Los tiempos de abundancia han pasado a mejor término, la solidaridad entre los países es una quimera idolátrica del discurso a destiempo de una diplomacia fallida, nuestros alcances se ven estrechos y hasta limitados en un corto plazo.
La repetida frase de "estás conmigo o estás en mi contra" revive con todo su poder destructivo, al crear dos enormes bloques en pugna por el nuevo ordenamiento de la geopolítica de nuestros tiempos. Nadie querrá quedarse afuera de esta fiesta del desastre en Ucrania, en el conflicto palestino e israelí, ya que desde la fundación del Estado judío y la partición de tales territorios, hemos vuelto a las cruzadas de la edad media, sólo que con nuevos juguetes de destrucción masiva, en donde todo se traduce en dogmas, economías centrales y periféricas, religiones, supremacía, y por supuesto el alineamiento con uno de sólo dos bandos en pugna.
EE. UU. es el mayor país sionista del orbe, la construcción de la Roma actual fue vertiginosa y muy ventajosa en diversos momentos, pero los yanquis judaicos han aportado todo su conocimiento y esfuerzo en la construcción de lo que hasta ahora conocemos en calidad de “un mundo civilizado”. En el proceso del capitalismo han evolucionado los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos allá en el vecino país del norte, pero se han mal acostumbrado a generar dinero fácil y rápido, haciendo de China y otros países sus verdaderos vasallos en un principio, pero si se trata de repartirse el poder global, sucede que ahora el nuevo emporio nacionalista es China.
La dinámica de toda guerra es la continuidad de la política mediante otros medios radicales, fuerzas armadas, milicianos, terroristas, sabotajes, robos de tecnologías y más. Vladimir Putin ha otorgado todas las facilidades posibles a los chinos, ellos a su vez han hecho lo propio para imponer su liderazgo en África, en América del sur, e incluso donaron a Cuba una cantidad equivalente a 100 millones de dólares en efectivo. México es un país plural, pero que nos encontramos en el ojo del huracán y el vaivén de los intereses creados por ambos bandos.
Se dice que cuando Adolfo Hitler sabía que su guerra estaba más que perdida, tuvo una expresión de advertencia: “Nosotros nos vamos, que hagan la política los que vienen, pero tengan mucho cuidado cuando China despierte como potencia mundial”. Palabras más, palabras menos éste es el resultado proyectado también de las secuelas de tal guerra indignante para todo el mundo, pero en especial para el pueblo judío.
El presidente Obrador fiel a su apertura con los pueblos introdujo médicos cubanos, y en un desfile algunas tropas rusas hicieron un gesto de amistad y presencia, lo cual parece que al ejecutivo federal no le importa en nada la crítica de los señores del norte de América. Una situación así equivale a apoyar cuando menos moralmente a chinos y rusos, por lo cual se sintieron ofendidos los políticos de las barras y las estrellas en su bandera. Pero ésta pequeña gran bola de fuego ya nadie la podrá detener por medios diplomáticos, y aunque técnicamente no estamos en una III tercera guerra mundial, sí lo estamos propiciando entre todos los involucrados.
El derecho a la autodefensa del estado judío es absoluto; un bando está liderado por Estados Unidos y sus aliados, el otro es liderado por China, Rusia y sus diversos aliados. El nuevo orden mundial reclama cierta equidad de los desarrollos nacionales, y en el peor la caída del actual capitalismo.