/ sábado 3 de octubre de 2020

¿Qué es traición a la Patria?

Sólo se puede juzgar a los presidentes y expresidentes por “traición a la Patria y delitos graves del orden común”, dice la Constitución en el artículo 108; lo repite insistentemente el compañero presidente López Obrador, por eso puso a consideración de los ciudadanos si estaban de acuerdo o no en juzgar a los expresidentes, para que no pareciera una venganza política.

Sería extraño que ese pueblo tan politizado, como dice, fuera a pensar eso, cuando todo mundo sabe de los robos, atracos, crímenes y complicidad de esos gobiernos con el crimen organizado y como administradores y capataces del sistema neoliberal (capitalista), que entregaron territorio y bienes (petróleo, electricidad, ferrocarriles, minas, playas, jubilaciones de los trabajadores, financiando deudas y corruptelas privadas con dinero de la sociedad) a empresas extranjeras.

Agregue usted todos los crímenes, desaparecidos, contubernio del gobierno calderonista con el crimen organizado. Miguel de la Madrid denunció en su momento al hermano de Carlos Salinas de contubernio con el crimen organizado, después De la Madrid se desdijo, alegando enfermedad. ¿Todo eso y más no es traición a la Patria o delitos graves?

Usted mismo, compañero Presidente, lo ha dicho reiteradamente, que en este país no se puede cometer tales atracos, robos, crímenes, sin que el jefe superior (llámese presidente de la República o gobernador del estado) se haya enterado o dado su aprobación. Antes, ante tales delitos era ley no escrita proteger al Presidente con el pretexto tan tonto de que “no estaba enterado”. O que la justicia justicia se siga ejecutando a la antigua, en algunos casos muy señalados individualmente (Fox, Calderón, García Luna, Duarte, Salinas, Elba Esther, Rosario y muchos más), es decir, que tales crímenes, delitos y corruptelas los cometieron ellos solos, como aquel “criminal solitario”. ¡Ojo, mucho ojo!, ya se empieza a denunciar que aquellos servidores, socios o empleados de esos delincuentes no sólo están en libertad, sino también siguen incrustados en el gigantesco aparato del Estado. Por eso no creemos, compañero Presidente, que la corrupción y la impunidad se acabaron; éstas no se acaban por decreto, el deseo le gana a la realidad.

Su sinceridad y sus principios son indiscutibles, su propósito de castigar y acabar con la corrupción, al menos sentar las bases legales y dar el ejemplo de cómo ejercer la verdadera y noble actividad política, no hay duda. De que el suyo es un gobierno diferente pocos lo dudan. Estoy seguro que la mayoría aprueba su gestión. Sin embargo, en muchos casos se esconde detrás del “respeto a la soberanía” de otras instancias del Estado, que sin querer queriendo cae en la lógica foxista: “Y yo porqué”. No hay mayor razón que los 30 millones que votamos por usted y creemos que sí cumple y que hay que aplicar la ley, que no haya impunidad, rescatar lo que los traidores a la Patria entregaron al capitalismo nacional y trasnacional. No hay que temer a las acusaciones de “populista” o “comunista”. Hasta Obama corrigió a Peña Nieto sobre el concepto de populismo, dándole su verdadero significado: “El que sirve al pueblo”, le dijo Obama. O aquel cubano entrevistado por Oscar Lewis (en su libro “Escucha Yanqui”) al principio del gobierno revolucionario acusado de comunista por los gringos, dijo el cubano: “Si repartir la tierra en manos extranjeras, si proporcionar gratuitamente la atención médica y la educación y moralizar el gobierno es comunista, que me apunten en la lista”.

Somos comunistas desde que nuestros homínidos ancestros cazaban y se comían al mamut entre todos, después vino la propiedad privada, lo mío y lo tuyo, y si se puede lo tuyo también es mío; los poseedores y los desposeídos, y así nació el individualismo y el capitalismo, hoy eufemísticamente llamado neoliberalismo, exaltación máxima del individualismo.

Sólo se puede juzgar a los presidentes y expresidentes por “traición a la Patria y delitos graves del orden común”, dice la Constitución en el artículo 108; lo repite insistentemente el compañero presidente López Obrador, por eso puso a consideración de los ciudadanos si estaban de acuerdo o no en juzgar a los expresidentes, para que no pareciera una venganza política.

Sería extraño que ese pueblo tan politizado, como dice, fuera a pensar eso, cuando todo mundo sabe de los robos, atracos, crímenes y complicidad de esos gobiernos con el crimen organizado y como administradores y capataces del sistema neoliberal (capitalista), que entregaron territorio y bienes (petróleo, electricidad, ferrocarriles, minas, playas, jubilaciones de los trabajadores, financiando deudas y corruptelas privadas con dinero de la sociedad) a empresas extranjeras.

Agregue usted todos los crímenes, desaparecidos, contubernio del gobierno calderonista con el crimen organizado. Miguel de la Madrid denunció en su momento al hermano de Carlos Salinas de contubernio con el crimen organizado, después De la Madrid se desdijo, alegando enfermedad. ¿Todo eso y más no es traición a la Patria o delitos graves?

Usted mismo, compañero Presidente, lo ha dicho reiteradamente, que en este país no se puede cometer tales atracos, robos, crímenes, sin que el jefe superior (llámese presidente de la República o gobernador del estado) se haya enterado o dado su aprobación. Antes, ante tales delitos era ley no escrita proteger al Presidente con el pretexto tan tonto de que “no estaba enterado”. O que la justicia justicia se siga ejecutando a la antigua, en algunos casos muy señalados individualmente (Fox, Calderón, García Luna, Duarte, Salinas, Elba Esther, Rosario y muchos más), es decir, que tales crímenes, delitos y corruptelas los cometieron ellos solos, como aquel “criminal solitario”. ¡Ojo, mucho ojo!, ya se empieza a denunciar que aquellos servidores, socios o empleados de esos delincuentes no sólo están en libertad, sino también siguen incrustados en el gigantesco aparato del Estado. Por eso no creemos, compañero Presidente, que la corrupción y la impunidad se acabaron; éstas no se acaban por decreto, el deseo le gana a la realidad.

Su sinceridad y sus principios son indiscutibles, su propósito de castigar y acabar con la corrupción, al menos sentar las bases legales y dar el ejemplo de cómo ejercer la verdadera y noble actividad política, no hay duda. De que el suyo es un gobierno diferente pocos lo dudan. Estoy seguro que la mayoría aprueba su gestión. Sin embargo, en muchos casos se esconde detrás del “respeto a la soberanía” de otras instancias del Estado, que sin querer queriendo cae en la lógica foxista: “Y yo porqué”. No hay mayor razón que los 30 millones que votamos por usted y creemos que sí cumple y que hay que aplicar la ley, que no haya impunidad, rescatar lo que los traidores a la Patria entregaron al capitalismo nacional y trasnacional. No hay que temer a las acusaciones de “populista” o “comunista”. Hasta Obama corrigió a Peña Nieto sobre el concepto de populismo, dándole su verdadero significado: “El que sirve al pueblo”, le dijo Obama. O aquel cubano entrevistado por Oscar Lewis (en su libro “Escucha Yanqui”) al principio del gobierno revolucionario acusado de comunista por los gringos, dijo el cubano: “Si repartir la tierra en manos extranjeras, si proporcionar gratuitamente la atención médica y la educación y moralizar el gobierno es comunista, que me apunten en la lista”.

Somos comunistas desde que nuestros homínidos ancestros cazaban y se comían al mamut entre todos, después vino la propiedad privada, lo mío y lo tuyo, y si se puede lo tuyo también es mío; los poseedores y los desposeídos, y así nació el individualismo y el capitalismo, hoy eufemísticamente llamado neoliberalismo, exaltación máxima del individualismo.