/ martes 21 de enero de 2020

Migrantes reprimidos, sin derechos humanos

La caravana de más de dos mil hondureños, quienes con violencia rompieron el cerco de la Guardia Nacional, que les impedía acceder a territorio mexicano, fue reprimida.

Los integrantes de la caravana fueron devueltos a inmediaciones del río Suchiate, obligándolos a permanecer en Guatemala y sin posibilidad alguna de llegar a su destino, que no es otro que los Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de que todos saben que alcanzar esa meta los puede llevar al encarcelamiento o a la muerte.

Por los reportes oficiales se observa que la mayoría son jóvenes, hombres y mujeres con hijos pequeños, que sin alimentación y cuidados van muriendo en el camino y algunos otros sufren la represión, disfrazada de contención, porque son usados como escudos humanos por sus propios padres. Los migrantes señalan que en sus países de origen, no hay empleos y padecen hambre, insalubridad y segregación.

El tráfico de personas, acompañado de prostitución y explotación, principalmente de mujeres y niños, se ha convertido en una deleznable fuente de ingresos para las bandas del crimen organizado, quienes aprovechan también el trasiego de drogas que provienen de América Central y Sudamérica. Colombia, Bolivia y Perú son los más grandes traficantes de cocaína y según los servicios de inteligencia de Estados Unidos y la DEA, el 84% d la cocaína que entra a ese país, proviene de Centroamérica y México.

¿A qué van los migrantes centroamericanos a Estados Unidos? Casi la totalidad de quienes logran cruzar la frontera norte de México, solo a sufrir la explotación de sus ilegales empleadores, pues las oportunidades de superación y desarrollo personal están reservadas para los norteamericanos, igual que los mejores empleos bien remunerados. La vieja ilusión del llamado “sueño americano” se ha extinguido, por millones de personas que han llegado a establecerse contra viento y marea en los Estados Unidos, desplazando en muchos casos a los nacidos en el país que gobierna Donald Trump.

El dique de contención contra migrantes, forma parte de los arreglos políticos de los gobiernos de Estados Unidos y México bajo la amenaza de no aprobar el T-MEC o de elevar los aranceles para las importaciones mexicanas, y si fuera necesario, hasta ejercer presión a empresas o inversionistas para que abandonen nuestro país. Difícil papel en su regreso a la política de Marcelo Ebrard Casaubon y ni se diga el gran desgaste que ya acompaña a la prestigiada jurisconsulta Olga Sánchez Cordero.


La caravana de más de dos mil hondureños, quienes con violencia rompieron el cerco de la Guardia Nacional, que les impedía acceder a territorio mexicano, fue reprimida.

Los integrantes de la caravana fueron devueltos a inmediaciones del río Suchiate, obligándolos a permanecer en Guatemala y sin posibilidad alguna de llegar a su destino, que no es otro que los Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de que todos saben que alcanzar esa meta los puede llevar al encarcelamiento o a la muerte.

Por los reportes oficiales se observa que la mayoría son jóvenes, hombres y mujeres con hijos pequeños, que sin alimentación y cuidados van muriendo en el camino y algunos otros sufren la represión, disfrazada de contención, porque son usados como escudos humanos por sus propios padres. Los migrantes señalan que en sus países de origen, no hay empleos y padecen hambre, insalubridad y segregación.

El tráfico de personas, acompañado de prostitución y explotación, principalmente de mujeres y niños, se ha convertido en una deleznable fuente de ingresos para las bandas del crimen organizado, quienes aprovechan también el trasiego de drogas que provienen de América Central y Sudamérica. Colombia, Bolivia y Perú son los más grandes traficantes de cocaína y según los servicios de inteligencia de Estados Unidos y la DEA, el 84% d la cocaína que entra a ese país, proviene de Centroamérica y México.

¿A qué van los migrantes centroamericanos a Estados Unidos? Casi la totalidad de quienes logran cruzar la frontera norte de México, solo a sufrir la explotación de sus ilegales empleadores, pues las oportunidades de superación y desarrollo personal están reservadas para los norteamericanos, igual que los mejores empleos bien remunerados. La vieja ilusión del llamado “sueño americano” se ha extinguido, por millones de personas que han llegado a establecerse contra viento y marea en los Estados Unidos, desplazando en muchos casos a los nacidos en el país que gobierna Donald Trump.

El dique de contención contra migrantes, forma parte de los arreglos políticos de los gobiernos de Estados Unidos y México bajo la amenaza de no aprobar el T-MEC o de elevar los aranceles para las importaciones mexicanas, y si fuera necesario, hasta ejercer presión a empresas o inversionistas para que abandonen nuestro país. Difícil papel en su regreso a la política de Marcelo Ebrard Casaubon y ni se diga el gran desgaste que ya acompaña a la prestigiada jurisconsulta Olga Sánchez Cordero.