/ viernes 1 de junio de 2018

Perfil de gobernador

La cuestión política es una que nos incluye a todos, es verdaderamente un asunto al que se le debe prestar la atención y el cuidado que le corresponde. Es tan delicada que no podemos tratarla con esquemas ni recetas, sino con la conciencia que es una actividad tan humana que nos implica a todos. Y más en el contexto de la emergencia global en que estamos inmersos.

Nuestro estado no se queda atrás; “del malestar del todo, se sigue el malestar de la parte”, hemos experimentado las diversas situaciones que nos han hecho tocar fondo, y que nos hacen atravesar por este mal sueño en una noche verdaderamente oscura, sombría. Aún con todo, tenemos una fuerza orgánica de ir “arriba y en mejor subiendo”, en ocasión de lo cual nos pone el hecho que cada vez tenemos más cercano a nosotros: las elecciones a gobernador del estado.

Los veracruzanos ya no tenemos la inocencia impoluta que nos haga pensar que “éste o aquel” van a resolver las grandes cuestiones que nos toca resolver a todos desde la trinchera en que nos encontramos. Lo que sí sabemos, y en lo que sí confiamos, es que con un perfil un tanto deseable de gobernador las cosas podrían ir mejor.

Urge a nuestro estado que el gobernador sea primero una persona, es decir, que no se sienta un superhéroe que tiene la facultad de resolverlo todo. Urge una “persona verdaderamente humana”, que con los pies en la tierra sea consciente de sus luces y sombras. Alguien que tenga la experiencia de saberse amado y que esté dispuesto al amor; que sepa y quiera amar. Que no tenga una moral económica ni de estrategias meramente políticas.

Una persona así está en ocasión de poder hacer equipo, de tender la mano y aceptarla cuando se la ofrezcan a él. Uno que sepa confiar y que esté dispuesto a delegar, que se deje ayudar por quienes están verdaderamente capacitados para los asuntos que le distraerían de su delicada función. Uno que sepa ser líder, que sepa que lo que rige y urge es la tarea y no el protagonismo asfixiante.

Con estos presupuestos tenemos la certeza que nuestro gobernador será alguien que, dispuesto a ver por todos, se olvide incluso de sí mismo para salir con las armas de la justicia y la verdad al encuentro de los más necesitados. Con la calidad de un encuentro que no genera dependencia, sino que empodera hasta hacerse responsables del propio desarrollo. Así, venceremos la espiral del voto agonizante y nos dispondremos para encausar una historia que inicie con el sufragio.

La cuestión política es una que nos incluye a todos, es verdaderamente un asunto al que se le debe prestar la atención y el cuidado que le corresponde. Es tan delicada que no podemos tratarla con esquemas ni recetas, sino con la conciencia que es una actividad tan humana que nos implica a todos. Y más en el contexto de la emergencia global en que estamos inmersos.

Nuestro estado no se queda atrás; “del malestar del todo, se sigue el malestar de la parte”, hemos experimentado las diversas situaciones que nos han hecho tocar fondo, y que nos hacen atravesar por este mal sueño en una noche verdaderamente oscura, sombría. Aún con todo, tenemos una fuerza orgánica de ir “arriba y en mejor subiendo”, en ocasión de lo cual nos pone el hecho que cada vez tenemos más cercano a nosotros: las elecciones a gobernador del estado.

Los veracruzanos ya no tenemos la inocencia impoluta que nos haga pensar que “éste o aquel” van a resolver las grandes cuestiones que nos toca resolver a todos desde la trinchera en que nos encontramos. Lo que sí sabemos, y en lo que sí confiamos, es que con un perfil un tanto deseable de gobernador las cosas podrían ir mejor.

Urge a nuestro estado que el gobernador sea primero una persona, es decir, que no se sienta un superhéroe que tiene la facultad de resolverlo todo. Urge una “persona verdaderamente humana”, que con los pies en la tierra sea consciente de sus luces y sombras. Alguien que tenga la experiencia de saberse amado y que esté dispuesto al amor; que sepa y quiera amar. Que no tenga una moral económica ni de estrategias meramente políticas.

Una persona así está en ocasión de poder hacer equipo, de tender la mano y aceptarla cuando se la ofrezcan a él. Uno que sepa confiar y que esté dispuesto a delegar, que se deje ayudar por quienes están verdaderamente capacitados para los asuntos que le distraerían de su delicada función. Uno que sepa ser líder, que sepa que lo que rige y urge es la tarea y no el protagonismo asfixiante.

Con estos presupuestos tenemos la certeza que nuestro gobernador será alguien que, dispuesto a ver por todos, se olvide incluso de sí mismo para salir con las armas de la justicia y la verdad al encuentro de los más necesitados. Con la calidad de un encuentro que no genera dependencia, sino que empodera hasta hacerse responsables del propio desarrollo. Así, venceremos la espiral del voto agonizante y nos dispondremos para encausar una historia que inicie con el sufragio.