/ jueves 25 de noviembre de 2021

Pegasus: cuando la locura gobierna

Nadie escoge dónde nace. Tolstói decía que "todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a él mismo".

Me equivoqué. En algunos años de escribir toqué una fibra sensible. Incluso se sintieron aludidos quienes, pudiendo serlo, son los menos elitistas que conozco. Saben que pueden hacer más y eso me anima. En ocasiones la realidad supera la ficción. Hay notas que deben despertar una gran preocupación en la sociedad, porque constatan el nivel de descomposición que se alcanza entre la población.

México cierra el año con un regusto amorgosito y cansado. Cansado de quererse tan poco y cansado de tener tan pocos motivos para quererse más. Amorgosito porque está enojado, pero sobre todo, porque no ha perdido cualquier género de fe sobre la posibilidad de ser y hacerlo mejor. La herida asociada a la rotura de la idea de México supura por doquier. Andamos como perro sin dueño, huerfanitos todos frente a la ausencia de respuestas plausibles a la pregunta de por qué parafraseando a Heidegger, México en lugar de no México.

El inicio de un nuevo año pudiera ser un buen momento para dejar de esquivar el elefante en medio de la sala y entrarle al meollo del asunto. Sin alguna idea renovada sobre de qué se trata México y por qué tendría que seguir existiendo, seguimos chapoteando en el ácido del cinismo y yendo a ninguna parte. Acometer la tarea de reinventamos resulta vital. Nos va, literalmente la vida colectiva en ello; convendría entrarle.

Reimaginar una narrativa identitaria que tenga algún correlato con la realidad y que comporte tracción emocional para tantos y tan distintos pobladores de estas tierras no parece fácil. No lo parece, dados los vientos globalizadores e hiper individualistas que recorren el planeta. No parece fácil, sobre todo, dadas nuestras abismales diferencias y esa mezcla corrosiva de cinismo, desesperanza y enojo que ha venido instalándose entre nosotros como acto reflejo frente a la posibilidad misma de una idea de México distinta a ese amargo horroroso hecho de nudos de violencia y corrupción.

La visión identitaria construida a finales de la Revolución Mexicana que nos dio piso común durante muchas décadas, está quebrada. Queda poco o nada de ello. Algo de folklore, algo de colores despintados, héroes maltrechos, poco más. Una narrativa sin resonancia alguna, para pedacería sin brújula o armazón. Deseo otra cosa para los niños y jóvenes que hoy deambulan en México; otra muy distinta para todos nosotros. Necesitamos inventar un piso compartido nuevo, un horizonte que nos dé esperanza y le dé algún sentido vital a esto de existir en común. Tenemos incontables razones para seguir dando tumbos. Sería hora, sin embargo, de diseñar un abrazo para abrazarnos de forma distinta.

Hay mucho material para ese invento necesario. Falta sólo proponernoslo. Termina un año que evidenció la incapacidad de los analistas, los políticos, las encuestas, de leer lo que pasa en otras capas de la sociedad. Un año con claroscuros. Tal vez más oscuros, por lo menos en la parte económica, de seguridad y política. "La política moderna es un campo de batalla de cuatro lados entre el liberalismo, en la parte sensible de la élite, socialismo en el resto de ella, tradicionalismo en el campesinado, y populismo en el proletariado. Así dice Deirdre McCloskey acerca de la política actual, que tiene una falla de origen, magnificada por los medios: La suma-cero es el pensamiento por default.

Que les cuento no es la primera vez que en este espacio subrayamos lo difícil que es negociar con el vecino del norte. Y lo fácil que es, por falta de no entender la política estadounidense, cometer errores básicos. De hecho, cuando llega Donald Trump a la presidencia hubo un cambio de paradigma tan dramático del comportamiento del inquilino de la Casa Blanca, que para México era mejor evitar, dentro de lo posible, negociar con EU. Pero ahora que es presidente Joe Biden, ¿cuál debería ser la estrategia de negociar? En primer lugar, evitar cometer errores de principiantes. Negociar eficazmente con el presidente norteamericano requiere experiencia, análisis histórico y sobre todo, preparación. A diferencia de la administración Trump, el mismo Biden y su equipo tienen décadas de experiencia en la política exterior de su país alrededor del mundo. Y estos funcionarios conocen a México y no son improvisados.

Nadie escoge dónde nace. Tolstói decía que "todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a él mismo".

Me equivoqué. En algunos años de escribir toqué una fibra sensible. Incluso se sintieron aludidos quienes, pudiendo serlo, son los menos elitistas que conozco. Saben que pueden hacer más y eso me anima. En ocasiones la realidad supera la ficción. Hay notas que deben despertar una gran preocupación en la sociedad, porque constatan el nivel de descomposición que se alcanza entre la población.

México cierra el año con un regusto amorgosito y cansado. Cansado de quererse tan poco y cansado de tener tan pocos motivos para quererse más. Amorgosito porque está enojado, pero sobre todo, porque no ha perdido cualquier género de fe sobre la posibilidad de ser y hacerlo mejor. La herida asociada a la rotura de la idea de México supura por doquier. Andamos como perro sin dueño, huerfanitos todos frente a la ausencia de respuestas plausibles a la pregunta de por qué parafraseando a Heidegger, México en lugar de no México.

El inicio de un nuevo año pudiera ser un buen momento para dejar de esquivar el elefante en medio de la sala y entrarle al meollo del asunto. Sin alguna idea renovada sobre de qué se trata México y por qué tendría que seguir existiendo, seguimos chapoteando en el ácido del cinismo y yendo a ninguna parte. Acometer la tarea de reinventamos resulta vital. Nos va, literalmente la vida colectiva en ello; convendría entrarle.

Reimaginar una narrativa identitaria que tenga algún correlato con la realidad y que comporte tracción emocional para tantos y tan distintos pobladores de estas tierras no parece fácil. No lo parece, dados los vientos globalizadores e hiper individualistas que recorren el planeta. No parece fácil, sobre todo, dadas nuestras abismales diferencias y esa mezcla corrosiva de cinismo, desesperanza y enojo que ha venido instalándose entre nosotros como acto reflejo frente a la posibilidad misma de una idea de México distinta a ese amargo horroroso hecho de nudos de violencia y corrupción.

La visión identitaria construida a finales de la Revolución Mexicana que nos dio piso común durante muchas décadas, está quebrada. Queda poco o nada de ello. Algo de folklore, algo de colores despintados, héroes maltrechos, poco más. Una narrativa sin resonancia alguna, para pedacería sin brújula o armazón. Deseo otra cosa para los niños y jóvenes que hoy deambulan en México; otra muy distinta para todos nosotros. Necesitamos inventar un piso compartido nuevo, un horizonte que nos dé esperanza y le dé algún sentido vital a esto de existir en común. Tenemos incontables razones para seguir dando tumbos. Sería hora, sin embargo, de diseñar un abrazo para abrazarnos de forma distinta.

Hay mucho material para ese invento necesario. Falta sólo proponernoslo. Termina un año que evidenció la incapacidad de los analistas, los políticos, las encuestas, de leer lo que pasa en otras capas de la sociedad. Un año con claroscuros. Tal vez más oscuros, por lo menos en la parte económica, de seguridad y política. "La política moderna es un campo de batalla de cuatro lados entre el liberalismo, en la parte sensible de la élite, socialismo en el resto de ella, tradicionalismo en el campesinado, y populismo en el proletariado. Así dice Deirdre McCloskey acerca de la política actual, que tiene una falla de origen, magnificada por los medios: La suma-cero es el pensamiento por default.

Que les cuento no es la primera vez que en este espacio subrayamos lo difícil que es negociar con el vecino del norte. Y lo fácil que es, por falta de no entender la política estadounidense, cometer errores básicos. De hecho, cuando llega Donald Trump a la presidencia hubo un cambio de paradigma tan dramático del comportamiento del inquilino de la Casa Blanca, que para México era mejor evitar, dentro de lo posible, negociar con EU. Pero ahora que es presidente Joe Biden, ¿cuál debería ser la estrategia de negociar? En primer lugar, evitar cometer errores de principiantes. Negociar eficazmente con el presidente norteamericano requiere experiencia, análisis histórico y sobre todo, preparación. A diferencia de la administración Trump, el mismo Biden y su equipo tienen décadas de experiencia en la política exterior de su país alrededor del mundo. Y estos funcionarios conocen a México y no son improvisados.