/ miércoles 1 de agosto de 2018

Malos presagios

El diseño de nuestras instituciones copiado de la Constitución norteamericana está hecho teóricamente para que los poderes Legislativo y Judicial sirvan de contrapeso al Ejecutivo; en la práctica esto no ha funcionado. Vivimos históricamente en un país de poder Ejecutivo fuerte. A lo sumo hemos tenido presidentes de la República honestos, tolerantes políticamente y patriotas como Juárez; honrados y buenos administradores, como Ruiz Cortines; estadistas, como Cárdenas. Pero lo fueron sólo por sus altas virtudes personales. En la otra cara de la moneda histórica hemos tenido a gente funesta, como Santa Anna; dictadores bienintencionados, como Porfirio Díaz; amantes del poder, como Calles; frívolos, como López Portillo y Fox. Ahora AMLO, el futuro presidente de México, con una mayoría prácticamente absoluta en el Congreso de la Unión y legislaturas locales, ¿cuál contrapeso tendrá? El Poder Judicial federal y especialmente la Suprema Corte están bajo intenso fuego político. Por otro lado, a los futuros diputados de Morena se les advirtió que “tendrán prohibido formar grupos o corrientes internas, so pena de una sanción que puede ir de la amonestación hasta la expulsión”; ello según sus estatutos para no vulnerar “la soberanía” del partido (Reforma, 26/8/18). Lo que sencillamente se traduce como que ningún diputado podrá tener una opinión política diferente a la de su coordinador de bancada. Ahora bien, es práctica reiterada que el presidente debe ser apoyado por el partido al que pertenece, entonces por ejemplo, si un diputado criticara una decisión política del futuro presidente, podría ser expulsado del paraíso, perdón de Morena. Exactamente como ocurría en los partidos comunistas de Europa del este y la Unión Soviética; y aquí mismo con el PRI hegemónico. Fuera del partido en el poder no habrá esperanza alguna de vida política. Si a ello agregamos que el 51% tiene una opinión negativa de los legisladores, según el Latinobarómetrol 2017 (Reforma 29/8/18), resulta que la opinión pública mayoritaria está preparada para que los legisladores no se atraviesen en el camino del presidente. Tiene el poder para reformar a su gusto la Constitución y las leyes; claro, lo que no puede es transformar la realidad por decreto. De su carácter como futuro gobernante ya va dando muestras. Y si AMLO en verdad cree, como dijo Solalinde a El País, que somos sus ovejas y él nuestro pastor, todo esto son malos presagios para la República.








El diseño de nuestras instituciones copiado de la Constitución norteamericana está hecho teóricamente para que los poderes Legislativo y Judicial sirvan de contrapeso al Ejecutivo; en la práctica esto no ha funcionado. Vivimos históricamente en un país de poder Ejecutivo fuerte. A lo sumo hemos tenido presidentes de la República honestos, tolerantes políticamente y patriotas como Juárez; honrados y buenos administradores, como Ruiz Cortines; estadistas, como Cárdenas. Pero lo fueron sólo por sus altas virtudes personales. En la otra cara de la moneda histórica hemos tenido a gente funesta, como Santa Anna; dictadores bienintencionados, como Porfirio Díaz; amantes del poder, como Calles; frívolos, como López Portillo y Fox. Ahora AMLO, el futuro presidente de México, con una mayoría prácticamente absoluta en el Congreso de la Unión y legislaturas locales, ¿cuál contrapeso tendrá? El Poder Judicial federal y especialmente la Suprema Corte están bajo intenso fuego político. Por otro lado, a los futuros diputados de Morena se les advirtió que “tendrán prohibido formar grupos o corrientes internas, so pena de una sanción que puede ir de la amonestación hasta la expulsión”; ello según sus estatutos para no vulnerar “la soberanía” del partido (Reforma, 26/8/18). Lo que sencillamente se traduce como que ningún diputado podrá tener una opinión política diferente a la de su coordinador de bancada. Ahora bien, es práctica reiterada que el presidente debe ser apoyado por el partido al que pertenece, entonces por ejemplo, si un diputado criticara una decisión política del futuro presidente, podría ser expulsado del paraíso, perdón de Morena. Exactamente como ocurría en los partidos comunistas de Europa del este y la Unión Soviética; y aquí mismo con el PRI hegemónico. Fuera del partido en el poder no habrá esperanza alguna de vida política. Si a ello agregamos que el 51% tiene una opinión negativa de los legisladores, según el Latinobarómetrol 2017 (Reforma 29/8/18), resulta que la opinión pública mayoritaria está preparada para que los legisladores no se atraviesen en el camino del presidente. Tiene el poder para reformar a su gusto la Constitución y las leyes; claro, lo que no puede es transformar la realidad por decreto. De su carácter como futuro gobernante ya va dando muestras. Y si AMLO en verdad cree, como dijo Solalinde a El País, que somos sus ovejas y él nuestro pastor, todo esto son malos presagios para la República.