/ viernes 26 de octubre de 2018

Nuestras tradiciones y mis muertos

El origen de la celebración de día de muertos en México es anterior a la llegada de los españoles. Existen registros de celebraciones en las etnias mexicas, maya, purépecha y totonaca. En los pueblos prehispánicos era común la práctica de conservar los cráneos, como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizan la muerte.

Se convirtió en festival de día de muertos, se conmemoraba el noveno mes en cual dicho ritual tardaba un mes completo, las festividades eran presididas por la diosa Mictecacihuatl, conocida como la dama de la muerte actualmente relacionada con la catrina, esposa de Mictlantecuhtli el señor de la tierra de los muertos. México es un país rico en cultura y tradiciones, uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte. El día de muertos es un ritual catalogado en 2008 por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Hoy en día en algunas familias se han perdido nuestras tradiciones, es importante dar a conocer a las nuevas generaciones que nuestro México es pluricultural, rico en creencias, ritos y leyendas, tienes que sentirte orgulloso de ser mexicano y de nuestra festividad de muertos.

Cuando era pequeña esta tradición de Día de Muertos era toda una fiesta, mi madre colocaba una mesa grande de madera, nos llevaba a comprar lo que llevaría la ofrenda y mientras caminábamos rumbo al mercado nos platicaba la historia de esta tradición, recuerdo que me decía que ese altar tenía que llevar los gustos y sabores de la comida que les gustaba a nuestros difuntos, ya que llegaban a partir del 31 de octubre a las doce de la noche los santos inocentes los niños muertos y que el día 2 de noviembre llegaban los santos difuntos los adultos.

Recuerdo que siempre nos contaba lo mismo, pero cada año que lo hacía yo lo disfrutaba como si fuera la primera vez, ella me decía que los difuntos llegaban a llevarse el sabor y olor de la comida, pero que era muy importante poner siempre la fotografía del difunto ya que representa que nosotros los vivos los recordamos, además tenía que ser muy colorido el altar para poder atraerlos y que la flor de cempasúchil, el copal y el incienso les ayudaba a que no se perdieran y siguieran su camino.

Era tan hermoso encontrar las calaveritas de azúcar con el nombre del difunto, ese olor a flores, aun lo recuerdo, los tamalitos, el rico mole, el champurrado, el chocolate yo ayudaba a mama hacerlo con el molinillo casero, el atole de granillo, dulce de calabaza, las cocadas, el jamoncillo, los cigarros y la botellita de tequila o mezcal con su gusanito para el abuelo. Todos ayudábamos a poner el papel picado, cuando terminábamos, mi madre quemaba el incienso alrededor de la ofrenda, mientras rezábamos el padre nuestro, en ocasiones vi a mi madre triste y a la vez emocionada pues decía que mis abuelos vendrían a comer los tamalitos de frijol, pero sobre todo ese rico pan espolvoreado con azúcar rosada.

Yo era muy feliz, veía velas, comida, fotografías, llegaban visitas y familiares de otros estados, cuando daban las doce campanadas del medio día, mi madre rezaba y despedía a mi hermanito Ángel, que nunca conocí, a la vez le daba la bienvenida a mis abuelos y tíos, en ocasiones mi padre prendía un puro, mientras agarraba de la mano a mi madre, nosotros junto a ellos. La verdad yo ansiaba que fuera el día tres, para degustar los dulces.

Correo. Lexfemme.12@hotmail.com


El origen de la celebración de día de muertos en México es anterior a la llegada de los españoles. Existen registros de celebraciones en las etnias mexicas, maya, purépecha y totonaca. En los pueblos prehispánicos era común la práctica de conservar los cráneos, como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizan la muerte.

Se convirtió en festival de día de muertos, se conmemoraba el noveno mes en cual dicho ritual tardaba un mes completo, las festividades eran presididas por la diosa Mictecacihuatl, conocida como la dama de la muerte actualmente relacionada con la catrina, esposa de Mictlantecuhtli el señor de la tierra de los muertos. México es un país rico en cultura y tradiciones, uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte. El día de muertos es un ritual catalogado en 2008 por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Hoy en día en algunas familias se han perdido nuestras tradiciones, es importante dar a conocer a las nuevas generaciones que nuestro México es pluricultural, rico en creencias, ritos y leyendas, tienes que sentirte orgulloso de ser mexicano y de nuestra festividad de muertos.

Cuando era pequeña esta tradición de Día de Muertos era toda una fiesta, mi madre colocaba una mesa grande de madera, nos llevaba a comprar lo que llevaría la ofrenda y mientras caminábamos rumbo al mercado nos platicaba la historia de esta tradición, recuerdo que me decía que ese altar tenía que llevar los gustos y sabores de la comida que les gustaba a nuestros difuntos, ya que llegaban a partir del 31 de octubre a las doce de la noche los santos inocentes los niños muertos y que el día 2 de noviembre llegaban los santos difuntos los adultos.

Recuerdo que siempre nos contaba lo mismo, pero cada año que lo hacía yo lo disfrutaba como si fuera la primera vez, ella me decía que los difuntos llegaban a llevarse el sabor y olor de la comida, pero que era muy importante poner siempre la fotografía del difunto ya que representa que nosotros los vivos los recordamos, además tenía que ser muy colorido el altar para poder atraerlos y que la flor de cempasúchil, el copal y el incienso les ayudaba a que no se perdieran y siguieran su camino.

Era tan hermoso encontrar las calaveritas de azúcar con el nombre del difunto, ese olor a flores, aun lo recuerdo, los tamalitos, el rico mole, el champurrado, el chocolate yo ayudaba a mama hacerlo con el molinillo casero, el atole de granillo, dulce de calabaza, las cocadas, el jamoncillo, los cigarros y la botellita de tequila o mezcal con su gusanito para el abuelo. Todos ayudábamos a poner el papel picado, cuando terminábamos, mi madre quemaba el incienso alrededor de la ofrenda, mientras rezábamos el padre nuestro, en ocasiones vi a mi madre triste y a la vez emocionada pues decía que mis abuelos vendrían a comer los tamalitos de frijol, pero sobre todo ese rico pan espolvoreado con azúcar rosada.

Yo era muy feliz, veía velas, comida, fotografías, llegaban visitas y familiares de otros estados, cuando daban las doce campanadas del medio día, mi madre rezaba y despedía a mi hermanito Ángel, que nunca conocí, a la vez le daba la bienvenida a mis abuelos y tíos, en ocasiones mi padre prendía un puro, mientras agarraba de la mano a mi madre, nosotros junto a ellos. La verdad yo ansiaba que fuera el día tres, para degustar los dulces.

Correo. Lexfemme.12@hotmail.com