/ lunes 13 de enero de 2020

PRI en Veracruz, membrete y cascarón

Contrario a lo que ocurre con otras fuerzas políticas, que luchan por crecer en términos electorales, el PRI de Veracruz parece aletargado, inmóvil, inactivo.

Pareciera que los músculos del otrora partido aplanadora están entumecidos o, peor aún, atrofiados.

Lo peor es que no se observa cómo podría resurgir el tricolor, dado que tanto su dirigencia como sus principales cuadros han decidido adoptar una actitud sumamente discreta.

Por si fuera poco, entre un sector de la militancia comienzan a observar que la debilidad política de la dirigencia priista podría significar la capitulación. En pocas palabras, la impresión que deja el partido raya en el sometimiento de su dirigencia con relación a otras fuerzas.

En días pasados, el jueves para ser preciso, el dirigente estatal del PRI en Veracruz, Marlon Ramírez Marín, se reunió con periodistas locales, a quienes dijo que el partido no sólo resurgirá, sino que lo hará para ganar el proceso electoral de 2021.

Envalentonado, presumió un supuesto trabajo de reorganización desde los comités municipales; el problema es que nadie cree en la independencia del presidente del CDE del partido; de hecho, las versiones que apuntan a una subordinación hacia Miguel Ángel Yunes son cada vez más insistentes.

Al interior del PRI corre la especie en el sentido de que sólo en alianza con Acción Nacional, el tricolor podría tener un nivel competitivo; lamentable, porque hasta hace una década, el partido se mantenía vigente entre la primera y la segunda fuerza política; hoy naufraga en un mar de mediocridad política: el partido hegemónico es Morena y la única fuerza competitiva, el PAN. El PRI, por su parte, terminó por disputar un espacio con el Verde y el Movimiento Ciudadano.

A estas alturas, observando el escenario político, es más probable que el tricolor se vaya a la cuarta fuerza, que resurja como dijo Marlon Ramírez a los reporteros veracruzanos.

Por otra parte, sería injusto atribuir la debacle del partido en Veracruz a una dirigencia débil; la realidad es que poco a poco los líderes del tricolor comenzaron a abandonar esas filas; unos, para crear nuevos proyectos; y otros, para sumarse a barcos que parecieran tener mejores destinos.

De forma reciente, un priista destacado comentaba la realidad del partido en el estado de Puebla; comentaba que los diputados priistas, salvo alguna excepción, comían de la mano de Morena. Sumisos, los legisladores que llegaron al Congreso local por el PRI responden más a la agenda del partido de Miguel Barbosa que a los intereses del tricolor. Algo parecido ocurre en Veracruz, donde la minibancada ha tenido un papel lamentable. En ese sentido, no se observan ya, como antaño, liderazgos regionales importantes en el priismo; de hecho, cada vez son más los aspirantes que prefieren postularse por otras fuerzas, que por el tricolor.

Hasta hace una década, quienes aspiraban a cargos de elección, alcaldías, diputaciones y senadurías, se peleaban por ser nominados por el PRI; hoy, el partido casi ruega que acepten las candidaturas. ¿A qué se debe?, entre otras cosas, al desgaste natural de un partido que estuvo en el poder por más de 70 años; al descrédito por los frecuentes escándalos de corrupción; y al hartazgo de los ciudadanos. Frente a esa realidad, de poco sirven las fanfarronerías de dirigentes como el veracruzano Marlon Ramírez, quien hoy sale con el cuento de que el PRI va a resurgir debido a los “errores” de los alcaldes de Morena.

Contrario a lo que ocurre con otras fuerzas políticas, que luchan por crecer en términos electorales, el PRI de Veracruz parece aletargado, inmóvil, inactivo.

Pareciera que los músculos del otrora partido aplanadora están entumecidos o, peor aún, atrofiados.

Lo peor es que no se observa cómo podría resurgir el tricolor, dado que tanto su dirigencia como sus principales cuadros han decidido adoptar una actitud sumamente discreta.

Por si fuera poco, entre un sector de la militancia comienzan a observar que la debilidad política de la dirigencia priista podría significar la capitulación. En pocas palabras, la impresión que deja el partido raya en el sometimiento de su dirigencia con relación a otras fuerzas.

En días pasados, el jueves para ser preciso, el dirigente estatal del PRI en Veracruz, Marlon Ramírez Marín, se reunió con periodistas locales, a quienes dijo que el partido no sólo resurgirá, sino que lo hará para ganar el proceso electoral de 2021.

Envalentonado, presumió un supuesto trabajo de reorganización desde los comités municipales; el problema es que nadie cree en la independencia del presidente del CDE del partido; de hecho, las versiones que apuntan a una subordinación hacia Miguel Ángel Yunes son cada vez más insistentes.

Al interior del PRI corre la especie en el sentido de que sólo en alianza con Acción Nacional, el tricolor podría tener un nivel competitivo; lamentable, porque hasta hace una década, el partido se mantenía vigente entre la primera y la segunda fuerza política; hoy naufraga en un mar de mediocridad política: el partido hegemónico es Morena y la única fuerza competitiva, el PAN. El PRI, por su parte, terminó por disputar un espacio con el Verde y el Movimiento Ciudadano.

A estas alturas, observando el escenario político, es más probable que el tricolor se vaya a la cuarta fuerza, que resurja como dijo Marlon Ramírez a los reporteros veracruzanos.

Por otra parte, sería injusto atribuir la debacle del partido en Veracruz a una dirigencia débil; la realidad es que poco a poco los líderes del tricolor comenzaron a abandonar esas filas; unos, para crear nuevos proyectos; y otros, para sumarse a barcos que parecieran tener mejores destinos.

De forma reciente, un priista destacado comentaba la realidad del partido en el estado de Puebla; comentaba que los diputados priistas, salvo alguna excepción, comían de la mano de Morena. Sumisos, los legisladores que llegaron al Congreso local por el PRI responden más a la agenda del partido de Miguel Barbosa que a los intereses del tricolor. Algo parecido ocurre en Veracruz, donde la minibancada ha tenido un papel lamentable. En ese sentido, no se observan ya, como antaño, liderazgos regionales importantes en el priismo; de hecho, cada vez son más los aspirantes que prefieren postularse por otras fuerzas, que por el tricolor.

Hasta hace una década, quienes aspiraban a cargos de elección, alcaldías, diputaciones y senadurías, se peleaban por ser nominados por el PRI; hoy, el partido casi ruega que acepten las candidaturas. ¿A qué se debe?, entre otras cosas, al desgaste natural de un partido que estuvo en el poder por más de 70 años; al descrédito por los frecuentes escándalos de corrupción; y al hartazgo de los ciudadanos. Frente a esa realidad, de poco sirven las fanfarronerías de dirigentes como el veracruzano Marlon Ramírez, quien hoy sale con el cuento de que el PRI va a resurgir debido a los “errores” de los alcaldes de Morena.