/ viernes 6 de marzo de 2020

No quieras morir a besos si matas a puñaladas

El problema de tener el reflector puesto encima es que éste hace que se note y celebre cada éxito, pero también que se condene el más mínimo fracaso.

Tener mucha suerte. El legado histórico de muchos gobernantes en parte depende de si tuvieron “suerte”, durante su mandato. Si son afortunados o afortunadas no tuvieron que enfrentar grandes catástrofes donde era difícil de controlar las consecuencias. Y si fueron buenos gobernantes, tuvieron la capacidad de mitigar el efecto de la catástrofe o crisis. O, algunos de estos mismos gobernantes pudieron encontrar algún chivo expiatorio y transferir la culpa, mucho depende de la credibilidad del gobernante.

Generalmente “entre el factor suerte” está fuera del control del gobernante. Por eso, los grandes líderes, aquellos que se prepararon para gobernar, también buscaron prepararse rodeándose de expertos que los apoyaran para enfrentar, si fuera necesario, grandes desastres, crisis nacionales o internacionales, los cisnes negros.

No sé si la crisis de 2020 se va a traducir en la muerte anticipada de la 4T y la destrucción de los anhelos de AMLO de ser recordado como un presidente que transformó México, en una forma que permitió en el futuro un país más próspero para la siguiente generación de mexicanos.

Y tal vez, el presidente nos sorprenda a todos, y una vez que se empiece a sentir el impacto de la tormenta perfecta, pueda cambiar su estilo de gobernar, buscando crear consensos en lugar de dividir.

Recuerdo que las dotes oratorias de José López Portillo fueron siempre muy superiores a las que tuvo como gobernante. Una de sus muchas frases memorables, en medio de una economía que se colapsaba, fue “soy responsable del timón, pero no de la tormenta”. Los retrató de cuerpo entero. Un timonel con la vista fija en el puerto del elevado crecimiento económico.

Era en realidad el capitán que debió reducir la velocidad del barco, recortar velas y tener listo el lastre para movimientos bruscos de la nave. En lugar de eso mantuvo calderas y velas al máximo posible, alimentadas con deuda, déficit e inflación.

Así, a toda velocidad, estrelló la economía nacional contra las rocas.

Un buen capitán debe tener listo el barco ante todos los escenarios, particularmente los más extremos.

En México, informó INEGI, cayó el PIB a-0.1 en 2019. Esta caída urge a que se aterricen obras de infraestructura con sector privado, aún no hay alguno; que se aproveche el T-MEC y sus oportunidades; que se revise inversión en Pemex y Dos Bocas y se retomen las inversiones en el sector energético; y, que el gabinete para el Crecimiento Económico active las inversiones. Que se ejerza el gasto público con honestidad sí, pero con certidumbre y en atención de las prioridades de la población: salud y seguridad.

El PIB lo genera, principalmente, el sector privado, entre 70% y 80%, ha recortado inversiones, empleos y su relación con AMLO, “el cachito” no se vislumbra cordial.

Persisten descalificaciones, ahora la víctima fue el apreciado doctor Miguel Ángel Celis, por no poder cumplir su labor sin médicos e insumos. Los médicos no son los enemigos del pueblo, su vocación humanista es irrefutable, el problema de la adquisición y distribución de medicamentos lo generó la presente administración, Buen Rostro y ayudó la COFEPRIS. Culpar al personal médico es injusto y poco creíble, y ofende más a quien lo hace.

El problema de la violencia sigue. El secretario de Seguridad Pública federal, Alfonso Durazo Montaño, ahí se tropieza. No matan con total impunidad, de los diez feminicidios diarios, sólo uno se resuelve en promedio. Hartas invisibilizadas, ignoradas, hostigamiento, asaltos, violencia doméstica, violaciones y asesinato, las jóvenes protestan, alzan la vos para que se escuche.

El dolor, la furia, el enojo, la importancia se refleja en sus demandas.

El Ejecutivo federal no se conmueve, publica un decálogo sin contenido, y dice los feminicidios se resolverán con amor y cariño, con valores. Crece la ira.

Paro nacional de mujeres para tratar de hacer entender al gobierno la soledad, la vulnerabilidad, el miedo, que hoy sienten ante la violencia de género. Se han ido empoderado poco a poco.

El gobierno no entiende el problema, parte de un mal diagnóstico y así no habrá soluciones.

El llanto corre a cántaros y no se ve ni se entiende, no hay consuelo, no hay más que odio y descalificaciones por supuestamente atentar contra un gobierno insensible.

El problema de tener el reflector puesto encima es que éste hace que se note y celebre cada éxito, pero también que se condene el más mínimo fracaso.

Tener mucha suerte. El legado histórico de muchos gobernantes en parte depende de si tuvieron “suerte”, durante su mandato. Si son afortunados o afortunadas no tuvieron que enfrentar grandes catástrofes donde era difícil de controlar las consecuencias. Y si fueron buenos gobernantes, tuvieron la capacidad de mitigar el efecto de la catástrofe o crisis. O, algunos de estos mismos gobernantes pudieron encontrar algún chivo expiatorio y transferir la culpa, mucho depende de la credibilidad del gobernante.

Generalmente “entre el factor suerte” está fuera del control del gobernante. Por eso, los grandes líderes, aquellos que se prepararon para gobernar, también buscaron prepararse rodeándose de expertos que los apoyaran para enfrentar, si fuera necesario, grandes desastres, crisis nacionales o internacionales, los cisnes negros.

No sé si la crisis de 2020 se va a traducir en la muerte anticipada de la 4T y la destrucción de los anhelos de AMLO de ser recordado como un presidente que transformó México, en una forma que permitió en el futuro un país más próspero para la siguiente generación de mexicanos.

Y tal vez, el presidente nos sorprenda a todos, y una vez que se empiece a sentir el impacto de la tormenta perfecta, pueda cambiar su estilo de gobernar, buscando crear consensos en lugar de dividir.

Recuerdo que las dotes oratorias de José López Portillo fueron siempre muy superiores a las que tuvo como gobernante. Una de sus muchas frases memorables, en medio de una economía que se colapsaba, fue “soy responsable del timón, pero no de la tormenta”. Los retrató de cuerpo entero. Un timonel con la vista fija en el puerto del elevado crecimiento económico.

Era en realidad el capitán que debió reducir la velocidad del barco, recortar velas y tener listo el lastre para movimientos bruscos de la nave. En lugar de eso mantuvo calderas y velas al máximo posible, alimentadas con deuda, déficit e inflación.

Así, a toda velocidad, estrelló la economía nacional contra las rocas.

Un buen capitán debe tener listo el barco ante todos los escenarios, particularmente los más extremos.

En México, informó INEGI, cayó el PIB a-0.1 en 2019. Esta caída urge a que se aterricen obras de infraestructura con sector privado, aún no hay alguno; que se aproveche el T-MEC y sus oportunidades; que se revise inversión en Pemex y Dos Bocas y se retomen las inversiones en el sector energético; y, que el gabinete para el Crecimiento Económico active las inversiones. Que se ejerza el gasto público con honestidad sí, pero con certidumbre y en atención de las prioridades de la población: salud y seguridad.

El PIB lo genera, principalmente, el sector privado, entre 70% y 80%, ha recortado inversiones, empleos y su relación con AMLO, “el cachito” no se vislumbra cordial.

Persisten descalificaciones, ahora la víctima fue el apreciado doctor Miguel Ángel Celis, por no poder cumplir su labor sin médicos e insumos. Los médicos no son los enemigos del pueblo, su vocación humanista es irrefutable, el problema de la adquisición y distribución de medicamentos lo generó la presente administración, Buen Rostro y ayudó la COFEPRIS. Culpar al personal médico es injusto y poco creíble, y ofende más a quien lo hace.

El problema de la violencia sigue. El secretario de Seguridad Pública federal, Alfonso Durazo Montaño, ahí se tropieza. No matan con total impunidad, de los diez feminicidios diarios, sólo uno se resuelve en promedio. Hartas invisibilizadas, ignoradas, hostigamiento, asaltos, violencia doméstica, violaciones y asesinato, las jóvenes protestan, alzan la vos para que se escuche.

El dolor, la furia, el enojo, la importancia se refleja en sus demandas.

El Ejecutivo federal no se conmueve, publica un decálogo sin contenido, y dice los feminicidios se resolverán con amor y cariño, con valores. Crece la ira.

Paro nacional de mujeres para tratar de hacer entender al gobierno la soledad, la vulnerabilidad, el miedo, que hoy sienten ante la violencia de género. Se han ido empoderado poco a poco.

El gobierno no entiende el problema, parte de un mal diagnóstico y así no habrá soluciones.

El llanto corre a cántaros y no se ve ni se entiende, no hay consuelo, no hay más que odio y descalificaciones por supuestamente atentar contra un gobierno insensible.