/ martes 31 de marzo de 2020

Los costos para quienes ejercen el presidencialismo a la mexicana

México ha tenido en la última media centuria las más variadas formas de gobernar, que van desde el autoritarismo sostenido por un partido oficial que se apropió de las banderas enarboladas en la revolución maderista, incluidos los ideales de libertad y justicia social para los campesinos, los obreros y las clases medias, hasta el férreo mandato de los últimos expresidentes del tricolor, ensoberbecidos por la complicidad del sistema, corrompidos por la apropiación impune de la riqueza propiedad de la Nación.

La transición democrática que se inició con el siglo correspondió al expresidente Vicente Fox, formado en la iniciativa privada y comprometido con los intereses económicos de los empresarios considerados “dueños de México”, quienes lo presionaron para que en su efímera gestión no produjera ningún cambio sustancial que afectara sus intereses económicos.

De la administración de Fox a la de Felipe Calderón tampoco se pudo observar algún cambio democrático y mucho menos de reivindicación social en favor de los marginados. La mancha de sangre que ensombreció a los calderonistas ocurrió con su declaración de “guerra contra las drogas”, por la que se le acusa de haber propiciado la muerte violenta de más de 100 mil ciudadanos.

El último intento del viejo sistema para recuperar el poder presidencial con la candidatura de la pareja ideal, que bajo contrato suscribieron Enrique Peña Nieto y “la Gaviota”, resultó más de lo mismo y fue sostenida por más de la mitad de gobernadores amigos y correligionarios del PRI, que saquearon al país, quebraron las finanzas públicas y aumentaron escandalosamente las condiciones de pobreza, marginación, criminalidad e impunidad.

Por eso a muchos vividores del viejo sistema disgusta el trabajo que realiza el presidente Andrés Manuel López Obrador, para cumplirle al “pueblo bueno” lo que otros prometieron y jamás les dieron. Ahora hasta por el saludo del Presidente a la madre de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, narcotraficante mexicano preso en los Estados Unidos, se duelen ante la respuesta de Andrés Manuel, lacónica y contundente.

Y fue claro AMLO a los cuestionamientos de la prensa y de sus detractores, al decirles que “si todos los días tengo que saludar a delincuentes de cuello blanco, por qué voy a negarle el saludo a doña Consuelo Loera, pues merece todo respeto. La ayudaré para que le permita Estados Unidos visitar a su hijo en prisión”.

México ha tenido en la última media centuria las más variadas formas de gobernar, que van desde el autoritarismo sostenido por un partido oficial que se apropió de las banderas enarboladas en la revolución maderista, incluidos los ideales de libertad y justicia social para los campesinos, los obreros y las clases medias, hasta el férreo mandato de los últimos expresidentes del tricolor, ensoberbecidos por la complicidad del sistema, corrompidos por la apropiación impune de la riqueza propiedad de la Nación.

La transición democrática que se inició con el siglo correspondió al expresidente Vicente Fox, formado en la iniciativa privada y comprometido con los intereses económicos de los empresarios considerados “dueños de México”, quienes lo presionaron para que en su efímera gestión no produjera ningún cambio sustancial que afectara sus intereses económicos.

De la administración de Fox a la de Felipe Calderón tampoco se pudo observar algún cambio democrático y mucho menos de reivindicación social en favor de los marginados. La mancha de sangre que ensombreció a los calderonistas ocurrió con su declaración de “guerra contra las drogas”, por la que se le acusa de haber propiciado la muerte violenta de más de 100 mil ciudadanos.

El último intento del viejo sistema para recuperar el poder presidencial con la candidatura de la pareja ideal, que bajo contrato suscribieron Enrique Peña Nieto y “la Gaviota”, resultó más de lo mismo y fue sostenida por más de la mitad de gobernadores amigos y correligionarios del PRI, que saquearon al país, quebraron las finanzas públicas y aumentaron escandalosamente las condiciones de pobreza, marginación, criminalidad e impunidad.

Por eso a muchos vividores del viejo sistema disgusta el trabajo que realiza el presidente Andrés Manuel López Obrador, para cumplirle al “pueblo bueno” lo que otros prometieron y jamás les dieron. Ahora hasta por el saludo del Presidente a la madre de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, narcotraficante mexicano preso en los Estados Unidos, se duelen ante la respuesta de Andrés Manuel, lacónica y contundente.

Y fue claro AMLO a los cuestionamientos de la prensa y de sus detractores, al decirles que “si todos los días tengo que saludar a delincuentes de cuello blanco, por qué voy a negarle el saludo a doña Consuelo Loera, pues merece todo respeto. La ayudaré para que le permita Estados Unidos visitar a su hijo en prisión”.