/ jueves 10 de diciembre de 2020

No dejarnos rebasar

Desde que la humanidad existe hemos tenido que batallar contra las inclemencias de la existencia. Tener no es igual a ser feliz; poseer o anhelar son variables que nos acontecen. Los ecos de la bruma de diciembre traen a mi mente las olas del firmamento de mi vida, en las estrellas lejanas visitadas, en las ilusiones confinadas.

El firmamento es vasto, la idea del infinito quiebra toda ciencia. En la metamorfosis del ser hay luz y sombra, en el amor y desamor, en la unidad y el alejamiento. Tan aferrados a la nada, tan susceptibles a la propia añoranza, que debe convertirse en sagrada esperanza; en los murmullos de las ninfas musicales del tiempo, del cariño vivido y por venir.

Las modificaciones en los ambientes vivenciales pueden traer consecuencias positivas o negativas, y cuando se es muy joven se carece de una experiencia vital y, además, necesaria para enfrentar los retos propios, en una forma proporcional a nuestras fuerzas y tendencias.

Adolecer a veces equivale a carecer de fuerzas esenciales para poder vivir en armonía. Si bien vemos cómo vamos enfrentando la actualidad, tampoco será necesario atentar en contra de uno mismo. Hace unos días se reportó el deceso de dos jóvenes, aquí en nuestra región; la noticia no tendría la menor trascendencia de no ser por la forma en que los hechos ocurrieron.

En ambos casos utilizaron la puerta falsa. Hasta ahí la investigación parece detenerse, pero una mujer de 22 años y un varón de unos 20 años se convierten en símbolo de una protesta oscura y casi silenciosa.

He visto muchos casos en que el confort, la satisfacción meramente económica, no han hecho la diferencia en adultos para poder lograr un estado de bienestar mental.

Antes del Covid-19 nos presionábamos por tener libertades en exceso, por tener compromisos de más; hoy, ante una nueva normalidad, nos vemos afectados en gran medida por nosotros mismos.

Nos hemos convertido en adictos a las redes sociales, a las drogas ligeras, en el mejor de los casos, pero ¿qué acaso no existen más opciones de esparcimiento? Claro que las hay, pero la tendencia es enfocar hacia la negatividad, no viendo lo prodigioso de vivir en una sociedad en la que aún podemos pedir ayuda en casos urgentes.

Hoy, el gobierno de la República lucha en la gestión por la vacunación universal ante el hecho socioeconómico de vernos rebasados por un fenómeno biológico, social, económico y de shock mental para todos, sin importar edad o posición social.

Independientemente de ello, por otro lado se compite (como es normal) por el control político en nuestro país.

Saturados de información, a veces falsa u otras verdaderas, venimos condenando a la propia condena; estamos inconformes por casi todo y en algunos casos se comete el exabrupto de atentar contra la propia libertad de ser uno mismo, añadiendo una cifra más a las estadísticas en los decesos.

Vayan mis sentidas condolencias a los deudos en tales circunstancias. Si usted observa un hijo retraído, ensimismado, preocupado o triste, en exceso, es momento de acudir a los servicios de salud mental e informarse qué acciones se pueden y deben tomar al respecto.

Luego no quieran tapar el pozo, después del niño o niña ahogados.

Las modificaciones en los ambientes vivenciales pueden traer consecuencias positivas o negativas, y cuando se es muy joven se carece de una experiencia vital y, además, necesaria para enfrentar los retos propios, en una forma proporcional a nuestras fuerzas y tendencias.

Desde que la humanidad existe hemos tenido que batallar contra las inclemencias de la existencia. Tener no es igual a ser feliz; poseer o anhelar son variables que nos acontecen. Los ecos de la bruma de diciembre traen a mi mente las olas del firmamento de mi vida, en las estrellas lejanas visitadas, en las ilusiones confinadas.

El firmamento es vasto, la idea del infinito quiebra toda ciencia. En la metamorfosis del ser hay luz y sombra, en el amor y desamor, en la unidad y el alejamiento. Tan aferrados a la nada, tan susceptibles a la propia añoranza, que debe convertirse en sagrada esperanza; en los murmullos de las ninfas musicales del tiempo, del cariño vivido y por venir.

Las modificaciones en los ambientes vivenciales pueden traer consecuencias positivas o negativas, y cuando se es muy joven se carece de una experiencia vital y, además, necesaria para enfrentar los retos propios, en una forma proporcional a nuestras fuerzas y tendencias.

Adolecer a veces equivale a carecer de fuerzas esenciales para poder vivir en armonía. Si bien vemos cómo vamos enfrentando la actualidad, tampoco será necesario atentar en contra de uno mismo. Hace unos días se reportó el deceso de dos jóvenes, aquí en nuestra región; la noticia no tendría la menor trascendencia de no ser por la forma en que los hechos ocurrieron.

En ambos casos utilizaron la puerta falsa. Hasta ahí la investigación parece detenerse, pero una mujer de 22 años y un varón de unos 20 años se convierten en símbolo de una protesta oscura y casi silenciosa.

He visto muchos casos en que el confort, la satisfacción meramente económica, no han hecho la diferencia en adultos para poder lograr un estado de bienestar mental.

Antes del Covid-19 nos presionábamos por tener libertades en exceso, por tener compromisos de más; hoy, ante una nueva normalidad, nos vemos afectados en gran medida por nosotros mismos.

Nos hemos convertido en adictos a las redes sociales, a las drogas ligeras, en el mejor de los casos, pero ¿qué acaso no existen más opciones de esparcimiento? Claro que las hay, pero la tendencia es enfocar hacia la negatividad, no viendo lo prodigioso de vivir en una sociedad en la que aún podemos pedir ayuda en casos urgentes.

Hoy, el gobierno de la República lucha en la gestión por la vacunación universal ante el hecho socioeconómico de vernos rebasados por un fenómeno biológico, social, económico y de shock mental para todos, sin importar edad o posición social.

Independientemente de ello, por otro lado se compite (como es normal) por el control político en nuestro país.

Saturados de información, a veces falsa u otras verdaderas, venimos condenando a la propia condena; estamos inconformes por casi todo y en algunos casos se comete el exabrupto de atentar contra la propia libertad de ser uno mismo, añadiendo una cifra más a las estadísticas en los decesos.

Vayan mis sentidas condolencias a los deudos en tales circunstancias. Si usted observa un hijo retraído, ensimismado, preocupado o triste, en exceso, es momento de acudir a los servicios de salud mental e informarse qué acciones se pueden y deben tomar al respecto.

Luego no quieran tapar el pozo, después del niño o niña ahogados.

Las modificaciones en los ambientes vivenciales pueden traer consecuencias positivas o negativas, y cuando se es muy joven se carece de una experiencia vital y, además, necesaria para enfrentar los retos propios, en una forma proporcional a nuestras fuerzas y tendencias.