/ jueves 30 de enero de 2020

Polarización y monólogos

Tal vez nunca hemos tenido una vida pública armónica en México. Ahora menos la vivimos. Son tiempos de polarización y ausencia de diálogos. Como siempre, la línea baja del poder y surte efectos en opositores políticos y otros sectores. La polarización inhibe los entendimientos, la claridad de ideas, limita al pluralismo y nos aleja de la unión. Es la postura más fácil, ahorra pensar mucho y simplifica la ubicación de adversarios. El problema es que complica todo lo que sea gobernabilidad y hace perder el tiempo a los actores públicos en la búsqueda de soluciones a la problemática social.

Se disparan adjetivos y descalificaciones, se sustituyen los argumentos y se obscurece el ambiente público. A veces parece un juego, algo simpático. No lo es. No hay humor ni justificación en los planteamientos intolerantes. La violencia verbal es el paso obligado para la violencia física. En todos los casos se debe cuestionar e impedir la polarización, por negativa, pero en la que proviene del poder político se tiene que ser muy categórico en su rechazo. Por el momento los más agrios debates de la polarización tienen como escenario a las redes sociales, donde cotidianamente se dan cadenas de ataques en un sentido u otro. Es tal la beligerancia entre quienes apoyan o rechazan al presidente que sus intercambios han perdido efectividad para convertirse en un fugaz desahogo, cuando mucho de un día.

Afortunadamente hasta ahora las sistemáticas diferencias señaladas no se trasladan a la vida real; sin embargo, no hay que descartar que, de continuar ese ambiente, al final si se podría afectar la convivencia social. Son cuestiones del poder, de convicciones y formas de ejercer el gobierno. Es un error grave. Pinta a políticos menores en calidad democrática. Es un recurso para implantar estilo y simplificar su trato popular. Igual caracteriza a cierto tipo de opositores políticos, casi todos, que confundidos e impotentes no pasan de una descalificación sistemática a todo lo que provenga del gobierno federal.

Hay situaciones delicadas que deben atenderse. Habrá que poner el foco en los casos de extremismo aunque sean verbales. Se ha venido abriendo paso, todavía inicial, un tono irracional y deshumanizado, donde no importa la vida y el honor de nadie. Para quienes promueven eso no importa la verdad ni la empatía de algún tipo de víctimas. Entre los promotores hay fanáticos sencillos y reales, muchos simuladores y siniestros operadores del bloque del poder. Por condición humana ciertos ocupantes de los espacios de gobierno son repetidores en lo general de las prácticas políticas tradicionales.

El mensaje unilateral no es equivalente de diálogo, no hay intercambio de opiniones, solo impera una voz y una visión. Debe recuperarse o construirse un ambiente de diálogo como medio insustituible de comunicación entre las personas. No luce ni facilita carreras políticas, pero es indispensable para el desarrollo social. A través del diálogo se pueden acercar posturas y se facilitan los entendimientos. El diálogo es superior al monólogo, es mucho mejor para saber de los otros y cultivar la tolerancia. Se requiere insistir como práctica cotidiana en el diálogo transparente y fluido, creativo y normal. El diálogo debe ser una sana rutina entre nosotros. Si te digo algo también te escucho. Sabes de mí y sé de ti. El diálogo hace comunidad.

Recadito: Satisfecho por las reacciones a la posibilidad de ser candidato independiente. Es creíble.

Ufa.1959@gmail.com

Tal vez nunca hemos tenido una vida pública armónica en México. Ahora menos la vivimos. Son tiempos de polarización y ausencia de diálogos. Como siempre, la línea baja del poder y surte efectos en opositores políticos y otros sectores. La polarización inhibe los entendimientos, la claridad de ideas, limita al pluralismo y nos aleja de la unión. Es la postura más fácil, ahorra pensar mucho y simplifica la ubicación de adversarios. El problema es que complica todo lo que sea gobernabilidad y hace perder el tiempo a los actores públicos en la búsqueda de soluciones a la problemática social.

Se disparan adjetivos y descalificaciones, se sustituyen los argumentos y se obscurece el ambiente público. A veces parece un juego, algo simpático. No lo es. No hay humor ni justificación en los planteamientos intolerantes. La violencia verbal es el paso obligado para la violencia física. En todos los casos se debe cuestionar e impedir la polarización, por negativa, pero en la que proviene del poder político se tiene que ser muy categórico en su rechazo. Por el momento los más agrios debates de la polarización tienen como escenario a las redes sociales, donde cotidianamente se dan cadenas de ataques en un sentido u otro. Es tal la beligerancia entre quienes apoyan o rechazan al presidente que sus intercambios han perdido efectividad para convertirse en un fugaz desahogo, cuando mucho de un día.

Afortunadamente hasta ahora las sistemáticas diferencias señaladas no se trasladan a la vida real; sin embargo, no hay que descartar que, de continuar ese ambiente, al final si se podría afectar la convivencia social. Son cuestiones del poder, de convicciones y formas de ejercer el gobierno. Es un error grave. Pinta a políticos menores en calidad democrática. Es un recurso para implantar estilo y simplificar su trato popular. Igual caracteriza a cierto tipo de opositores políticos, casi todos, que confundidos e impotentes no pasan de una descalificación sistemática a todo lo que provenga del gobierno federal.

Hay situaciones delicadas que deben atenderse. Habrá que poner el foco en los casos de extremismo aunque sean verbales. Se ha venido abriendo paso, todavía inicial, un tono irracional y deshumanizado, donde no importa la vida y el honor de nadie. Para quienes promueven eso no importa la verdad ni la empatía de algún tipo de víctimas. Entre los promotores hay fanáticos sencillos y reales, muchos simuladores y siniestros operadores del bloque del poder. Por condición humana ciertos ocupantes de los espacios de gobierno son repetidores en lo general de las prácticas políticas tradicionales.

El mensaje unilateral no es equivalente de diálogo, no hay intercambio de opiniones, solo impera una voz y una visión. Debe recuperarse o construirse un ambiente de diálogo como medio insustituible de comunicación entre las personas. No luce ni facilita carreras políticas, pero es indispensable para el desarrollo social. A través del diálogo se pueden acercar posturas y se facilitan los entendimientos. El diálogo es superior al monólogo, es mucho mejor para saber de los otros y cultivar la tolerancia. Se requiere insistir como práctica cotidiana en el diálogo transparente y fluido, creativo y normal. El diálogo debe ser una sana rutina entre nosotros. Si te digo algo también te escucho. Sabes de mí y sé de ti. El diálogo hace comunidad.

Recadito: Satisfecho por las reacciones a la posibilidad de ser candidato independiente. Es creíble.

Ufa.1959@gmail.com