/ lunes 27 de agosto de 2018

Los Berros, romancero que se fue

Los Berros, añejo parque xalapeño, representación objetiva de esta Ciudad de las Flores; un icono de la ciudad. En tiempos de la Colonia había en el sur de la pequeño xalapeña una extensa área de tupido verdor, en ella se encontraban manantiales poblados por plantas herbáceas perennes pertenecientes a la familia crucífera, de tallos rastreros y flotantes conocida como “berros”, su nombre en botánica es nasturtium officinalis, apreciada por su rico sabor y poderes medicinales para enfermedades respiratorias.

Los Berros ha sido sitio de recreo familiar y en algún tiempo, lugar de carreras de caballos, eventos sociales y militares. Ahí se recibió a Maximiliano de Habsburgo a su paso por Xalapa, procedente de Huatusco, en mayo de 1865.

Durante el gobierno de don Juan de la Luz Enríquez (1884-1892) se regularizó el terreno y a principios del siglo veinte, se dotó de juegos infantiles. Actualmente alberga estatuas de poetas veracruzanos, Salvador Díaz Mirón, Rafael Delgado, Josefa Murillo y María Enriqueta y lleva el nombre del prócer Miguel Hidalgo y Costilla, su efigie adorna la entrada principal en el norte del parque, pero para los xalapeños es su amado, Los Berros.

Entre sus veredas bordeadas de centenarios árboles, en las bancas alrededor del quiosco se siente el espíritu de cientos de seres humanos que han paseado por sus baldosas a través de muchos años. Cuántos romances nacieron bajo el follaje, muchos efímeros y otros perdurables, y aquellos jovenzuelos de noviazgos furtivos, hoy son abuelos y hasta bisabuelos. Allá por 1956, por las tardes las parejas de novios preparatorianos paseaban tomados de la mano, retozando su amor con la tranquilidad imperante en la ciudad, delineada por la honestidad y bonhomía de sus habitantes.

En las tibias tardes de verano y otoño, y gélidas de invierno, los enamorados contaban las manchas de la luna cuyos tenues rayos se abrían paso entre las densas nubes, mientras los envolvía el aroma de miríadas de flores que tapizaban los prados hoy tan añorados. Los Berros, paseo con historia y tradición, remanso de recuerdos de una época distinta a la que hoy vivimos.

Este parque es icono de una estirpe, la xalapeña de abolengo, integrada por quienes nacimos aquí y nuestra infancia y juventud transcurrió es sitios inolvidables, muchos de ellos convertidos en símbolos de aquella bella ciudad. Los grandes tríos; Los Panchos, Los Tres Diamantes, Los tres Ases y Los Tres Caballeros inspiraban a los jóvenes a “desentonar” sus canciones bajo de la ventana de la doncella preferida, acompañados por un improvisado trío de cuates, todos dispuestos a correr cuando el padre de la damisela gritaba estentóreamente: “Lárguense con su escándalo a otro lado”. Cuán emocionante resultaban aquellos “gallos” con epílogo de corretiza, hoy son recuerdos que nos hacen sonreír y añorar nuestra remota juventud. Los domingos era un placer pasear por las veredas de Los Berros, en los meses del verano xalapeño, disfrutando del húmedo silencio sólo rasgado por el suave canto de los grillos o el ensordecedor coro de cigarras anunciando la inminencia de un romance.

Los Berros, romancero histórico, lleno de recuerdos imborrables para los seres humanos que disfrutamos del aquel Xalapa, que no volverá.


hsilva_mendoza@hotmail.com


Los Berros, añejo parque xalapeño, representación objetiva de esta Ciudad de las Flores; un icono de la ciudad. En tiempos de la Colonia había en el sur de la pequeño xalapeña una extensa área de tupido verdor, en ella se encontraban manantiales poblados por plantas herbáceas perennes pertenecientes a la familia crucífera, de tallos rastreros y flotantes conocida como “berros”, su nombre en botánica es nasturtium officinalis, apreciada por su rico sabor y poderes medicinales para enfermedades respiratorias.

Los Berros ha sido sitio de recreo familiar y en algún tiempo, lugar de carreras de caballos, eventos sociales y militares. Ahí se recibió a Maximiliano de Habsburgo a su paso por Xalapa, procedente de Huatusco, en mayo de 1865.

Durante el gobierno de don Juan de la Luz Enríquez (1884-1892) se regularizó el terreno y a principios del siglo veinte, se dotó de juegos infantiles. Actualmente alberga estatuas de poetas veracruzanos, Salvador Díaz Mirón, Rafael Delgado, Josefa Murillo y María Enriqueta y lleva el nombre del prócer Miguel Hidalgo y Costilla, su efigie adorna la entrada principal en el norte del parque, pero para los xalapeños es su amado, Los Berros.

Entre sus veredas bordeadas de centenarios árboles, en las bancas alrededor del quiosco se siente el espíritu de cientos de seres humanos que han paseado por sus baldosas a través de muchos años. Cuántos romances nacieron bajo el follaje, muchos efímeros y otros perdurables, y aquellos jovenzuelos de noviazgos furtivos, hoy son abuelos y hasta bisabuelos. Allá por 1956, por las tardes las parejas de novios preparatorianos paseaban tomados de la mano, retozando su amor con la tranquilidad imperante en la ciudad, delineada por la honestidad y bonhomía de sus habitantes.

En las tibias tardes de verano y otoño, y gélidas de invierno, los enamorados contaban las manchas de la luna cuyos tenues rayos se abrían paso entre las densas nubes, mientras los envolvía el aroma de miríadas de flores que tapizaban los prados hoy tan añorados. Los Berros, paseo con historia y tradición, remanso de recuerdos de una época distinta a la que hoy vivimos.

Este parque es icono de una estirpe, la xalapeña de abolengo, integrada por quienes nacimos aquí y nuestra infancia y juventud transcurrió es sitios inolvidables, muchos de ellos convertidos en símbolos de aquella bella ciudad. Los grandes tríos; Los Panchos, Los Tres Diamantes, Los tres Ases y Los Tres Caballeros inspiraban a los jóvenes a “desentonar” sus canciones bajo de la ventana de la doncella preferida, acompañados por un improvisado trío de cuates, todos dispuestos a correr cuando el padre de la damisela gritaba estentóreamente: “Lárguense con su escándalo a otro lado”. Cuán emocionante resultaban aquellos “gallos” con epílogo de corretiza, hoy son recuerdos que nos hacen sonreír y añorar nuestra remota juventud. Los domingos era un placer pasear por las veredas de Los Berros, en los meses del verano xalapeño, disfrutando del húmedo silencio sólo rasgado por el suave canto de los grillos o el ensordecedor coro de cigarras anunciando la inminencia de un romance.

Los Berros, romancero histórico, lleno de recuerdos imborrables para los seres humanos que disfrutamos del aquel Xalapa, que no volverá.


hsilva_mendoza@hotmail.com