviendas, donde los hijos de pepenadores ahí se desarrollan, desde su nacimiento hasta su muerte. Hay que aclarar que los únicos que cobran en la nómina o lista de raya de los ayuntamientos son los trabajadores de base o por contrato asignados a limpia pública, y que el presupuesto resulta insuficiente en todos los municipios para atender esta tarea, que crece y se complica día con día.