/ lunes 16 de marzo de 2020

Niños huérfanos por feminicidios

Con 260 mujeres asesinadas y más de 2 mil 500 personas en los últimos quince meses, Veracruz se ha vuelto un país de niños huérfanos y de mujeres viudas y de hombres viudos.

Todos los días, en un montón de familias cuando se sientan a desayunar, comer y cenar, una silla queda vacía.

Y cada fin de semana, quizá, o quincena, visitan el cementerio en el panteón de sus parientes ejecutados.

Es el Veracruz impune de cada día con uno de los peores males de la caja de Pandora, el peor jinete del Apocalipsis.

Hay tanto dolor y sufrimiento en la tierra jarocha, “la noche tibia y callada” que cantara Agustín Lara, que nadie se detiene en una generación de jóvenes y niños que nacieron en el tiempo de la violencia y en la violencia han crecido y para quienes Veracruz es la violencia.

Son los jóvenes y los niños nacidos hace 27 años cuando Patricio Chirinos Calero gobernara Veracruz y por vez primera el jefe de un cártel, José Albino Quintero Meraz, se instalara en la ciudad jarocha anunciando el mundo por venir.

El sicólogo bien podría describir el mundo huracanado y turbulento de los niños y jóvenes de 27 años de edad para abajo.

Nacieron y siguen viviendo en el tiempo de la violencia. El paisaje urbano, suburbano y rural para ellos ha sido siempre, desde entonces, el fuego cruzado, los tiros, las balas, los secuestrados, los desaparecidos y el tiradero de cadáveres.

Y lo peor, los cadáveres colgando de puentes y árboles y flotando en los ríos y lagunas. Es el único Veracruz que conocen.

El trauma sicológico es imprevisible. Por ejemplo: Los niños cada vez juegan más a los asesinos. Incluso, hasta en el recreo estudiantil. Y los jóvenes cada vez están más deslumbrados con los malandros. Y más, porque los cárteles y cárteles son los dueños de la agenda setting.

Se ha llegado a niveles insospechados. En las escuelas, simulando asaltos y robos y tiros como medida profiláctica, digamos, para cuando la muerte aceche por ahí y como ocurriera en el sur de Veracruz cuando un malandro pistola en mano entró a refugiarse a un kínder y se escondió en el baño.

Lo más duro son los niños huérfanos y las mujeres viudas. Y más, porque todos ellos quedaron a la deriva económica y social.

Sabrá el chamán su destino. Las viudas, por ejemplo, buscando un empleo para garantizar el itacate en casa. Y los niños, creciendo sin sus padres, quizá cobijados con los tíos o los abuelos, conscientes de que nunca la vida será igual.

Lo peor es que por ningún lado se prende una lucecita de esperanza concreta y específica, basada en hechos y resultados, en el largo y siniestro túnel de la muerte.

La policía no puede. La Fiscalía tampoco. Y el gobierno de Veracruz vendiendo cada vez más esperanzas porque cada vez los hechos lo acorralan por todos lados.

El colmo: desde la Secretaría de Seguridad Pública soñaron o continúan soñando, igual que con Enrique Peña Nieto, con desaparecer las páginas policiacas, cuando, caray, los hechos se imponen.

Además, y en todo caso, si la prensa escrita y hablada y digital disciplinaran a la política oficial para minimizar el tiradero de cadáveres, las redes sociales entrarían al quite.

Con 260 mujeres asesinadas y más de 2 mil 500 personas en los últimos quince meses, Veracruz se ha vuelto un país de niños huérfanos y de mujeres viudas y de hombres viudos.

Todos los días, en un montón de familias cuando se sientan a desayunar, comer y cenar, una silla queda vacía.

Y cada fin de semana, quizá, o quincena, visitan el cementerio en el panteón de sus parientes ejecutados.

Es el Veracruz impune de cada día con uno de los peores males de la caja de Pandora, el peor jinete del Apocalipsis.

Hay tanto dolor y sufrimiento en la tierra jarocha, “la noche tibia y callada” que cantara Agustín Lara, que nadie se detiene en una generación de jóvenes y niños que nacieron en el tiempo de la violencia y en la violencia han crecido y para quienes Veracruz es la violencia.

Son los jóvenes y los niños nacidos hace 27 años cuando Patricio Chirinos Calero gobernara Veracruz y por vez primera el jefe de un cártel, José Albino Quintero Meraz, se instalara en la ciudad jarocha anunciando el mundo por venir.

El sicólogo bien podría describir el mundo huracanado y turbulento de los niños y jóvenes de 27 años de edad para abajo.

Nacieron y siguen viviendo en el tiempo de la violencia. El paisaje urbano, suburbano y rural para ellos ha sido siempre, desde entonces, el fuego cruzado, los tiros, las balas, los secuestrados, los desaparecidos y el tiradero de cadáveres.

Y lo peor, los cadáveres colgando de puentes y árboles y flotando en los ríos y lagunas. Es el único Veracruz que conocen.

El trauma sicológico es imprevisible. Por ejemplo: Los niños cada vez juegan más a los asesinos. Incluso, hasta en el recreo estudiantil. Y los jóvenes cada vez están más deslumbrados con los malandros. Y más, porque los cárteles y cárteles son los dueños de la agenda setting.

Se ha llegado a niveles insospechados. En las escuelas, simulando asaltos y robos y tiros como medida profiláctica, digamos, para cuando la muerte aceche por ahí y como ocurriera en el sur de Veracruz cuando un malandro pistola en mano entró a refugiarse a un kínder y se escondió en el baño.

Lo más duro son los niños huérfanos y las mujeres viudas. Y más, porque todos ellos quedaron a la deriva económica y social.

Sabrá el chamán su destino. Las viudas, por ejemplo, buscando un empleo para garantizar el itacate en casa. Y los niños, creciendo sin sus padres, quizá cobijados con los tíos o los abuelos, conscientes de que nunca la vida será igual.

Lo peor es que por ningún lado se prende una lucecita de esperanza concreta y específica, basada en hechos y resultados, en el largo y siniestro túnel de la muerte.

La policía no puede. La Fiscalía tampoco. Y el gobierno de Veracruz vendiendo cada vez más esperanzas porque cada vez los hechos lo acorralan por todos lados.

El colmo: desde la Secretaría de Seguridad Pública soñaron o continúan soñando, igual que con Enrique Peña Nieto, con desaparecer las páginas policiacas, cuando, caray, los hechos se imponen.

Además, y en todo caso, si la prensa escrita y hablada y digital disciplinaran a la política oficial para minimizar el tiradero de cadáveres, las redes sociales entrarían al quite.

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