/ miércoles 21 de agosto de 2019

Los muros de Morena


Como lo he comentado en este espacio cada vez que escribo al respecto.

El actual gobierno celebra los triunfos de un equipo de deportistas que se preparó y fue apoyado durante tres años y medio por el gobierno federal anterior y los gobiernos estatales.

El número de medallas ganadas por la delegación mexicana en los Juegos Panamericanos de Lima superó ampliamente a la expectativa de Ana Gabriela Guevara que esperaba 19 medallas de oro, y se trajeron 37 medallas áureas y un tercer lugar en el medallero, con 136 en total.

AMLO prometió un estímulo monetario por cada medalla de oro y una beca por un año a cada integrante de la delegación haya o no conseguido triunfos. El dinero para esos estímulos vendrá de la venta de la casa de Zhenli Ye Gon, subastada en 102 MDP. "Por eso los 544 deportistas van a tener su apoyo especial".

Con todo respeto no hay riesgo alguno en premiar a los triunfadores y hay que hacerlo, pero el chiste es apoyarlos antes de saber que ganarán una medalla.

Éste es un ejemplo nada trivial de política de estado.

Independientemente del gobierno en turno, apoyar a los deportistas nacionales inspira a la juventud, fortalece el orgullo nacional y disemina una cultura de salud y ejercicio entre la población.

Cada gobierno podrá variar la política de apoyo al deporte y las cifras reinvindicarán o no esa modalidad sexenal, pero los componentes de Estado: "Apoyar la formación de talentos desde abajo como una política masiva de salud pública, reclutar y apoyar a los talentos detectados y luego cuidar y acompañar el deporte de alto rendimiento son componentes inevitables en una política pública exitosa".

No, la negra noche del neoliberalismo está bueno para título de novela, pero no para un diagnóstico serio y punto de partida para mejorar el bienestar de los mexicanos.

Bien dijo John F Kennedy: "El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano".

Ojalá que apoyen a los deportistas mexicanos en su camino a los Juegos Olímpicos, a celebrarse en Japón el próximo año y en las demás justas deportivas internacionales, y que no se quede de petate, luego de que regresaron con la mejor participación, desde 1955, al ocupar el tercer lugar en el medallero.

Da gusto ver que el país tiene logros importantes, en cualquier disciplina.

Claramente, a pesar de las instituciones deportivas los escasos recursos y el errático apoyo por parte del Estado mexicano, estas mexicanas y mexicanos son atletas y deportistas de clase mundial.

Que Ana Gabriela Guevara aprenda lo que se logró este año, es el país que recibió y ojalá nos entregue mejores resultados en futuras competencias.

En otro contexto, ni somos ni nacemos iguales.

Es importante tener los mismos derechos ante la ley, pero eso resulta insuficiente cuando las oportunidades son tan dispares y, peor aún, cuando en la sociedad perduran resabios clasistas racistas y xenófobos, prejuicios en que para unos las cosas sean mucho más difíciles que para otros.

Es de elemental justicia buscar que el terreno se empareje para que sean los méritos y las capacidades los que determinan el lugar de cada persona en el ámbito profesional, en vez de la cuna, nacionalidad, género, pertenencia étnica preferencia sexual o color de piel.

Combatir efectivamente cualquier forma de discriminación debería ser factor de unidad nacional, pero su uso demagógico aviva la polarización.

Estudios como el que coordina Patricio Solís en el Colegio de México demuestran correlación, si bien no única y determinante entre el tono de piel y cargos directivos.

Encuestas no dejan lugar a dudas; nuestra sociedad es extremadamente discriminante.

Los promotores de la 4T personalizan el tema y se lanzan contra los privilegiados de nacimiento a quienes identifican con los opositores a su proyecto.

No hace mucho un comunicador oficialista estigmatizó a la comunidad de una universidad privada en un medio público, y antes a los participantes de una marcha opositora, por su clase social, con la intención de descalificar moralmente a disidentes, pues pretenden ligarlos a la defensa de privilegios aberrantes.


Como lo he comentado en este espacio cada vez que escribo al respecto.

El actual gobierno celebra los triunfos de un equipo de deportistas que se preparó y fue apoyado durante tres años y medio por el gobierno federal anterior y los gobiernos estatales.

El número de medallas ganadas por la delegación mexicana en los Juegos Panamericanos de Lima superó ampliamente a la expectativa de Ana Gabriela Guevara que esperaba 19 medallas de oro, y se trajeron 37 medallas áureas y un tercer lugar en el medallero, con 136 en total.

AMLO prometió un estímulo monetario por cada medalla de oro y una beca por un año a cada integrante de la delegación haya o no conseguido triunfos. El dinero para esos estímulos vendrá de la venta de la casa de Zhenli Ye Gon, subastada en 102 MDP. "Por eso los 544 deportistas van a tener su apoyo especial".

Con todo respeto no hay riesgo alguno en premiar a los triunfadores y hay que hacerlo, pero el chiste es apoyarlos antes de saber que ganarán una medalla.

Éste es un ejemplo nada trivial de política de estado.

Independientemente del gobierno en turno, apoyar a los deportistas nacionales inspira a la juventud, fortalece el orgullo nacional y disemina una cultura de salud y ejercicio entre la población.

Cada gobierno podrá variar la política de apoyo al deporte y las cifras reinvindicarán o no esa modalidad sexenal, pero los componentes de Estado: "Apoyar la formación de talentos desde abajo como una política masiva de salud pública, reclutar y apoyar a los talentos detectados y luego cuidar y acompañar el deporte de alto rendimiento son componentes inevitables en una política pública exitosa".

No, la negra noche del neoliberalismo está bueno para título de novela, pero no para un diagnóstico serio y punto de partida para mejorar el bienestar de los mexicanos.

Bien dijo John F Kennedy: "El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano".

Ojalá que apoyen a los deportistas mexicanos en su camino a los Juegos Olímpicos, a celebrarse en Japón el próximo año y en las demás justas deportivas internacionales, y que no se quede de petate, luego de que regresaron con la mejor participación, desde 1955, al ocupar el tercer lugar en el medallero.

Da gusto ver que el país tiene logros importantes, en cualquier disciplina.

Claramente, a pesar de las instituciones deportivas los escasos recursos y el errático apoyo por parte del Estado mexicano, estas mexicanas y mexicanos son atletas y deportistas de clase mundial.

Que Ana Gabriela Guevara aprenda lo que se logró este año, es el país que recibió y ojalá nos entregue mejores resultados en futuras competencias.

En otro contexto, ni somos ni nacemos iguales.

Es importante tener los mismos derechos ante la ley, pero eso resulta insuficiente cuando las oportunidades son tan dispares y, peor aún, cuando en la sociedad perduran resabios clasistas racistas y xenófobos, prejuicios en que para unos las cosas sean mucho más difíciles que para otros.

Es de elemental justicia buscar que el terreno se empareje para que sean los méritos y las capacidades los que determinan el lugar de cada persona en el ámbito profesional, en vez de la cuna, nacionalidad, género, pertenencia étnica preferencia sexual o color de piel.

Combatir efectivamente cualquier forma de discriminación debería ser factor de unidad nacional, pero su uso demagógico aviva la polarización.

Estudios como el que coordina Patricio Solís en el Colegio de México demuestran correlación, si bien no única y determinante entre el tono de piel y cargos directivos.

Encuestas no dejan lugar a dudas; nuestra sociedad es extremadamente discriminante.

Los promotores de la 4T personalizan el tema y se lanzan contra los privilegiados de nacimiento a quienes identifican con los opositores a su proyecto.

No hace mucho un comunicador oficialista estigmatizó a la comunidad de una universidad privada en un medio público, y antes a los participantes de una marcha opositora, por su clase social, con la intención de descalificar moralmente a disidentes, pues pretenden ligarlos a la defensa de privilegios aberrantes.