/ viernes 23 de octubre de 2020

Los fideicomisos

Después de un intenso y extenso debate sobre la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de eliminar 109 fideicomisos, el Senado aprobó, con 61 votos a favor y 51 en contra, la desaparición de estos fondos. Esto se dio, desgraciadamente, antes del informe de la señora María Elena Álvarez-Buylla, directora general de Conacyt.

Álvarez-Buylla mostró, con datos duros, el despilfarro y la corrupción reinante en los 109 fideicomisos. Señaló que entre 2013 y 2018 (en el sexenio anterior) los fideicomisos del Conacyt y el Programa de Estímulos a la Innovación (PEI) se usaron para transferir a empresas nacionales y extranjeras 41 mil millones de pesos, entre ellas Whirpool, Volkswagen, Mabe y Honeywell, entre otras. ¿Qué proyectos, qué resultados?

Es cierto que tales fideicomisos apoyaban proyectos de investigación en diferentes áreas de la ciencia y que indiscutiblemente deben continuar, algunas veces asignados por amiguismo o recomendaciones “superiores”, engrosando un ejército de “aviadores” que no se resignan a vivir fuera del presupuesto. La directora del Conacyt informó del saqueo y despilfarro en la organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Veracruz. “867 millones de pesos que corresponden al 40% del monto total del fideicomiso destinado a la construcción de obras. Tal fideicomiso, creado en 2009 (último año de Fidel Herrera) tuvo un manejo opaco, oscuro, que terminó en un maratón de saqueo, mala administración y fracaso deportivo.

En más de lo mismo, el titular de la SEV, Zenyazen Escobar, denunció que en la nómina de dicha institución se detectaron 500 “aviadores”, algunos con sueldos mayores que el gobernador.

El presidente López Obrador aclaró que esta determinación, de cortar de tajo tal nido de simulación y corrupción, de ninguna manera se verían afectados los verdaderos deportistas, artistas, escritores e investigadores. Denunció también el manejo opaco del presupuesto de 68 mil millones de pesos que se perdían –en gran parte– en el laberinto burocrático.

Indudablemente la política del compañero Presidente, de luchar y acabar con la corrupción, es sincera y debe ser apoyada. No es tarea fácil, así debe entenderse. Desgraciadamente el Presidente cree que con solo la denuncia, el señalamiento y evidenciar el mecanismo puntilloso de las corruptelas, basta.

El castigo a los culpables del robo ya no me corresponde –diría el Presidente, eso es tarea de otra ventanilla, del Poder Judicial, a la que respetamos su autonomía. “¿Y yo por qué?”, diría Fox. Lo más importante de todo (sic) es no repetir. ¿Cómo entender entonces cuando promete justicia, “cero impunidad”? Eso va a contracorriente de lo que la mayoría de la población pide: justicia y recuperar lo robado.

Después de un intenso y extenso debate sobre la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de eliminar 109 fideicomisos, el Senado aprobó, con 61 votos a favor y 51 en contra, la desaparición de estos fondos. Esto se dio, desgraciadamente, antes del informe de la señora María Elena Álvarez-Buylla, directora general de Conacyt.

Álvarez-Buylla mostró, con datos duros, el despilfarro y la corrupción reinante en los 109 fideicomisos. Señaló que entre 2013 y 2018 (en el sexenio anterior) los fideicomisos del Conacyt y el Programa de Estímulos a la Innovación (PEI) se usaron para transferir a empresas nacionales y extranjeras 41 mil millones de pesos, entre ellas Whirpool, Volkswagen, Mabe y Honeywell, entre otras. ¿Qué proyectos, qué resultados?

Es cierto que tales fideicomisos apoyaban proyectos de investigación en diferentes áreas de la ciencia y que indiscutiblemente deben continuar, algunas veces asignados por amiguismo o recomendaciones “superiores”, engrosando un ejército de “aviadores” que no se resignan a vivir fuera del presupuesto. La directora del Conacyt informó del saqueo y despilfarro en la organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Veracruz. “867 millones de pesos que corresponden al 40% del monto total del fideicomiso destinado a la construcción de obras. Tal fideicomiso, creado en 2009 (último año de Fidel Herrera) tuvo un manejo opaco, oscuro, que terminó en un maratón de saqueo, mala administración y fracaso deportivo.

En más de lo mismo, el titular de la SEV, Zenyazen Escobar, denunció que en la nómina de dicha institución se detectaron 500 “aviadores”, algunos con sueldos mayores que el gobernador.

El presidente López Obrador aclaró que esta determinación, de cortar de tajo tal nido de simulación y corrupción, de ninguna manera se verían afectados los verdaderos deportistas, artistas, escritores e investigadores. Denunció también el manejo opaco del presupuesto de 68 mil millones de pesos que se perdían –en gran parte– en el laberinto burocrático.

Indudablemente la política del compañero Presidente, de luchar y acabar con la corrupción, es sincera y debe ser apoyada. No es tarea fácil, así debe entenderse. Desgraciadamente el Presidente cree que con solo la denuncia, el señalamiento y evidenciar el mecanismo puntilloso de las corruptelas, basta.

El castigo a los culpables del robo ya no me corresponde –diría el Presidente, eso es tarea de otra ventanilla, del Poder Judicial, a la que respetamos su autonomía. “¿Y yo por qué?”, diría Fox. Lo más importante de todo (sic) es no repetir. ¿Cómo entender entonces cuando promete justicia, “cero impunidad”? Eso va a contracorriente de lo que la mayoría de la población pide: justicia y recuperar lo robado.