El inicio del período presidencial de quien la ciudadanía votante eligió el pasado 2 de junio ha llegado y con su arribo, se marca un hito en la historia de este país por el sexo de la persona que asume la banda presidencia. La primera mujer que gobernará México inicia su mandato precisamente este 1 de octubre.
Antes de ella, 53 hombres asumieron la presidencia en 62 ocasiones en el convulso período comprendido entre el primer texto constitucional promulgado en 1824 y la Carta Magna que –pese a todos sus remiendos– nos rige desde 1917, contando desde luego las nueve reelecciones de Santa Anna y las otras tantas de Porfirio Díaz. Y a partir de entonces 24 señores han encabezado el Poder Ejecutivo de la patria nuestra.
Claudia Sheinbaum Pardo es una mujer a la que hay que reconocerle su largo andar en la vida pública, habiendo cimentado su participación política en los movimientos sociales –específicamente en la huelga universitaria de los años 80– y que ha construido una carrera política desde la izquierda, combinada con su quehacer como investigadora, siendo incluso la persona con el más alto grado de estudios que ha arribado a la Presidencia de México.
La suya es una carrera que es imposible separar de la de su mentor y jefe político, bajo cuyo cobijo ha transitado por diversos cargos públicos, siendo lo que algunos llaman su “mejor alumna”.
Elegida como sucesora desde el inicio de su mandato al frente del gobierno capitalino en 2018, cocinó durante los cinco años que gobernó la ciudad más grande del mundo una candidatura que requirió hacer frente a las rivalidades políticas de otros personajes dentro de su mismo partido, que también trabajaron por y para la candidatura y para los que se implementó un mecanismo interno que convalidó lo que ya sabíamos: ella siempre fue la candidata elegida para suceder a su maestro.
Con una campaña realizada con todos los recursos del Estado, el triunfo electoral fue consecuencia lógica de ello y los resultados electorales así lo manifiestan: 36 millones de votos obtenidos –seis millones más que los que obtuvo hace seis años su antecesor– la sitúan como la candidata triunfadora más votada en la historia de este país.
La Doctora en Ingeniería por la UNAM enfrenta varios retos fundamentales para el México que empezará a gobernar. El primero y más grave es la inseguridad que se vive en el país y el creciente control que el narcotráfico tiene en cada vez más regiones de nuestra geografía, situación que ni con la militarización de la Guardia Nacional será fácil enfrentar, porque el crecimiento de este fenómeno se encuentra anclado en la corrupción de los mandos policiacos y la impunidad con que operan estos grupos y ante ello, no es una buena medida el maquillaje de cifras que no pueden ocultar la gravedad de la situación que en este renglón prevalece.
El segundo problema sobre el que será indispensable centrar todas las acciones del gobierno federal es en el combate a la pobreza que –pese a todo el dispendio que representan los programas sociales– no ha logrado ni disminuir las brechas de desigualdad que mantienen un grave rezago social, ni mucho menos han significado una mejora en la calidad de vida de las mexicanas y los mexicanos.
Y el último renglón me es fundamental: la atención integral a las mujeres. El sexenio que termina ha sido –por mucho– el peor para nosotras en todos sentidos: la pérdida de políticas públicas que funcionaban y que dejaron de existir en esta administración, la disminución presupuestal para acciones y políticas públicas destinadas a las mujeres, la falta de sensibilidad y el ocultamiento de la grave problemática de vida que enfrentan las mujeres que se ha traducido en más violencia, mayor vulnerabilidad y una cada vez mayor desigualdad hacia las mujeres y niñas en este país.
Sé que en los meses de planeación de gobierno se ha trabajado por hacer un diseño de políticas públicas que priorizan la atención hacia segmentos específicos de la población femenina: mujeres indígenas, mujeres con discapacidad. Pero y ¿qué pasa con las mujeres que no pertenecen a estos grupos y que también requieren atención prioritaria?
Claudia Sheinbaum ha empleado recurrentemente un eslogan que pronunció por primera vez en su discurso del día después de la elección: “llegamos todas”. Es indispensable que deje de ser un lema propagandístico y se convierta en una realidad. Que las acciones y políticas públicas busquen atender a todas las mujeres y a todas las niñas; que se reconozca a la violencia para poder combatirla eficazmente; que haya indicadores reales para dimensionar la magnitud del problema y entonces se actúe con estrategia.
Lamentablemente hay decisiones que no son buena señal, como nombrar a quien fue secretaria general de su partido para dirigir las políticas públicas de las mujeres. El INMUJERES es una instancia que –por ley– requiere para su titularidad de un perfil específico: alguien que sepa del tema, que tenga formación en ello y perspectiva de género. Cambiar el Instituto a Secretaría simplifica el perfil requerido de su titular pero no resuelve el problema de falta de eficacia de las políticas públicas del Gobierno Federal hacia la realidad de vida de las mujeres.
Sí, el reto mayor de la primera Presidenta de México será que su presencia signifique un avance para la realidad de vida de las mujeres de este país. Sin eso, los años de lucha para derrumbar el techo de cristal no habrán valido la pena ni servido de nada.