/ viernes 5 de octubre de 2018

Los jóvenes, la fe y el discernimiento

Se ha iniciado el Sínodo de los obispos que pretende mirar con especial atención la realidad de los jóvenes. Se reconoce que ellos constituyen un sector muy importante para la vida social, pues con sus carismas y talentos enriquecen la vida y animan con nuevas formas de expresión del bien.

Las convulsiones de la época actual están directamente enfocadas a las necesidades más profundas de los jóvenes; la posmodernidad ha sabido expresar los sentimientos más hondos que emergen en los jóvenes, y ha llegado hasta las necesidades más insospechadas de este sector, los cuales quedan totalmente a la deriva, cayendo como presas inocentes y desprovistas frente a toda esta emergencia.

Ante ello, la Iglesia se manifiesta enérgica, y hace un llamado a los jóvenes para “salir”, para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras realizaciones. Nunca más jóvenes sin ruta ni esperanza. El Papa Francisco hace un llamado a los jóvenes para que cobijen la decisión de emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Esta metáfora del viaje se hace con la gran esperanza con la que la Iglesia de nuestros tiempos voltea a los jóvenes y les denuncia para que hagan sentir su grito y lo dejen resonar en las comunidades, y desde ahí, que se haga llegar hasta alcanzar a los pastores influyendo en su práctica pastoral. Siendo esto último muy provocador.

La primera invitación que se hace es a escuchar la realidad, ésta es la actitud más empática, pues en ella prestamos los sentidos a la situación, nos dejamos afectar por ella y la experimentamos en carne propia, dejando que impacte directamente nuestros afectos y nos descubra. De la calidad de nuestra escucha, depende lo que nos decidamos hacer respecto de esta situación que nos urge.

Con los datos propios de este acercamiento, primero a la realidad, es posible un segundo momento, establecer un discernimiento a la luz de la fe para tomar decisiones de vida, las cuales insertan al joven en un camino de logros y felicidad, siempre que están ordenados al bien profundo de la persona y de los demás. A un bien que se difunda.

Evidentemente con esto, la última actitud es la del compromiso responsable, que impacte la vida de los jóvenes para bien de todos.

Incluso, aunque no fuera dentro de la institucionalidad de la Iglesia, a todos queda claro que en los jóvenes late la esperanza de un futuro lleno de vida y entusiasmo.


Se ha iniciado el Sínodo de los obispos que pretende mirar con especial atención la realidad de los jóvenes. Se reconoce que ellos constituyen un sector muy importante para la vida social, pues con sus carismas y talentos enriquecen la vida y animan con nuevas formas de expresión del bien.

Las convulsiones de la época actual están directamente enfocadas a las necesidades más profundas de los jóvenes; la posmodernidad ha sabido expresar los sentimientos más hondos que emergen en los jóvenes, y ha llegado hasta las necesidades más insospechadas de este sector, los cuales quedan totalmente a la deriva, cayendo como presas inocentes y desprovistas frente a toda esta emergencia.

Ante ello, la Iglesia se manifiesta enérgica, y hace un llamado a los jóvenes para “salir”, para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras realizaciones. Nunca más jóvenes sin ruta ni esperanza. El Papa Francisco hace un llamado a los jóvenes para que cobijen la decisión de emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Esta metáfora del viaje se hace con la gran esperanza con la que la Iglesia de nuestros tiempos voltea a los jóvenes y les denuncia para que hagan sentir su grito y lo dejen resonar en las comunidades, y desde ahí, que se haga llegar hasta alcanzar a los pastores influyendo en su práctica pastoral. Siendo esto último muy provocador.

La primera invitación que se hace es a escuchar la realidad, ésta es la actitud más empática, pues en ella prestamos los sentidos a la situación, nos dejamos afectar por ella y la experimentamos en carne propia, dejando que impacte directamente nuestros afectos y nos descubra. De la calidad de nuestra escucha, depende lo que nos decidamos hacer respecto de esta situación que nos urge.

Con los datos propios de este acercamiento, primero a la realidad, es posible un segundo momento, establecer un discernimiento a la luz de la fe para tomar decisiones de vida, las cuales insertan al joven en un camino de logros y felicidad, siempre que están ordenados al bien profundo de la persona y de los demás. A un bien que se difunda.

Evidentemente con esto, la última actitud es la del compromiso responsable, que impacte la vida de los jóvenes para bien de todos.

Incluso, aunque no fuera dentro de la institucionalidad de la Iglesia, a todos queda claro que en los jóvenes late la esperanza de un futuro lleno de vida y entusiasmo.