/ miércoles 22 de agosto de 2018

Memoria animal

¿Qué tanto son capaces de pensar y sentir los animales no humanos? ¿Qué tan desarrollada es su memoria? En la época de los antiguos griegos y romanos a los esclavos se les veía como cosas. Todavía los españoles en época de la conquista de nuestros pueblos originarios creían que los indios eran incapaces de pensar y sentir, hasta que Bartolomé de las Casas abogó por ellos y los reivindicó como hombres y mujeres pensantes. Bien, ahora quiero compartir algo que vi en un programa de televisión. Se trataba de un gorila al que en cautiverio le habían dedicado mucha ciencia y paciencia. Así pudo aprender mediante símbolos 500 palabras, como el sistema usado en el Metro de la Ciudad de México. El día del experimento filmado lo pusieron frente a un tablero con todos los símbolos. El escogió algunos que indicaban lo que quería hacer. Después salió al patio. Ahí juntó unos leños y algo de paja seca; abrió una pequeña mochila que llevaba, sacó una caja de cerillos y extrajo uno; rasgó la yesca, encendió el cerillo y lo acercó a la paja; al encender ésta ya tenía frente a él una fogata. Luego hizo una pequeña vara con la rama de un árbol y la quebró; volvió a meter la mano a la mochila y sacó un paquete de bombones; tomó uno de ellos, lo colocó en el extremo de la vara ¡y puso el bombón al fuego! Después muy tranquilamente, con cuidado de no quemarse, se comió el bombón y luego otro. Cuando terminó su golosina, apagó el fuego con tierra, guardó los cerillos, cerró su mochila, la tomó con una de sus extremidades superiores y retornó al lugar de donde había salido. Yo casi no podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Pero también emocionado reflexioné sobre muchos de los actos de inteligencia casi humana de Kira, la perrita labrador que me regalaron mis hijos el año pasado con motivo de mi cumpleaños. Empero de sus monerías les platicaré en otra ocasión.

Lo cierto es que con los animales tenemos más semejanzas que diferencias; la principal es el mayor tamaño de nuestro cerebro. Sin embargo, ello no significa que los animales no piensen; aunque quizás, con la capacidad de un niño. ¿De qué tamaño el niño? Eso depende también del animal. Y como en todos, humanos y no humanos, la educación hace la diferencia. Lo que se nos ha enseñado es que los animales se guían sólo por el instinto y los humanos por la razón. Ahora ambos extremos están a discusión. Los viejos paradigmas se están estrellando contra las rocas de los nuevos descubrimientos científicos. ¿O no?


¿Qué tanto son capaces de pensar y sentir los animales no humanos? ¿Qué tan desarrollada es su memoria? En la época de los antiguos griegos y romanos a los esclavos se les veía como cosas. Todavía los españoles en época de la conquista de nuestros pueblos originarios creían que los indios eran incapaces de pensar y sentir, hasta que Bartolomé de las Casas abogó por ellos y los reivindicó como hombres y mujeres pensantes. Bien, ahora quiero compartir algo que vi en un programa de televisión. Se trataba de un gorila al que en cautiverio le habían dedicado mucha ciencia y paciencia. Así pudo aprender mediante símbolos 500 palabras, como el sistema usado en el Metro de la Ciudad de México. El día del experimento filmado lo pusieron frente a un tablero con todos los símbolos. El escogió algunos que indicaban lo que quería hacer. Después salió al patio. Ahí juntó unos leños y algo de paja seca; abrió una pequeña mochila que llevaba, sacó una caja de cerillos y extrajo uno; rasgó la yesca, encendió el cerillo y lo acercó a la paja; al encender ésta ya tenía frente a él una fogata. Luego hizo una pequeña vara con la rama de un árbol y la quebró; volvió a meter la mano a la mochila y sacó un paquete de bombones; tomó uno de ellos, lo colocó en el extremo de la vara ¡y puso el bombón al fuego! Después muy tranquilamente, con cuidado de no quemarse, se comió el bombón y luego otro. Cuando terminó su golosina, apagó el fuego con tierra, guardó los cerillos, cerró su mochila, la tomó con una de sus extremidades superiores y retornó al lugar de donde había salido. Yo casi no podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Pero también emocionado reflexioné sobre muchos de los actos de inteligencia casi humana de Kira, la perrita labrador que me regalaron mis hijos el año pasado con motivo de mi cumpleaños. Empero de sus monerías les platicaré en otra ocasión.

Lo cierto es que con los animales tenemos más semejanzas que diferencias; la principal es el mayor tamaño de nuestro cerebro. Sin embargo, ello no significa que los animales no piensen; aunque quizás, con la capacidad de un niño. ¿De qué tamaño el niño? Eso depende también del animal. Y como en todos, humanos y no humanos, la educación hace la diferencia. Lo que se nos ha enseñado es que los animales se guían sólo por el instinto y los humanos por la razón. Ahora ambos extremos están a discusión. Los viejos paradigmas se están estrellando contra las rocas de los nuevos descubrimientos científicos. ¿O no?