/ sábado 7 de septiembre de 2019

Los maestros son eso

Los maestros siempre han estado en el ojo del huracán. Se les exige mucho, ¡tanto como a un santo! Todo lo que hagan y dejen de hacer, lo que digan y lo que callen, en fin, todo lo que envuelve la vida de un docente es objeto de crítica, de burla y de sarcasmo.

Así, como con el pasar del tiempo han ido configurándose de una forma distinta muchos saberes y muchos escenarios en la vida de la humanidad, en el caso del maestro no podemos decir que se encuentre al margen del devenir de la historia; los maestros también han sido objeto de este cambio que el mundo ha sugerido. Así pues, basta con saber que el maestro es única y exclusivamente maestro, y sólo lo que entre en este campo, el de su competencia, es lo que se le puede exigir, más allá no. En la frontera de lo otro será importante exigirle al verdadero responsable.

Es competencia del maestro esforzarse por ser una persona auténticamente humana, esto es, por mantenerse en una perfecta salud integral, en armonía y en equilibrio consigo mismo, con un claro y sano concepto de sí. Un maestro al ser una persona que entra en relación con diferentes tipos de personas, es alguien que no se puede conducir por sus prejuicios. No se puede concentrar en mantenerse tan alto que nadie lo alcance y tan enano que todos los pisen y por encima de él transiten. Ser una persona en equilibrio no es ser un tonto, pero tampoco un rígido; es ser un humano frágil, espontáneo, sincero y honesto. ¡Alguien feliz que goce con la vida!

Es competencia del maestro ser un inconforme, un insaciable. Un conformista no debe llamarse maestro. La nota específica del maestro es que tiene hambre y deseo insaciable de saber, de conocer, de comprender. Uno que se conforma con lo que ya sabe, con las tablas que ha adquirido, con las planeaciones que ha elaborado, con lo que es y tiene no es un buen maestro. El maestro se parece al hombre que sabe conjugar entre experiencia y creatividad. No todo es memoria y conceptos, pero tampoco todo se va en improvisación y creatividad. El maestro sabe andar en las fronteras de estas dos realidades.

No es competencia del maestro ser el que todo lo sabe, aspirar a esto acabaría con su noble función en la sociedad. Un maestro tampoco puede aspirar a ser el confesor de los alumnos, ni de sus padres. Tampoco es el psicólogo que a todos escucha y asiste con el consejo propio de la terapia. Un maestro suficiente tiene con ser maestro, eso ya lo hace grande a los ojos del mundo.

Los maestros siempre han estado en el ojo del huracán. Se les exige mucho, ¡tanto como a un santo! Todo lo que hagan y dejen de hacer, lo que digan y lo que callen, en fin, todo lo que envuelve la vida de un docente es objeto de crítica, de burla y de sarcasmo.

Así, como con el pasar del tiempo han ido configurándose de una forma distinta muchos saberes y muchos escenarios en la vida de la humanidad, en el caso del maestro no podemos decir que se encuentre al margen del devenir de la historia; los maestros también han sido objeto de este cambio que el mundo ha sugerido. Así pues, basta con saber que el maestro es única y exclusivamente maestro, y sólo lo que entre en este campo, el de su competencia, es lo que se le puede exigir, más allá no. En la frontera de lo otro será importante exigirle al verdadero responsable.

Es competencia del maestro esforzarse por ser una persona auténticamente humana, esto es, por mantenerse en una perfecta salud integral, en armonía y en equilibrio consigo mismo, con un claro y sano concepto de sí. Un maestro al ser una persona que entra en relación con diferentes tipos de personas, es alguien que no se puede conducir por sus prejuicios. No se puede concentrar en mantenerse tan alto que nadie lo alcance y tan enano que todos los pisen y por encima de él transiten. Ser una persona en equilibrio no es ser un tonto, pero tampoco un rígido; es ser un humano frágil, espontáneo, sincero y honesto. ¡Alguien feliz que goce con la vida!

Es competencia del maestro ser un inconforme, un insaciable. Un conformista no debe llamarse maestro. La nota específica del maestro es que tiene hambre y deseo insaciable de saber, de conocer, de comprender. Uno que se conforma con lo que ya sabe, con las tablas que ha adquirido, con las planeaciones que ha elaborado, con lo que es y tiene no es un buen maestro. El maestro se parece al hombre que sabe conjugar entre experiencia y creatividad. No todo es memoria y conceptos, pero tampoco todo se va en improvisación y creatividad. El maestro sabe andar en las fronteras de estas dos realidades.

No es competencia del maestro ser el que todo lo sabe, aspirar a esto acabaría con su noble función en la sociedad. Un maestro tampoco puede aspirar a ser el confesor de los alumnos, ni de sus padres. Tampoco es el psicólogo que a todos escucha y asiste con el consejo propio de la terapia. Un maestro suficiente tiene con ser maestro, eso ya lo hace grande a los ojos del mundo.