/ jueves 17 de enero de 2019

Los tiempos políticos de la Cuarta Transformación.

Las expectativas de Morena y de AMLO van orientadas a lo que se conoce como política social y asistencialista, pues lo que se pretende es reivindicar a los sectores sociales marginados por los gobiernos neoliberales, que desde el sexenio presidido por Miguel De La Madrid Hurtado, privilegiaron la macroeconomía, con la apertura a las inversiones extranjeras desarrollistas, cuyos beneficios fueron para unos cuantos amigos de los gobernantes en turno, beneficiados con las prebendas y dádivas multimillonarias.

Nada importó a los políticos el empobrecimiento de los obreros, campesinos y sectores populares, que coincidentemente constituyeron la base social del Partido de Estado, cuyo nacimiento con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue resultado de los acuerdos del expresidente Plutarco Elías Calles, con los jefes regionales de la revolución iniciada por Madero en 1910. Posteriormente se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río, y finalmente cambió de nombre por Partido Revolucionario Institucional (PRI) al final del gobierno del general Manuel Avila Camacho y para la campaña del expresidente Miguel Alemán Valdés.

El clientelismo político a través de las dádivas y programas asistencialistas, lo implantó el PRI, en un ejercicio electorero que le permitió convertirse en una aplanadora para ganar todas las elecciones presidenciales, hasta el año 2000, en que Acción Nacional (PAN), con el candidato Vicente Fox Quesada, logra la transición democrática, sacando al PRI de Los Pinos y de Palacio Nacional, hazaña a la que le dio continuidad en el siguiente periodo de Presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Con las mismas estrategias de acarreo, voto corporativo y dádivas en el proceso electoral de 2012, volvió el PRI a ganar la eleccion presidencial con Enrique Peña Nieto; y lo que parecía una vuelta definitiva del PRI a Los Pinos, poco les duró el gusto ante la aplastante derrota y el triunfo indiscutible del partido Morena, encabezado por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador.

Que nadie se queje del cambio de sistema político que está implantando López Obrador, pues el gran poder que tiene el Ejecutivo, sólo es producto de los más de 30 millones de votantes que así lo decidieron, en medio de la discordia de los poderosos y la inconformidad y desesperación de los 53 millones de mexicanos en extrema pobreza.

Las expectativas de Morena y de AMLO van orientadas a lo que se conoce como política social y asistencialista, pues lo que se pretende es reivindicar a los sectores sociales marginados por los gobiernos neoliberales, que desde el sexenio presidido por Miguel De La Madrid Hurtado, privilegiaron la macroeconomía, con la apertura a las inversiones extranjeras desarrollistas, cuyos beneficios fueron para unos cuantos amigos de los gobernantes en turno, beneficiados con las prebendas y dádivas multimillonarias.

Nada importó a los políticos el empobrecimiento de los obreros, campesinos y sectores populares, que coincidentemente constituyeron la base social del Partido de Estado, cuyo nacimiento con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue resultado de los acuerdos del expresidente Plutarco Elías Calles, con los jefes regionales de la revolución iniciada por Madero en 1910. Posteriormente se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río, y finalmente cambió de nombre por Partido Revolucionario Institucional (PRI) al final del gobierno del general Manuel Avila Camacho y para la campaña del expresidente Miguel Alemán Valdés.

El clientelismo político a través de las dádivas y programas asistencialistas, lo implantó el PRI, en un ejercicio electorero que le permitió convertirse en una aplanadora para ganar todas las elecciones presidenciales, hasta el año 2000, en que Acción Nacional (PAN), con el candidato Vicente Fox Quesada, logra la transición democrática, sacando al PRI de Los Pinos y de Palacio Nacional, hazaña a la que le dio continuidad en el siguiente periodo de Presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Con las mismas estrategias de acarreo, voto corporativo y dádivas en el proceso electoral de 2012, volvió el PRI a ganar la eleccion presidencial con Enrique Peña Nieto; y lo que parecía una vuelta definitiva del PRI a Los Pinos, poco les duró el gusto ante la aplastante derrota y el triunfo indiscutible del partido Morena, encabezado por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador.

Que nadie se queje del cambio de sistema político que está implantando López Obrador, pues el gran poder que tiene el Ejecutivo, sólo es producto de los más de 30 millones de votantes que así lo decidieron, en medio de la discordia de los poderosos y la inconformidad y desesperación de los 53 millones de mexicanos en extrema pobreza.