/ lunes 25 de mayo de 2020

Lo que no se dice en las conferencias de López-Gatell

Tengo ya varios días que permanezco estático sin elaborar artículos informativos. Una de las razones que consideré para ello fue que contribuir con el análisis crítico podría no traer algún beneficio inmediato.

Lo anterior, debido a que las autoridades de salud permanecen sordas ante ello y sólo consideran que los autores que hacen este tipo de comentarios son fifís o conservadores.

Adjetivos que desde este momento, en lo personal, los niego, ya que la función social que se ha realizado a través de mi plataforma electrónica exclusivamente ha tenido el objetivo de hacer más visible el problema, con la finalidad concientizar sobre la urgencia de medidas administrativas sanitarias.

En segundo lugar, estimé también innecesario escribir, pues la información otorgada oficialmente no tenía ninguna utilidad práctica, ante los errores matemáticos de las predicciones.

Ahora bien, reencontrándome con el ejercicio de manifestar mis ideas, surge este nuevo artículo y se limita a la incidencia de la mortandad deducida de las propias cifras dadas por el sector salud federal.

Se puntualiza que al 22 de mayo del año en curso en México había registrados 62 mil 527 casos, de los cuales fallecieron 6 mil 989 personas. Si de estos datos sacamos el valor del uno por ciento del universo, tenemos que éste es de 625.27, mismo que se ocupa como factor dividido entre el número de fallecidos nos da un cociente de 11.17%, es decir, de 100 personas que contraen el virus mueren 11.17, logrando sobrevivir 89.

Aplicada esta misma metodología al día siguiente, el 23 de mayo, el universo era de 65 mil 856 contagiados y el número de muertos se elevó a 7 mil 179, por lo que sacando el valor por unidad nos da el factor de 658.56, que dividido entre el número de defunciones nos arroja el cociente de 10.90, teniendo entonces que de 100 personas que contrajeron el virus, igualmente casi 11 fallecieron, por lo que 89 sobreviven.

Esto es muy delicado, desde cualquier óptica, ya sea familiar, social, laboral o industrial, pues estamos ante una de las tragedias más grandes en nuestro país, en virtud de que se pierde un padre, una madre, un cónyuge, un hijo, incluso un abuelito.

Es por ello que estimo necesario que el Consejo Nacional de Salud tome las medidas necesarias para evitar más perdidas.

Basta de realizar ejercicios comparativos con España, Bélgica, Italia, Estados Unidos, Brasil, entre otros, pues México es un país con sus propias características sociales, urbanas y demográficas; debemos aplicarnos ya.

Lo mismo sucede con la invitación que hizo la Organización Mundial de la Salud para que el vocero de la pandemia de nuestro país forme parte de una comisión de seguimiento en el seno de ese organismo, pues ello surge de las componendas que se realizan a nivel internacional para dar un respaldo político a cada país y en consecuencia su actuación no sea cuestionada, pero ello se desquebraja con los números antes citados, que son oficiales.

¿Cómo puede alguien que en su jurisdicción mantiene una tasa de letalidad de más del 10%, aportar algo importante, cuando otros países están en 6%?

De qué sirve decir que tenemos camas con ventiladores disponibles para atender el virus si, por el contrario, los crematorios no se dan abasto para cumplir con la última decisión de la familia.

Sé que esta enfermedad no es imputable a chairos o fifís, ricos o pobres, conservadores o liberales, o de algún partido político en especial, pero lo que sí sé es que las autoridades de salud deben actuar de forma mucho más efectiva.

Abrigo la esperanza de que esto pase, no tengo idea si será pronto o tardará, pero lo que sí se advierte es que este problema social lo tenemos que afrontar juntos, con responsabilidad y sin ideales partidistas.

Por eso exigimos madurez en las decisiones que se deben tomar, para ser lo que nosotros somos, un pueblo unido y responsable.

Tengo ya varios días que permanezco estático sin elaborar artículos informativos. Una de las razones que consideré para ello fue que contribuir con el análisis crítico podría no traer algún beneficio inmediato.

Lo anterior, debido a que las autoridades de salud permanecen sordas ante ello y sólo consideran que los autores que hacen este tipo de comentarios son fifís o conservadores.

Adjetivos que desde este momento, en lo personal, los niego, ya que la función social que se ha realizado a través de mi plataforma electrónica exclusivamente ha tenido el objetivo de hacer más visible el problema, con la finalidad concientizar sobre la urgencia de medidas administrativas sanitarias.

En segundo lugar, estimé también innecesario escribir, pues la información otorgada oficialmente no tenía ninguna utilidad práctica, ante los errores matemáticos de las predicciones.

Ahora bien, reencontrándome con el ejercicio de manifestar mis ideas, surge este nuevo artículo y se limita a la incidencia de la mortandad deducida de las propias cifras dadas por el sector salud federal.

Se puntualiza que al 22 de mayo del año en curso en México había registrados 62 mil 527 casos, de los cuales fallecieron 6 mil 989 personas. Si de estos datos sacamos el valor del uno por ciento del universo, tenemos que éste es de 625.27, mismo que se ocupa como factor dividido entre el número de fallecidos nos da un cociente de 11.17%, es decir, de 100 personas que contraen el virus mueren 11.17, logrando sobrevivir 89.

Aplicada esta misma metodología al día siguiente, el 23 de mayo, el universo era de 65 mil 856 contagiados y el número de muertos se elevó a 7 mil 179, por lo que sacando el valor por unidad nos da el factor de 658.56, que dividido entre el número de defunciones nos arroja el cociente de 10.90, teniendo entonces que de 100 personas que contrajeron el virus, igualmente casi 11 fallecieron, por lo que 89 sobreviven.

Esto es muy delicado, desde cualquier óptica, ya sea familiar, social, laboral o industrial, pues estamos ante una de las tragedias más grandes en nuestro país, en virtud de que se pierde un padre, una madre, un cónyuge, un hijo, incluso un abuelito.

Es por ello que estimo necesario que el Consejo Nacional de Salud tome las medidas necesarias para evitar más perdidas.

Basta de realizar ejercicios comparativos con España, Bélgica, Italia, Estados Unidos, Brasil, entre otros, pues México es un país con sus propias características sociales, urbanas y demográficas; debemos aplicarnos ya.

Lo mismo sucede con la invitación que hizo la Organización Mundial de la Salud para que el vocero de la pandemia de nuestro país forme parte de una comisión de seguimiento en el seno de ese organismo, pues ello surge de las componendas que se realizan a nivel internacional para dar un respaldo político a cada país y en consecuencia su actuación no sea cuestionada, pero ello se desquebraja con los números antes citados, que son oficiales.

¿Cómo puede alguien que en su jurisdicción mantiene una tasa de letalidad de más del 10%, aportar algo importante, cuando otros países están en 6%?

De qué sirve decir que tenemos camas con ventiladores disponibles para atender el virus si, por el contrario, los crematorios no se dan abasto para cumplir con la última decisión de la familia.

Sé que esta enfermedad no es imputable a chairos o fifís, ricos o pobres, conservadores o liberales, o de algún partido político en especial, pero lo que sí sé es que las autoridades de salud deben actuar de forma mucho más efectiva.

Abrigo la esperanza de que esto pase, no tengo idea si será pronto o tardará, pero lo que sí se advierte es que este problema social lo tenemos que afrontar juntos, con responsabilidad y sin ideales partidistas.

Por eso exigimos madurez en las decisiones que se deben tomar, para ser lo que nosotros somos, un pueblo unido y responsable.