/ miércoles 24 de febrero de 2021

No podemos dirigir el viento, pero sí ajustar la vela

Lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir en el tema, desde hace algún tiempo el debate público en México no ha logrado crear un espacio común de entretenimiento entre el gobierno y sectores de la sociedad que critican sus decisiones.

Se ha culpado a la polarización ideológica de cancelar los espacios de diálogo, pero esa es una explicación en todo caso parcial a lo que ocurre.

Siempre ha existido cierta polarización ideológica, y previsiblemente ésta se vuelve más profunda en tanto nos acercamos a los extremos, como lo ha dicho Alejandro Moreno, quien ha encontrado que "entre más hacia los extremos (ideológicos) se ubican los entrevistados (en sus encuestas), más polarización política perciben. Y entre más moderada es su postura, menos polarización ven".

El anónimo autor detrás de State Star Codex, un popular blog sobre ciencia, medicina, filosofía y política, propone una forma de diseccionar este conflicto político utilizando dos teorías que pueden ayudar a entender por qué se han cancelado los espacios de diálogo en algunas democracias: la "teoría del error y la teoría del conflicto".

Las teorías del conflicto ven a la política como una guerra sin cuartel.

La democracia mexicana, con todos sus defectos, permitía mantener espacios de diálogo a pesar de las diferencias ideológicas, y con algunas limitaciones, había hasta hace poco una discusión abierta y productiva, que tenía como principales escenarios Congreso y los medios de comunicación. Hoy estamos frente a un conflicto político que va más allá de las ideologías y opiniones, y que está más bien impreso en una confrontación de dos sistemas de creencias que materialmente ha cancelado los mecanismos democráticos para alcanzar acuerdos.

El término gobernanza va más allá de la gobernabilidad. No sólo se refiere a la aceptación de un sistema político y sus autoridades. Implica una participación de las comunidades en el diseño de las políticas públicas para su beneficio. Se debe contar con la disposición de las autoridades de escuchar y de incorporar los elementos que pueden ayudar a mejorar las medidas en beneficio de todos.

Lo contrario es el centralismo, el autoritarismo, que considera que el gobierno tiene la verdad, sea o no correcto, en aras de un control político y económico, muchas veces fallidos. En México desgraciadamente hay oídos sordos a las organizaciones de la sociedad.

Con ayudas sociales y obras monumentales y poco rentables, hoy surge de nuevo el afán monopólico de política y economía. Los monopolios son siempre nefastos. Controlan el mercado, los precios y las tarifas.

México desarrolló dos monopolios: el petróleo y la electricidad. En su momento eran muy rentables y aportaban buena parte de los ingresos federales. Los servicios, malos y caros. A la fecha una queja contra CFE no procede casi nunca. Pagas o te quedas sin servicio.

Las tecnologías han evolucionado a gran velocidad. Se abrieron los mercados y surgió la globalización. El internet rompió barreras de tiempo y espacio. Los países se especializaron para competir a nivel mundial en sus áreas de oportunidad. Hoy México es un exportador de productos agropecuarios. Es líder en la venta de vehículos y empezó a mejorar la competividad de su economía a través de infraestructura y mejores precios y servicios a los consumidores. El caso más exitoso fue en telecomunicaciones.

Avanzó el combate a la pobreza. No se rompió el paternalismo a través de la participación comunitaria, aunque en los lineamientos sea un requisito. Empiezan los rechazos a obras o servicios nuevos por parte de la población. A veces proyecto se cancelan, a veces se imponen.

Depende de la capacidad de organización de la sociedad, de la agenda mediática y de gobierno.

Hoy hay proyectos que amenazan la economía y la política. No se consideran las opiniones de expertos ni de sociedad civil. Ya pasó con las refinerías. El petróleo mexicano es muy pesado y para refinar debe mezclarse con otros más ligeros, lo que encarece el proceso y entorpece el abasto. De ahí la necesidad de importar, que aún prevalece y que impulsa nuevas inversiones públicas poco rentables que han afectado a Pemex y su calificación.

Se regresó al subsidio de gasolina para evitar inflación.

Lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir en el tema, desde hace algún tiempo el debate público en México no ha logrado crear un espacio común de entretenimiento entre el gobierno y sectores de la sociedad que critican sus decisiones.

Se ha culpado a la polarización ideológica de cancelar los espacios de diálogo, pero esa es una explicación en todo caso parcial a lo que ocurre.

Siempre ha existido cierta polarización ideológica, y previsiblemente ésta se vuelve más profunda en tanto nos acercamos a los extremos, como lo ha dicho Alejandro Moreno, quien ha encontrado que "entre más hacia los extremos (ideológicos) se ubican los entrevistados (en sus encuestas), más polarización política perciben. Y entre más moderada es su postura, menos polarización ven".

El anónimo autor detrás de State Star Codex, un popular blog sobre ciencia, medicina, filosofía y política, propone una forma de diseccionar este conflicto político utilizando dos teorías que pueden ayudar a entender por qué se han cancelado los espacios de diálogo en algunas democracias: la "teoría del error y la teoría del conflicto".

Las teorías del conflicto ven a la política como una guerra sin cuartel.

La democracia mexicana, con todos sus defectos, permitía mantener espacios de diálogo a pesar de las diferencias ideológicas, y con algunas limitaciones, había hasta hace poco una discusión abierta y productiva, que tenía como principales escenarios Congreso y los medios de comunicación. Hoy estamos frente a un conflicto político que va más allá de las ideologías y opiniones, y que está más bien impreso en una confrontación de dos sistemas de creencias que materialmente ha cancelado los mecanismos democráticos para alcanzar acuerdos.

El término gobernanza va más allá de la gobernabilidad. No sólo se refiere a la aceptación de un sistema político y sus autoridades. Implica una participación de las comunidades en el diseño de las políticas públicas para su beneficio. Se debe contar con la disposición de las autoridades de escuchar y de incorporar los elementos que pueden ayudar a mejorar las medidas en beneficio de todos.

Lo contrario es el centralismo, el autoritarismo, que considera que el gobierno tiene la verdad, sea o no correcto, en aras de un control político y económico, muchas veces fallidos. En México desgraciadamente hay oídos sordos a las organizaciones de la sociedad.

Con ayudas sociales y obras monumentales y poco rentables, hoy surge de nuevo el afán monopólico de política y economía. Los monopolios son siempre nefastos. Controlan el mercado, los precios y las tarifas.

México desarrolló dos monopolios: el petróleo y la electricidad. En su momento eran muy rentables y aportaban buena parte de los ingresos federales. Los servicios, malos y caros. A la fecha una queja contra CFE no procede casi nunca. Pagas o te quedas sin servicio.

Las tecnologías han evolucionado a gran velocidad. Se abrieron los mercados y surgió la globalización. El internet rompió barreras de tiempo y espacio. Los países se especializaron para competir a nivel mundial en sus áreas de oportunidad. Hoy México es un exportador de productos agropecuarios. Es líder en la venta de vehículos y empezó a mejorar la competividad de su economía a través de infraestructura y mejores precios y servicios a los consumidores. El caso más exitoso fue en telecomunicaciones.

Avanzó el combate a la pobreza. No se rompió el paternalismo a través de la participación comunitaria, aunque en los lineamientos sea un requisito. Empiezan los rechazos a obras o servicios nuevos por parte de la población. A veces proyecto se cancelan, a veces se imponen.

Depende de la capacidad de organización de la sociedad, de la agenda mediática y de gobierno.

Hoy hay proyectos que amenazan la economía y la política. No se consideran las opiniones de expertos ni de sociedad civil. Ya pasó con las refinerías. El petróleo mexicano es muy pesado y para refinar debe mezclarse con otros más ligeros, lo que encarece el proceso y entorpece el abasto. De ahí la necesidad de importar, que aún prevalece y que impulsa nuevas inversiones públicas poco rentables que han afectado a Pemex y su calificación.

Se regresó al subsidio de gasolina para evitar inflación.