/ jueves 18 de octubre de 2018

Morena: que decida el pueblo sabio

El presente dura un instante. Es tan breve que es difícil de captar. En cambio, el pasado es un archivo enorme de hechos y memorias. Pero cada decisión que tomamos en ese presente efímero va forjando futuro que es inevitable. No escuchar los tiempos también es una decisión que no detiene el futuro, pero que nos hará más difícil enfrentarlo. Los escándalos no han dejado de sacudir a AMLO. La novatez del gobierno entrante produce escalofríos.

El proyecto político de López Obrador, de llevar al país a la Cuarta Transformación, quedará más en un deseo guajiro que en una consumada realidad, siendo la cohesión al interior de Morena el mayor reto a enfrentar.

Tan sólo en el Poder Legislativo hay evidencia clara de fractura entre los principales liderazgos, que pondrán en riesgo la construcción del andamiaje jurídico.

Desde un inicio, todos tratando de llevar agua a su molino, pero sin una clara intención de salvaguardar los objetivos de su partido, y eso es entendible toda vez que la plataforma ideológica y el adoctrinamiento entre los militantes existe, pero sólo en el papel.

Cada quien entiende el proyecto de Morena como Dios les dio entender, conforme a una visión particular basado en su experiencia y en su militancia en la izquierda mexicana, aunque algunos de ellos son más de derecha que los panistas de cepa.

Los egos, las visiones particulares y grupales se imponen sobre propósito superiores.

Entonces la lucha fratricida se vuelve encarnizada, y eso que apenas empieza a gobernar Morena.

Esa competencia entre morenos no contribuye en nada a la construcción de un ambiente político que incentiva la productividad en el Poder Legislativo.

Ahora resulta que el reto para los legisladores de Morena no es tender puentes de entendimiento con otras bancadas opositoras, sino en el propio seno, al interior de las fracciones de Morena, que tienen entre sus filas a legisladores más belicosos e intrigosos que un patio de vecindad.

Lamentable el papel que hasta ahora ha hecho Morena en el Congreso, ya que sus miembros están más ocupados en ganar espacios y posiciones de poder al interior de los cuerpos colegiados que lo integran órganos de dirección administración de la Cámara de Diputados y la colegisladora, que en empezar a plasmar en la realidad legislativa la agenda que se construyó para la Cuarta Transformación. Hoy más que nunca, la forma es fondo y debe hacerse todo lo necesario para honrar el discurso de cambio de AMLO. Se requiere mucha fuerza de voluntad para lograr estos cambios, pero nadie dijo que la Cuarta Transformación sería fácil.

Ante la llegada del nuevo gobierno de AMLO es muy temprano para afirmar que su largo sueño de la construcción de una nueva nación correrá la suerte de muchos otros, los síntomas de la descomposición se están asomando.

La falta de control político del futuro gabinete y la ausencia de disciplina de un equipo que en una semana será gobierno es, pese a lo grave que pueda parecer esta insurrección ante su jefe, menor a lo que pasa en la Cámara de Diputados. Su molestia se ha sentido. En una reunión con su equipo político le reclamó por qué si la transición estaba resultando tersa, no era posible que dentro de Morena el conflicto no fuera pronunciado. Su mensaje llegó, pero se ignoró. El tigre salió a las calles de todas formas, por encima, hasta este momento de él. AMLO, está siendo cuestionado por los suyos y su autoridad comienza a resquebrajarse. Los radicales lo desafían y lo rebasan. A López Obrador no le hacen caso en lo que pareciera ser más fuerte: austeridad, sencillez, cero lujos. Le dicen que sí de dientes para afuera, y hacen lo contrario. Recortan y ahorran cuando se trata del presupuesto y del sueldo de los demás, pero ellos se despachan como jeques árabes. Su liderazgo está sobreestimado.


El presente dura un instante. Es tan breve que es difícil de captar. En cambio, el pasado es un archivo enorme de hechos y memorias. Pero cada decisión que tomamos en ese presente efímero va forjando futuro que es inevitable. No escuchar los tiempos también es una decisión que no detiene el futuro, pero que nos hará más difícil enfrentarlo. Los escándalos no han dejado de sacudir a AMLO. La novatez del gobierno entrante produce escalofríos.

El proyecto político de López Obrador, de llevar al país a la Cuarta Transformación, quedará más en un deseo guajiro que en una consumada realidad, siendo la cohesión al interior de Morena el mayor reto a enfrentar.

Tan sólo en el Poder Legislativo hay evidencia clara de fractura entre los principales liderazgos, que pondrán en riesgo la construcción del andamiaje jurídico.

Desde un inicio, todos tratando de llevar agua a su molino, pero sin una clara intención de salvaguardar los objetivos de su partido, y eso es entendible toda vez que la plataforma ideológica y el adoctrinamiento entre los militantes existe, pero sólo en el papel.

Cada quien entiende el proyecto de Morena como Dios les dio entender, conforme a una visión particular basado en su experiencia y en su militancia en la izquierda mexicana, aunque algunos de ellos son más de derecha que los panistas de cepa.

Los egos, las visiones particulares y grupales se imponen sobre propósito superiores.

Entonces la lucha fratricida se vuelve encarnizada, y eso que apenas empieza a gobernar Morena.

Esa competencia entre morenos no contribuye en nada a la construcción de un ambiente político que incentiva la productividad en el Poder Legislativo.

Ahora resulta que el reto para los legisladores de Morena no es tender puentes de entendimiento con otras bancadas opositoras, sino en el propio seno, al interior de las fracciones de Morena, que tienen entre sus filas a legisladores más belicosos e intrigosos que un patio de vecindad.

Lamentable el papel que hasta ahora ha hecho Morena en el Congreso, ya que sus miembros están más ocupados en ganar espacios y posiciones de poder al interior de los cuerpos colegiados que lo integran órganos de dirección administración de la Cámara de Diputados y la colegisladora, que en empezar a plasmar en la realidad legislativa la agenda que se construyó para la Cuarta Transformación. Hoy más que nunca, la forma es fondo y debe hacerse todo lo necesario para honrar el discurso de cambio de AMLO. Se requiere mucha fuerza de voluntad para lograr estos cambios, pero nadie dijo que la Cuarta Transformación sería fácil.

Ante la llegada del nuevo gobierno de AMLO es muy temprano para afirmar que su largo sueño de la construcción de una nueva nación correrá la suerte de muchos otros, los síntomas de la descomposición se están asomando.

La falta de control político del futuro gabinete y la ausencia de disciplina de un equipo que en una semana será gobierno es, pese a lo grave que pueda parecer esta insurrección ante su jefe, menor a lo que pasa en la Cámara de Diputados. Su molestia se ha sentido. En una reunión con su equipo político le reclamó por qué si la transición estaba resultando tersa, no era posible que dentro de Morena el conflicto no fuera pronunciado. Su mensaje llegó, pero se ignoró. El tigre salió a las calles de todas formas, por encima, hasta este momento de él. AMLO, está siendo cuestionado por los suyos y su autoridad comienza a resquebrajarse. Los radicales lo desafían y lo rebasan. A López Obrador no le hacen caso en lo que pareciera ser más fuerte: austeridad, sencillez, cero lujos. Le dicen que sí de dientes para afuera, y hacen lo contrario. Recortan y ahorran cuando se trata del presupuesto y del sueldo de los demás, pero ellos se despachan como jeques árabes. Su liderazgo está sobreestimado.