/ miércoles 25 de marzo de 2020

Que Dios nos encuentre confesados

La conferencia mañanera del presidente AMLO, después de tantas críticas y cuestionamientos en las “benditas” redes sociales, sirvió para encender la alarma entre la población y tomar en serio lo que significa enfrentar a la pandemia del coronavirus en las condiciones de pobreza y abandono en que vive la mayoría de los mexicanos.

Y es que desde que se detectó el Covid-19 en China, en diciembre pasado, un equipo de científicos de ese país alertó al mundo sobre la mecánica de la “infección viral”, su potente desarrollo y proliferación, que podría convertirse en una amenaza mortal para la humanidad, tal como le ocurrió a su descubridor, el doctor Li Wenliang, quien falleció el mes pasado en un hospital de Wuhan, donde atendía a pacientes afectados por el coronavirus.

Primero se acusó al doctor Wenliang de “propalar rumores y hacer comentarios falsos”, y ahora que ha muerto, con él han fallecido miles de ciudadanos de todas las edades y nacionalidades, sin que se pueda remediar el mal, ocasionado por la ignorancia y garrafal descuido de los gobernantes de países del “primer y tercer mundo”, que no creyeron la advertencia del científico chino, quien en un ejercicio profesional heroico perdió la vida luchando por salvar a sus pacientes.

Qué espera a los mexicanos, si el secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer Varela, no ha sido capaz de diseñar, coordinar y ejecutar las políticas públicas en salubridad general, cuya obligación le impone la Ley General de Salud. Menos aún la regulación de los procesos y técnicas de salubridad y asistencia a las que están obligadas las instituciones públicas y privadas como el IMSS y el ISSSTE, cuyas quejas por la falta de presupuesto público sólo han servido para incumplir los acuerdos del Consejo de Salubridad General, que por orden presidencial apenas se empiezan a cumplir.

Los reflectores en medios de comunicación, con el respaldo de López Obrador, los ha tenido el doctor Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, quien al parecer es el único funcionario de esa área que sabe de las causas y efectos del coronavirus, y quien apostando su prestigio profesional aconseja al presidente las acciones a seguir para contrarrestar la pandemia.

Por dignidad y vergüenza, el secretario de Salud debería renunciar al cargo que mal desempeña y recluirse en cuarentena. Y a los mexicanos, que Dios nos encuentre confesados.

La conferencia mañanera del presidente AMLO, después de tantas críticas y cuestionamientos en las “benditas” redes sociales, sirvió para encender la alarma entre la población y tomar en serio lo que significa enfrentar a la pandemia del coronavirus en las condiciones de pobreza y abandono en que vive la mayoría de los mexicanos.

Y es que desde que se detectó el Covid-19 en China, en diciembre pasado, un equipo de científicos de ese país alertó al mundo sobre la mecánica de la “infección viral”, su potente desarrollo y proliferación, que podría convertirse en una amenaza mortal para la humanidad, tal como le ocurrió a su descubridor, el doctor Li Wenliang, quien falleció el mes pasado en un hospital de Wuhan, donde atendía a pacientes afectados por el coronavirus.

Primero se acusó al doctor Wenliang de “propalar rumores y hacer comentarios falsos”, y ahora que ha muerto, con él han fallecido miles de ciudadanos de todas las edades y nacionalidades, sin que se pueda remediar el mal, ocasionado por la ignorancia y garrafal descuido de los gobernantes de países del “primer y tercer mundo”, que no creyeron la advertencia del científico chino, quien en un ejercicio profesional heroico perdió la vida luchando por salvar a sus pacientes.

Qué espera a los mexicanos, si el secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer Varela, no ha sido capaz de diseñar, coordinar y ejecutar las políticas públicas en salubridad general, cuya obligación le impone la Ley General de Salud. Menos aún la regulación de los procesos y técnicas de salubridad y asistencia a las que están obligadas las instituciones públicas y privadas como el IMSS y el ISSSTE, cuyas quejas por la falta de presupuesto público sólo han servido para incumplir los acuerdos del Consejo de Salubridad General, que por orden presidencial apenas se empiezan a cumplir.

Los reflectores en medios de comunicación, con el respaldo de López Obrador, los ha tenido el doctor Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, quien al parecer es el único funcionario de esa área que sabe de las causas y efectos del coronavirus, y quien apostando su prestigio profesional aconseja al presidente las acciones a seguir para contrarrestar la pandemia.

Por dignidad y vergüenza, el secretario de Salud debería renunciar al cargo que mal desempeña y recluirse en cuarentena. Y a los mexicanos, que Dios nos encuentre confesados.