/ miércoles 17 de noviembre de 2021

No suena bien; esperanza en la oscuridad

La antítesis de la política es la renuncia al diálogo, la opción de la confrontación como primera instancia y el desprecio de la realidad que enfrentan los ciudadanos.

Cuesta volver a empezar cuando te despiertas y te topas con malas noticias, así dan ganas de volverse a escapar a algún lugar recóndito al que no lleguen ni el internet ni los periódicos; muchas ganas. Pero toca seguir y tratar de sacar fuerza de donde sea para mirar adelante con algo que se parezca a poner un par de ojos nuevos para empezar con algo que la mirada cansada de ayer y antes de ayer.

Encuentro razones para reencender mis ganas de tirar para adelante en un lugar resistente al cual más.

Los vacíos legales y resistencias políticas han abonado a que amplios sectores de la ciudadanía vivan en el desamparo de la ley, de la justicia y autoridades que lejos de ser una amenaza, signifiquen para los mexicanos certeza y protección.

Y las pérdidas, el dolor, la impotencia y sufrimientos se multiplican mientras se renuncia a honrar la política como el arte de gobernar y a terminar siendo cómplices voluntarios o involuntarios. Un Estado de crimen por encima del Estado de Derecho, con sus propias reglas.

Frente a cada incapacidad para construir soluciones para los ciudadanos se debilitan aún más las instituciones; se buscan caminos para que los agraviados quieran hacer justicia por su propia mano porque viven en el desamparo de una autoridad que los proteja.

A nadie conviene tanto el conflicto político, los vacíos legales y la falta de conocimiento y compromiso de quienes en las urnas han sido electos para gobernar.

Por cierto, vale la pena recordar que en un país con Estado de Derecho resulta innecesario amedrentar o alardear.

El verdadero valor no está en ir y alentar pleitos callejeros con cargo al erario público, sino cumplir y hacer cumplir la ley, para esto último se necesita valor, voluntad, construcción de acuerdos, asumir compromisos y responsabilidades y respetarlos.

Y de este valor tenemos déficit y, a la vez, miles y miles de mexicanos aguardando una respuesta.

Estas ganas de levantarse de la tumba y tomar el futuro por los cuernos me resulta enormemente inspiradora.

Eso deseo para México, ganas y capacidad de organizarnos para abrir futuro en serio, abrevando de lo mucho de potente y posibilitador de nuestro pasado sin quedarnos amarrados a sus taras y sus lastres. Critiquemos, critiquemos con inteligencia y sin insulto.

Pero sobre todo, guardemos el elogio para quien lo merezca. Hace tanto daño a la sociedad quien critica por todo con quien adula con ligereza.

Sirva esta columna como homenaje a críticos honestos y responsables, como a otros capaces de crítica inteligente y constructiva. Particularmente porque asumen riesgo a criticar, porque lo hacen sin buscar su propio beneficio, porque sinceramente quieren dejarle un país mejor a sus hijos.

En otro orden de ideas, la visita del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, a Palacio Nacional es algo, dada nuestra historia, y sobre todo la enorme repercusión de nuestra relación bilateral, tiene siempre una importancia de la visita a cualquier otro representante diplomático. Los más de tres mil kilómetros comunes de la frontera y nuestra condición de este momento ser los principales socios comerciales de los estadounidenses hace que esta cercanía que vaya más allá de lo territorial y que incluso llega a lo ideológico hacen que la relación entre México y Estados Unidos sea algo inevitable, necesaria, aunque también en muchas ocasiones problemática e incluso indeseable.

Desde que se firmó el T-MEC estaba claro que más pronto que tarde el tema energético terminaría siendo una bomba de tiempo. El T-MEC no derogó por la vía de derecho, aunque tampoco por la vía de hecho, las consecuencias que heredó la presente administración, pero también las administraciones estadounidenses como la de Trump y la de Joe Biden, los efectos de la llamada reforma Peña Nieto.

Como una vez dijera el antiguo jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso Romo, frente a este asunto, sin duda alguna delicado e importante, y en el que la situación tiene un papel decisivo sobre cómo van a ser nuestras relaciones a partir de aquí. La fórmula Romo era muy sencilla: “cumplir los contratos”. Hay inversiones, hay contratos, hay leyes; o las había u otras leyes que se están cambiando.

La antítesis de la política es la renuncia al diálogo, la opción de la confrontación como primera instancia y el desprecio de la realidad que enfrentan los ciudadanos.

Cuesta volver a empezar cuando te despiertas y te topas con malas noticias, así dan ganas de volverse a escapar a algún lugar recóndito al que no lleguen ni el internet ni los periódicos; muchas ganas. Pero toca seguir y tratar de sacar fuerza de donde sea para mirar adelante con algo que se parezca a poner un par de ojos nuevos para empezar con algo que la mirada cansada de ayer y antes de ayer.

Encuentro razones para reencender mis ganas de tirar para adelante en un lugar resistente al cual más.

Los vacíos legales y resistencias políticas han abonado a que amplios sectores de la ciudadanía vivan en el desamparo de la ley, de la justicia y autoridades que lejos de ser una amenaza, signifiquen para los mexicanos certeza y protección.

Y las pérdidas, el dolor, la impotencia y sufrimientos se multiplican mientras se renuncia a honrar la política como el arte de gobernar y a terminar siendo cómplices voluntarios o involuntarios. Un Estado de crimen por encima del Estado de Derecho, con sus propias reglas.

Frente a cada incapacidad para construir soluciones para los ciudadanos se debilitan aún más las instituciones; se buscan caminos para que los agraviados quieran hacer justicia por su propia mano porque viven en el desamparo de una autoridad que los proteja.

A nadie conviene tanto el conflicto político, los vacíos legales y la falta de conocimiento y compromiso de quienes en las urnas han sido electos para gobernar.

Por cierto, vale la pena recordar que en un país con Estado de Derecho resulta innecesario amedrentar o alardear.

El verdadero valor no está en ir y alentar pleitos callejeros con cargo al erario público, sino cumplir y hacer cumplir la ley, para esto último se necesita valor, voluntad, construcción de acuerdos, asumir compromisos y responsabilidades y respetarlos.

Y de este valor tenemos déficit y, a la vez, miles y miles de mexicanos aguardando una respuesta.

Estas ganas de levantarse de la tumba y tomar el futuro por los cuernos me resulta enormemente inspiradora.

Eso deseo para México, ganas y capacidad de organizarnos para abrir futuro en serio, abrevando de lo mucho de potente y posibilitador de nuestro pasado sin quedarnos amarrados a sus taras y sus lastres. Critiquemos, critiquemos con inteligencia y sin insulto.

Pero sobre todo, guardemos el elogio para quien lo merezca. Hace tanto daño a la sociedad quien critica por todo con quien adula con ligereza.

Sirva esta columna como homenaje a críticos honestos y responsables, como a otros capaces de crítica inteligente y constructiva. Particularmente porque asumen riesgo a criticar, porque lo hacen sin buscar su propio beneficio, porque sinceramente quieren dejarle un país mejor a sus hijos.

En otro orden de ideas, la visita del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, a Palacio Nacional es algo, dada nuestra historia, y sobre todo la enorme repercusión de nuestra relación bilateral, tiene siempre una importancia de la visita a cualquier otro representante diplomático. Los más de tres mil kilómetros comunes de la frontera y nuestra condición de este momento ser los principales socios comerciales de los estadounidenses hace que esta cercanía que vaya más allá de lo territorial y que incluso llega a lo ideológico hacen que la relación entre México y Estados Unidos sea algo inevitable, necesaria, aunque también en muchas ocasiones problemática e incluso indeseable.

Desde que se firmó el T-MEC estaba claro que más pronto que tarde el tema energético terminaría siendo una bomba de tiempo. El T-MEC no derogó por la vía de derecho, aunque tampoco por la vía de hecho, las consecuencias que heredó la presente administración, pero también las administraciones estadounidenses como la de Trump y la de Joe Biden, los efectos de la llamada reforma Peña Nieto.

Como una vez dijera el antiguo jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso Romo, frente a este asunto, sin duda alguna delicado e importante, y en el que la situación tiene un papel decisivo sobre cómo van a ser nuestras relaciones a partir de aquí. La fórmula Romo era muy sencilla: “cumplir los contratos”. Hay inversiones, hay contratos, hay leyes; o las había u otras leyes que se están cambiando.