/ jueves 19 de noviembre de 2020

Pobre de los pobres

Como si fuera poco lo que estamos pasando en nuestro país, dos años de deterioro económico, decisiones que han ahuyentado a los inversionistas nacionales y extranjeros; el cierre del megaproyecto cervecero en el norte por favorecer a otra empresa que ni siquiera da indicios de salir al mercado nacional, tal vez porque quizá es una empresa con lavandería.

Luego la llegada de la pandemia, que desde marzo y hasta ahora ha causado el quiebre y cierre de miles de negocios y empresas, aumentando considerablemente el desempleo, pasando los despedidos a engrosar las filas de los empleados de la burocracia que fueron despedidos de las oficinas de los gobiernos federal y estatales gobernados por el partido en el poder y cuyo único pecado fue haber laborado en esas dependencias en pasadas administraciones.

Tras la falta de previsión y programas bien estructurados y planeados para contener la pandemia, la peste se propagó de manera brutal, causando hasta el momento más de un millón de contagios y cientos de miles de muertos, cifra incierta pues al principio muchos de los muertos por Covid-19 se les adjudicaba el diagnóstico de neumonía atípica. Para peor suerte de los galenos y personal de salud de los centros de atención de esos enfermos, en principio los mandaron a la guerra sin fusil, sin equipos de protección; después les dieron equipos de segunda, por lo que muchos tuvieron que comprar su propio material, lo que provocó que tengamos la cifra más alta de personal sanitario muerto por coronavirus en Latinoamérica.

Y para colmo nos han azotado fenómenos naturales que han afectado brutalmente al sureste mexicano, pasando por Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, estos dos últimos los más devastados, lo que me recuerda el dicho que reza: “éramos tantos en la casa y se le ocurrió parir a la abuela”, dejando a su paso destrucción, pérdida de cultivos y ganado, fuentes de trabajo, inundación y pérdida de casas y enseres domésticos, dejando a la gente, los más humildes, en la calle y sin patrimonio, además de la pérdida de vidas humanas.

Recuerdo que en situaciones similares, de inmediato los mandatarios de todos los niveles y sus gabinetes visitaban las zonas de desastre, mojándose hasta las rodillas y dando apoyo y esperanza; esta vez ni siquiera se mojaron los zapatos y todavía exclaman que con el desfogue de las presas se causaba un mal menor, porque el daño afectaba a la gente pobre. Si a eso le sumamos que tras cancelar el fideicomiso destinado a los daños por desastres naturales, esa pobre gente se quedará con una mano atrás y otra adelante, esperanzados a la ayuda de los ciudadanos que están apoyando con víveres, agua y ropa. Ah, pero el gasto del año entrante fue incrementado para los megaproyectos faraónicos.

Estamos cerrando el año con pésimas condiciones económicas, en medio de políticas populistas que no son objetadas por la borregada legislativa, aumentos abusivos en el costo de luz, agua, nuevos impuestos y recabando dinero que seguro será destinado a no perder el poder en los próximos comicios.

Estamos cerrando el año con pésimas condiciones económicas, en medio de políticas populistas que no son objetadas por la borregada legislativa, aumentos abusivos en el costo de luz, agua, nuevos impuestos y recabando dinero que seguro será destinado a no perder el poder en los próximos comicios.

Como si fuera poco lo que estamos pasando en nuestro país, dos años de deterioro económico, decisiones que han ahuyentado a los inversionistas nacionales y extranjeros; el cierre del megaproyecto cervecero en el norte por favorecer a otra empresa que ni siquiera da indicios de salir al mercado nacional, tal vez porque quizá es una empresa con lavandería.

Luego la llegada de la pandemia, que desde marzo y hasta ahora ha causado el quiebre y cierre de miles de negocios y empresas, aumentando considerablemente el desempleo, pasando los despedidos a engrosar las filas de los empleados de la burocracia que fueron despedidos de las oficinas de los gobiernos federal y estatales gobernados por el partido en el poder y cuyo único pecado fue haber laborado en esas dependencias en pasadas administraciones.

Tras la falta de previsión y programas bien estructurados y planeados para contener la pandemia, la peste se propagó de manera brutal, causando hasta el momento más de un millón de contagios y cientos de miles de muertos, cifra incierta pues al principio muchos de los muertos por Covid-19 se les adjudicaba el diagnóstico de neumonía atípica. Para peor suerte de los galenos y personal de salud de los centros de atención de esos enfermos, en principio los mandaron a la guerra sin fusil, sin equipos de protección; después les dieron equipos de segunda, por lo que muchos tuvieron que comprar su propio material, lo que provocó que tengamos la cifra más alta de personal sanitario muerto por coronavirus en Latinoamérica.

Y para colmo nos han azotado fenómenos naturales que han afectado brutalmente al sureste mexicano, pasando por Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, estos dos últimos los más devastados, lo que me recuerda el dicho que reza: “éramos tantos en la casa y se le ocurrió parir a la abuela”, dejando a su paso destrucción, pérdida de cultivos y ganado, fuentes de trabajo, inundación y pérdida de casas y enseres domésticos, dejando a la gente, los más humildes, en la calle y sin patrimonio, además de la pérdida de vidas humanas.

Recuerdo que en situaciones similares, de inmediato los mandatarios de todos los niveles y sus gabinetes visitaban las zonas de desastre, mojándose hasta las rodillas y dando apoyo y esperanza; esta vez ni siquiera se mojaron los zapatos y todavía exclaman que con el desfogue de las presas se causaba un mal menor, porque el daño afectaba a la gente pobre. Si a eso le sumamos que tras cancelar el fideicomiso destinado a los daños por desastres naturales, esa pobre gente se quedará con una mano atrás y otra adelante, esperanzados a la ayuda de los ciudadanos que están apoyando con víveres, agua y ropa. Ah, pero el gasto del año entrante fue incrementado para los megaproyectos faraónicos.

Estamos cerrando el año con pésimas condiciones económicas, en medio de políticas populistas que no son objetadas por la borregada legislativa, aumentos abusivos en el costo de luz, agua, nuevos impuestos y recabando dinero que seguro será destinado a no perder el poder en los próximos comicios.

Estamos cerrando el año con pésimas condiciones económicas, en medio de políticas populistas que no son objetadas por la borregada legislativa, aumentos abusivos en el costo de luz, agua, nuevos impuestos y recabando dinero que seguro será destinado a no perder el poder en los próximos comicios.