/ viernes 6 de noviembre de 2020

Nuevos cardenales

El domingo pasado, 25 de octubre, en su intervención en la Plaza de san Pedro, el santo Padre anunció un nuevo consistorio para el próximo 28 de noviembre, en el que aumentará el número de los cardenales de la Iglesia.

Anunció 13 nuevos miembros del colegio cardenalicio, algunos miembros de la Curia Romana, también el prolijo predicador de la casa pontificia, y otros más de diversos puntos del mundo. Nueve de ellos son menores de ochenta años, es decir, podrán participar en un futuro cónclave. Y cuatro de ellos mayores de ochenta entre los que se encuentra monseñor Felipe Arizmendi, obispo emérito de la peculiar diócesis de san Cristóbal de las Casas y colaborador en medios impresos de divulgación nacional.

“Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, constituyen un colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice; según la norma del derecho peculiar, así mismo, los cardenales asisten al Romano Pontífice, tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos asuntos de más importancia, tanto personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando al Papa, sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia Universal”. (CIC. 349).

De tal forma que los cardenales están al servicio de la Iglesia en su universalidad, y su labor esencial, según el modo en que lo sostiene el Derecho que rige nuestra Iglesia es, ofrecer a la Iglesia al sucesor de Pedro, que será uno de los miembros de este colegio cardenalicio. Junto con esto, se les distingue con este título para asistir al Santo Padre en el gobierno de la barca de Pedro que le ha sido confiada, tanto de forma grupal al integrase como colegio, tanto en forma individual con las encomiendas peculiares que a cada uno pudiera encomendarle el Papa.

Así pues, es el Santo Padre quien se reserva para sí mismo la elección de sus colaborares en el colegio cardenalicio. La primera cualidad que han de cumplir es que tengan, al menos, el primer grado del Orden, esto es, que sean presbíteros. Pero no solo atiende a lo anterior. También se observa que sean sacerdotes probados, cuya doctrina sea clara y honesta; fiel al modo en que la Iglesia la entiende. Han de destacar también en sus costumbres, con un proceder cálido y verdaderamente humano, al estilo de Cristo. Sacerdotes con espíritu de piedad, hombres de oración; hombres de Dios. Y que, en la resolución de los asuntos que les haya tocado enfrentar, se hayan dirigido con prudencia.

El domingo pasado, 25 de octubre, en su intervención en la Plaza de san Pedro, el santo Padre anunció un nuevo consistorio para el próximo 28 de noviembre, en el que aumentará el número de los cardenales de la Iglesia.

Anunció 13 nuevos miembros del colegio cardenalicio, algunos miembros de la Curia Romana, también el prolijo predicador de la casa pontificia, y otros más de diversos puntos del mundo. Nueve de ellos son menores de ochenta años, es decir, podrán participar en un futuro cónclave. Y cuatro de ellos mayores de ochenta entre los que se encuentra monseñor Felipe Arizmendi, obispo emérito de la peculiar diócesis de san Cristóbal de las Casas y colaborador en medios impresos de divulgación nacional.

“Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, constituyen un colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice; según la norma del derecho peculiar, así mismo, los cardenales asisten al Romano Pontífice, tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos asuntos de más importancia, tanto personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando al Papa, sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia Universal”. (CIC. 349).

De tal forma que los cardenales están al servicio de la Iglesia en su universalidad, y su labor esencial, según el modo en que lo sostiene el Derecho que rige nuestra Iglesia es, ofrecer a la Iglesia al sucesor de Pedro, que será uno de los miembros de este colegio cardenalicio. Junto con esto, se les distingue con este título para asistir al Santo Padre en el gobierno de la barca de Pedro que le ha sido confiada, tanto de forma grupal al integrase como colegio, tanto en forma individual con las encomiendas peculiares que a cada uno pudiera encomendarle el Papa.

Así pues, es el Santo Padre quien se reserva para sí mismo la elección de sus colaborares en el colegio cardenalicio. La primera cualidad que han de cumplir es que tengan, al menos, el primer grado del Orden, esto es, que sean presbíteros. Pero no solo atiende a lo anterior. También se observa que sean sacerdotes probados, cuya doctrina sea clara y honesta; fiel al modo en que la Iglesia la entiende. Han de destacar también en sus costumbres, con un proceder cálido y verdaderamente humano, al estilo de Cristo. Sacerdotes con espíritu de piedad, hombres de oración; hombres de Dios. Y que, en la resolución de los asuntos que les haya tocado enfrentar, se hayan dirigido con prudencia.