/ domingo 13 de diciembre de 2020

Policías emboscados

Noche del jueves 10 diciembre. Carretera Xalapa-Veracruz. A la altura de Cerro Gordo. De pronto, ¡zas!, el rafagueo. Los malandros disparando a elementos policiacos. Casi casi, mejor dicho, emboscada.

Simple y llanamente, los malosos, recrudeciendo la estrategia de terror y horror, pánico y pesadilla.

Por fortuna, ningún herido. Avisados, los policías federales, estatales y municipales lanzaron feroz persecución. Incluso, hasta con drones. Los sicarios habían subido al cielo como Remedios la bella en la novelística de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Desde hace ratito, los carteles y cartelitos, más endurecidos que nunca. Una guerra atroz que lleva catorce años, entrando a los quince. 6 de Felipe Calderón. 6 de Enrique Peña Nieto. 2 de Andrés Manuel López Obrador.

Número incalculable de muertos. Sicarios muertos. Pero también población civil.

En Veracruz, por ejemplo, asesinados policías, mujeres, niños, ancianos, políticos, líderes partidistas, activistas sociales, profesores, taxistas y reporteros, entre otros.

Una guerra que, por desgracia, en ningún momento es de la población. El gobierno contra los barones de la droga, perdiendo la batalla.

En contraparte, cada vez más concesiones, privilegios y canonjías a las fuerzas armadas, por ejemplo.

La población civil es la jodida. Ancianas asesinadas, que solo para robarles. Mujeres ejecutadas. Lo peor: además de ultrajadas, decapitadas y arrojado el cadáver en un municipio y la cabeza en otro. Saña y barbarie en el nivel más atroz de la vida.

Número insólito de niños huérfanos. Además, niños asesinados. Y lo peor entre lo peor, en la impunidad.

Y de ñapa, la Fiscal General empistolada como parte de un reality show para satisfacer la vanidad.

Ta’cañón el fuego enemigo y adversario de los malandros contra los policías en la carretera Xalapa-Veracruz.

Una provocación abierta, sin rodeos ni medias tintas. "Aquí estamos" fue el mensaje a la secretaría de Seguridad Pública, la Fuerza Civil y la Guardia Nacional.

Insólito: por aquí la autoridad anuncia la captura de malandros y jefes de bandas delincuenciales, en automático hay sustitutos y relevos y que luego luego se multiplican como si se tratara, digamos, de la División del Norte de Pancho Villa que iniciando su ejército con unos cien hombres, terminó con treinta mil en el campo de batalla.

En otras latitudes geográficas, los carteles desafían en forma directa a las corporaciones policiacas de todos los niveles.

Y cuando encuentran tierra fértil, las rasuran y corrompen, como el caso de los narco/policías de Álamo y Paso del Macho, y los municipios faltantes de rastrear pistas.

La emboscada en Cerro Gordo es un avisito más. Los malosos ya se les metieron en Xalapa, la ciudad más vigilada y blindada del estado de Veracruz porque es la sede de los tres poderes.

Y sin embargo, frágil. En el duartazgo siempre existió la versión, nunca desmentida, de que los malandros se fueron contra la escolta y los hijos de Javier Duarte.

Es el Veracruz que nos ha tocado vivir. Los chicos de 28 años para atrás (nacidos del sexenio de Patricio Chirinos Calero a la fecha) únicamente han conocido un Veracruz convertido en un río de sangre, oliendo a pólvora.

Estamos, entonces, a dos años de cumplir treinta años de un Veracruz violento, en la incertidumbre, la zozobra, la inseguridad y la impunidad.

Noche del jueves 10 diciembre. Carretera Xalapa-Veracruz. A la altura de Cerro Gordo. De pronto, ¡zas!, el rafagueo. Los malandros disparando a elementos policiacos. Casi casi, mejor dicho, emboscada.

Simple y llanamente, los malosos, recrudeciendo la estrategia de terror y horror, pánico y pesadilla.

Por fortuna, ningún herido. Avisados, los policías federales, estatales y municipales lanzaron feroz persecución. Incluso, hasta con drones. Los sicarios habían subido al cielo como Remedios la bella en la novelística de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Desde hace ratito, los carteles y cartelitos, más endurecidos que nunca. Una guerra atroz que lleva catorce años, entrando a los quince. 6 de Felipe Calderón. 6 de Enrique Peña Nieto. 2 de Andrés Manuel López Obrador.

Número incalculable de muertos. Sicarios muertos. Pero también población civil.

En Veracruz, por ejemplo, asesinados policías, mujeres, niños, ancianos, políticos, líderes partidistas, activistas sociales, profesores, taxistas y reporteros, entre otros.

Una guerra que, por desgracia, en ningún momento es de la población. El gobierno contra los barones de la droga, perdiendo la batalla.

En contraparte, cada vez más concesiones, privilegios y canonjías a las fuerzas armadas, por ejemplo.

La población civil es la jodida. Ancianas asesinadas, que solo para robarles. Mujeres ejecutadas. Lo peor: además de ultrajadas, decapitadas y arrojado el cadáver en un municipio y la cabeza en otro. Saña y barbarie en el nivel más atroz de la vida.

Número insólito de niños huérfanos. Además, niños asesinados. Y lo peor entre lo peor, en la impunidad.

Y de ñapa, la Fiscal General empistolada como parte de un reality show para satisfacer la vanidad.

Ta’cañón el fuego enemigo y adversario de los malandros contra los policías en la carretera Xalapa-Veracruz.

Una provocación abierta, sin rodeos ni medias tintas. "Aquí estamos" fue el mensaje a la secretaría de Seguridad Pública, la Fuerza Civil y la Guardia Nacional.

Insólito: por aquí la autoridad anuncia la captura de malandros y jefes de bandas delincuenciales, en automático hay sustitutos y relevos y que luego luego se multiplican como si se tratara, digamos, de la División del Norte de Pancho Villa que iniciando su ejército con unos cien hombres, terminó con treinta mil en el campo de batalla.

En otras latitudes geográficas, los carteles desafían en forma directa a las corporaciones policiacas de todos los niveles.

Y cuando encuentran tierra fértil, las rasuran y corrompen, como el caso de los narco/policías de Álamo y Paso del Macho, y los municipios faltantes de rastrear pistas.

La emboscada en Cerro Gordo es un avisito más. Los malosos ya se les metieron en Xalapa, la ciudad más vigilada y blindada del estado de Veracruz porque es la sede de los tres poderes.

Y sin embargo, frágil. En el duartazgo siempre existió la versión, nunca desmentida, de que los malandros se fueron contra la escolta y los hijos de Javier Duarte.

Es el Veracruz que nos ha tocado vivir. Los chicos de 28 años para atrás (nacidos del sexenio de Patricio Chirinos Calero a la fecha) únicamente han conocido un Veracruz convertido en un río de sangre, oliendo a pólvora.

Estamos, entonces, a dos años de cumplir treinta años de un Veracruz violento, en la incertidumbre, la zozobra, la inseguridad y la impunidad.

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