/ martes 2 de agosto de 2022

Momento de acotar

Estimado lector, déjeme decirle que en los primeros días del próximo presidente de la República creo, habrá procesado los suficientes elementos para entender mejor al país que recibe y poder lanzar un proyecto para reencauzarlo (salvarlo es un mejor término). Y es que los políticos y quienes detentan el poder se hablan entre ellos. Se ponen límites, se mensajean, se arreglan. El ciudadano siempre es el olvidado.

Me gustaría ver, sin embargo, a un próximo Presidente que se dirija a los ciudadanos, en busca de la reconciliación. Esta es la relación que está rota. No son los políticos o los militantes en los polos con los que se tendrá que reconciliar. Es la relación entre autoridad y ciudadanos la que se tiene que rehacer.

Los radicales de ambos polos que se queden donde están, peleando contra sus propios fantasmas.

Esta reconciliación puede tener una vía retórica y otra sustantiva. La primera es discurso; la segunda es una sustancia que debe poder materializarse en resultados. La vía sustantiva pasa por lo que hace viable a cualquier gobierno bajo formas democráticas: recaudación de impuestos o cambio de genuina representación política. Si el próximo gobierno avanza en este tema, tendremos una verdadera transformación. Soy enfático, si los gobiernos quieren recursos de nuestro esfuerzo, tendrán que darnos genuina representación a cambio.

Esto sería un punto de partida genial para quien encabeza el próximo gobierno, porque estaría ofreciendo reconciliación a través del planteamiento de nuestro pacto social. El próximo Presidente recibirá una de las haciendas públicas más pobres de las tengamos memoria. Tendrá cero margen. Circunstancia que lo llevará a convocar un nuevo arreglo. Es previsible que tengamos una reforma fiscal que puede adquirir distintas características. Pero cualquier planteamiento de reforma debe estar supeditado a la formulación de un nuevo pacto: un intercambio loable, un balance entre lo que te doy y lo que me das. En suma, una reforma fiscal debe estar acompañada de nuevas vías para garantizar la representación y una buena gobernanza del gasto público.

Supongo que, si hubiera sido ciudadano en la Roma de Calígula o en la de Nerón, con el paso de los años habría resultado muy difícil de explicar, como lo sigue siendo hoy, dónde termina la capacidad de aguante de los pueblos. Y como en la era romana, hoy el pan y el circo siguen siendo la droga para lo irracional. Me gustaría saber qué es lo que hace que la gente culta, preparada, ilusionada, con fuerza para trabajar y transformar su realidad, y de lo que le rodea, terminen siendo una especie de juguetes rotos en manos de elementos que gobiernan. Elementos que gobiernos mediante los caprichos, las genialidades o simplemente, como están en el poder, hacen que sus barbaridades sean realidades incomprensible, pero seguidas a pie juntillas por unas masas que siempre tenemos miedo de ser lo que somos.

Pero no hay que engañarse, los países no tienen los gobiernos que se merecen, aunque sí tienen los gobiernos que se les parecen. Todavía es peor cuando los países tienen las oposiciones que se merecen.

En la catástrofe, en esta fiesta que estamos viviendo, en esta verbena de la transformación del cambio de la revolución no tan pacífica por la que estamos atravesando, no sólo hay que hacer un ejercicio para entender las sinrazones del poder.

Lo que es necesario hacer es un ejercicio superior para entender la falta de patriotismo, seriedad lealtad de la oposición. Salvo raras y naranjas excepciones, el resto de las fuerzas están en una situación que cada día se vuelve menos defendible.

Cada día que pasa somos más prisioneros de las carpetas de investigación y de las órdenes de arraigo.

En México, la política es destrucción, es eliminación. Tendrá que pasar mucho tiempo para que se llegue a descubrir de verdad qué es lo que esperamos de nuestros líderes.

Un gobernante y un país tienen derecho a aceptar o a negar un acuerdo. Para lo que no se tiene derecho es para negarlo una vez que se haya aceptado. Sobre todo, cuando esa negación tiene implícita una intención de incumplimiento de las cláusulas estipulados y acordadas.

Mientras tanto, las llamas de Roma siguen expandiéndose. Forma parte de los milagros del poder y que el pueblo levante la mano, empezando por Moisés cuando llevó al éxodo al pueblo de Israel, una ocasión en la que no haya cometido el error de aceptar como normal lo que era completamente anormal.

Pero, en medio de todo eso destaca, con una fuerza especial, hacia dónde nos llevarán a partir de aquí.

Y en otro tema dándole seguimiento a la reforma electoral si algún iluso, por decirlo de manera elegante, cree que con los foros de Parlamento Abierto en el Congreso, se le modificará una cama a la iniciativa presidencial en torno a la reforma política-electoral, pues está muy equivocado, ya que el desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo, tanto de los participantes como de los organizadores, no servirá para nada, salvo para avalar el golpe al régimen democrático. La reforma electoral oficialista busca minimizar hasta su mínima expresión a los partidos políticos opositores, al tiempo de cerrarles toda posibilidad de acceder al poder, mediante el acotamiento de sus márgenes de maniobra y representación en el Poder Legislativo.

La oposición se mantiene en lo dicho sobre evitar que la reforma electoral sea aprobada en el Congreso, ya que para que ello ocurra, se requiere la votación de la mayoría calificada en ambas cámaras y estos votos no los tienen Morena y sus aliados.

Veremos de qué cuero salen más correas, pero en estos momentos la reforma electoral oficialista está condenada al fracaso.

La fuerza del Presidente es moral, "así describía y justificaba Hugo Lopez-Gatell las actividades del Ejecutivo federal. A pesar de ello, hay quienes creen en las palabras de los que conforman el actual gobierno como si estuvieran escuchando una homilía.

Estimado lector, déjeme decirle que en los primeros días del próximo presidente de la República creo, habrá procesado los suficientes elementos para entender mejor al país que recibe y poder lanzar un proyecto para reencauzarlo (salvarlo es un mejor término). Y es que los políticos y quienes detentan el poder se hablan entre ellos. Se ponen límites, se mensajean, se arreglan. El ciudadano siempre es el olvidado.

Me gustaría ver, sin embargo, a un próximo Presidente que se dirija a los ciudadanos, en busca de la reconciliación. Esta es la relación que está rota. No son los políticos o los militantes en los polos con los que se tendrá que reconciliar. Es la relación entre autoridad y ciudadanos la que se tiene que rehacer.

Los radicales de ambos polos que se queden donde están, peleando contra sus propios fantasmas.

Esta reconciliación puede tener una vía retórica y otra sustantiva. La primera es discurso; la segunda es una sustancia que debe poder materializarse en resultados. La vía sustantiva pasa por lo que hace viable a cualquier gobierno bajo formas democráticas: recaudación de impuestos o cambio de genuina representación política. Si el próximo gobierno avanza en este tema, tendremos una verdadera transformación. Soy enfático, si los gobiernos quieren recursos de nuestro esfuerzo, tendrán que darnos genuina representación a cambio.

Esto sería un punto de partida genial para quien encabeza el próximo gobierno, porque estaría ofreciendo reconciliación a través del planteamiento de nuestro pacto social. El próximo Presidente recibirá una de las haciendas públicas más pobres de las tengamos memoria. Tendrá cero margen. Circunstancia que lo llevará a convocar un nuevo arreglo. Es previsible que tengamos una reforma fiscal que puede adquirir distintas características. Pero cualquier planteamiento de reforma debe estar supeditado a la formulación de un nuevo pacto: un intercambio loable, un balance entre lo que te doy y lo que me das. En suma, una reforma fiscal debe estar acompañada de nuevas vías para garantizar la representación y una buena gobernanza del gasto público.

Supongo que, si hubiera sido ciudadano en la Roma de Calígula o en la de Nerón, con el paso de los años habría resultado muy difícil de explicar, como lo sigue siendo hoy, dónde termina la capacidad de aguante de los pueblos. Y como en la era romana, hoy el pan y el circo siguen siendo la droga para lo irracional. Me gustaría saber qué es lo que hace que la gente culta, preparada, ilusionada, con fuerza para trabajar y transformar su realidad, y de lo que le rodea, terminen siendo una especie de juguetes rotos en manos de elementos que gobiernan. Elementos que gobiernos mediante los caprichos, las genialidades o simplemente, como están en el poder, hacen que sus barbaridades sean realidades incomprensible, pero seguidas a pie juntillas por unas masas que siempre tenemos miedo de ser lo que somos.

Pero no hay que engañarse, los países no tienen los gobiernos que se merecen, aunque sí tienen los gobiernos que se les parecen. Todavía es peor cuando los países tienen las oposiciones que se merecen.

En la catástrofe, en esta fiesta que estamos viviendo, en esta verbena de la transformación del cambio de la revolución no tan pacífica por la que estamos atravesando, no sólo hay que hacer un ejercicio para entender las sinrazones del poder.

Lo que es necesario hacer es un ejercicio superior para entender la falta de patriotismo, seriedad lealtad de la oposición. Salvo raras y naranjas excepciones, el resto de las fuerzas están en una situación que cada día se vuelve menos defendible.

Cada día que pasa somos más prisioneros de las carpetas de investigación y de las órdenes de arraigo.

En México, la política es destrucción, es eliminación. Tendrá que pasar mucho tiempo para que se llegue a descubrir de verdad qué es lo que esperamos de nuestros líderes.

Un gobernante y un país tienen derecho a aceptar o a negar un acuerdo. Para lo que no se tiene derecho es para negarlo una vez que se haya aceptado. Sobre todo, cuando esa negación tiene implícita una intención de incumplimiento de las cláusulas estipulados y acordadas.

Mientras tanto, las llamas de Roma siguen expandiéndose. Forma parte de los milagros del poder y que el pueblo levante la mano, empezando por Moisés cuando llevó al éxodo al pueblo de Israel, una ocasión en la que no haya cometido el error de aceptar como normal lo que era completamente anormal.

Pero, en medio de todo eso destaca, con una fuerza especial, hacia dónde nos llevarán a partir de aquí.

Y en otro tema dándole seguimiento a la reforma electoral si algún iluso, por decirlo de manera elegante, cree que con los foros de Parlamento Abierto en el Congreso, se le modificará una cama a la iniciativa presidencial en torno a la reforma política-electoral, pues está muy equivocado, ya que el desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo, tanto de los participantes como de los organizadores, no servirá para nada, salvo para avalar el golpe al régimen democrático. La reforma electoral oficialista busca minimizar hasta su mínima expresión a los partidos políticos opositores, al tiempo de cerrarles toda posibilidad de acceder al poder, mediante el acotamiento de sus márgenes de maniobra y representación en el Poder Legislativo.

La oposición se mantiene en lo dicho sobre evitar que la reforma electoral sea aprobada en el Congreso, ya que para que ello ocurra, se requiere la votación de la mayoría calificada en ambas cámaras y estos votos no los tienen Morena y sus aliados.

Veremos de qué cuero salen más correas, pero en estos momentos la reforma electoral oficialista está condenada al fracaso.

La fuerza del Presidente es moral, "así describía y justificaba Hugo Lopez-Gatell las actividades del Ejecutivo federal. A pesar de ello, hay quienes creen en las palabras de los que conforman el actual gobierno como si estuvieran escuchando una homilía.