/ martes 15 de mayo de 2018

Para ganar lo importante es llenar urnas, no plazas y marchas

Atrás quedaron las estrategias políticas para ganar elecciones, pues está visto que en las campañas presidencial y de los Estados, la pretensión de los aspirantes y de los responsables de las campañas, es ganar la elección del primer domingo de julio, basados únicamente en la popularidad de los candidatos. A ningún contendiente le interesa la mercadotecnia política y menos la sociología y psicología de las masas. Se han olvidado los estrategas de hoy, que lo importante en una campaña política no es caminar entre tumultos con simpatizantes (muchos de ellos a sueldo), porque nadie garantiza que los que acompañan en sus recorridos y marchas a los candidatos, votarán por ellos.

De ahí que los responsables de la coordinación general de cada campaña, deben poner toda su atención en dos vertientes; la primera en publicitar a los candidatos, para persuadir a los potenciales votantes, de que el candidato promovido es la mejor opción, despertando el interés del ciudadano y alimentando en él la esperanza de que las cosas van a cambiar. La segunda vertiente, debe dirigirse al reclutamiento de los representantes y cuidadores de casillas, cuya lealtad al partido y al candidato, serán inquebrantables; se debe tener la certeza de que no traicionarán la causa por unas monedas que los convierta en Judas de la elección y en esclavos por los próximos seis años del patrocinador de los sobornos que compró sus conciencias.


Y aunque casi se ha extinguido, la vieja costumbre de cambiar votos por despensas, todavía se recurre a la compra del voto con dinero o a la entrega de paquetes para la construcción y mejoramiento de las viviendas. Aprovechar la miseria y la marginación en que viven más de cincuenta millones de mexicanos, no se debe seguir utilizando en acarreos, manipulando el hambre y la necesidad de los pobres, para usurpar una posición política, que no compromete al candidato, por estar consiente de haber comprado el puesto político que desempeña, con los recursos invertidos en su campaña.


La compra de votos es lo que ha servido para malinterpretar la expresión atribuida al profesor Carlos Hank González: “”un político pobre, es un pobre político”” y bajo ese esquema de manipulación y clientelismo electoral se entiende con claridad, que un candidato sin dinero en una campaña bajo las reglas impuestas por el INE, lo único que hará es caer en el ridículo y perderá inexorablemente la elección.


Atrás quedaron las estrategias políticas para ganar elecciones, pues está visto que en las campañas presidencial y de los Estados, la pretensión de los aspirantes y de los responsables de las campañas, es ganar la elección del primer domingo de julio, basados únicamente en la popularidad de los candidatos. A ningún contendiente le interesa la mercadotecnia política y menos la sociología y psicología de las masas. Se han olvidado los estrategas de hoy, que lo importante en una campaña política no es caminar entre tumultos con simpatizantes (muchos de ellos a sueldo), porque nadie garantiza que los que acompañan en sus recorridos y marchas a los candidatos, votarán por ellos.

De ahí que los responsables de la coordinación general de cada campaña, deben poner toda su atención en dos vertientes; la primera en publicitar a los candidatos, para persuadir a los potenciales votantes, de que el candidato promovido es la mejor opción, despertando el interés del ciudadano y alimentando en él la esperanza de que las cosas van a cambiar. La segunda vertiente, debe dirigirse al reclutamiento de los representantes y cuidadores de casillas, cuya lealtad al partido y al candidato, serán inquebrantables; se debe tener la certeza de que no traicionarán la causa por unas monedas que los convierta en Judas de la elección y en esclavos por los próximos seis años del patrocinador de los sobornos que compró sus conciencias.


Y aunque casi se ha extinguido, la vieja costumbre de cambiar votos por despensas, todavía se recurre a la compra del voto con dinero o a la entrega de paquetes para la construcción y mejoramiento de las viviendas. Aprovechar la miseria y la marginación en que viven más de cincuenta millones de mexicanos, no se debe seguir utilizando en acarreos, manipulando el hambre y la necesidad de los pobres, para usurpar una posición política, que no compromete al candidato, por estar consiente de haber comprado el puesto político que desempeña, con los recursos invertidos en su campaña.


La compra de votos es lo que ha servido para malinterpretar la expresión atribuida al profesor Carlos Hank González: “”un político pobre, es un pobre político”” y bajo ese esquema de manipulación y clientelismo electoral se entiende con claridad, que un candidato sin dinero en una campaña bajo las reglas impuestas por el INE, lo único que hará es caer en el ridículo y perderá inexorablemente la elección.