/ martes 25 de junio de 2019

¿Quién pone orden en la casa? Equidad social

Hoy la agresiva política que el gobierno norteamericano ha implementado como nueva situación de normalidad en la relación bilateral con nuestro país ha generado como consecuencia un nuevo escenario político nacional en el que las agendas se transformaron; por primera vez en los meses de lo que va de la administración han impuesto una agenda que el Ejecutivo federal no controla ni lidera.

Esta nueva situación ha provocado que el gobierno federal modifique en los hechos, las prioridades y criterios para la aplicación y el destino de los escasos recursos que se dispone se requerirá de un rediseño acelerado, pero con criterios de inclusión y equidad social.

Por otro lado, la nueva agenda que se nos ha puesto debería llevarnos a la discusión interna en torno a lo que hemos dejado de hacer.

Por ejemplo y en la misma lógica se ubica el tema de rezago social, la marginación y la pobreza que prevalece en la región fronteriza del sur del país, así como la pobreza, marginación y segregación urbana en las zonas de la frontera norte, cuya complejidad se hará mucho mayor en los siguientes meses y años debido a la presencia masiva de personas migrantes a quienes habrá de proporcionar servicios elementales, así como medios de subsistencia mientras se resuelve su estatus migratorio en Estados Unidos.

Tanto en la Secretaría del Bienestar, como en la de Salud y Educación debería estar en marcha desde ya la construcción de una estrategia de contención, pero también de ampliación de la cobertura, calidad de servicios; y por otro lado, en lo estructural, que permita articular una política social que hoy se revela a todas luces insuficiente y que es claro que no puede continuar teniendo como eje de articulación la mera transparencia de ingresos.

Por otro lado, estamos ante el reto histórico de crear empleos suficientes y dignos, y en esa medida, ante la oferta presidencial de dar trabajo a las personas migrantes, esto deberá hacerse desde una estrategia integral que permita reducir los niveles de informalidad y precariedad que caracterizan al mundo de trabajo de nuestros días.

En un país donde el racismo y la xenofobia son dos prácticas reprobables que persisten en todo el territorio nacional; por ello instancias como el Conapred hoy más que nunca se convierten en centrales para promover una estrategia nacional con la capacidad de combatir y erradicar la discriminación y todas las formas de intolerancia.

El escenario es no sólo complejo, sino nebuloso y se va a requerir de todos y todas para sortearlo de manera venturosa. En esto nos estamos jugando, en sentido estricto, nuestro lugar en la historia.

La migración debe dejar de ser el tema incómodo y transformarse en una política de estado. No porque lo solicite Trump, sino porque ya es una realidad que está en los límites de ser una problemática nacional, y cuya atención ya no puede posponerse.

Su atención debe ser prioritaria en el presupuesto de los países destino. Se debe categorizar el sistema de visado de acuerdo con la condición de cada persona.

Hoy la agresiva política que el gobierno norteamericano ha implementado como nueva situación de normalidad en la relación bilateral con nuestro país ha generado como consecuencia un nuevo escenario político nacional en el que las agendas se transformaron; por primera vez en los meses de lo que va de la administración han impuesto una agenda que el Ejecutivo federal no controla ni lidera.

Esta nueva situación ha provocado que el gobierno federal modifique en los hechos, las prioridades y criterios para la aplicación y el destino de los escasos recursos que se dispone se requerirá de un rediseño acelerado, pero con criterios de inclusión y equidad social.

Por otro lado, la nueva agenda que se nos ha puesto debería llevarnos a la discusión interna en torno a lo que hemos dejado de hacer.

Por ejemplo y en la misma lógica se ubica el tema de rezago social, la marginación y la pobreza que prevalece en la región fronteriza del sur del país, así como la pobreza, marginación y segregación urbana en las zonas de la frontera norte, cuya complejidad se hará mucho mayor en los siguientes meses y años debido a la presencia masiva de personas migrantes a quienes habrá de proporcionar servicios elementales, así como medios de subsistencia mientras se resuelve su estatus migratorio en Estados Unidos.

Tanto en la Secretaría del Bienestar, como en la de Salud y Educación debería estar en marcha desde ya la construcción de una estrategia de contención, pero también de ampliación de la cobertura, calidad de servicios; y por otro lado, en lo estructural, que permita articular una política social que hoy se revela a todas luces insuficiente y que es claro que no puede continuar teniendo como eje de articulación la mera transparencia de ingresos.

Por otro lado, estamos ante el reto histórico de crear empleos suficientes y dignos, y en esa medida, ante la oferta presidencial de dar trabajo a las personas migrantes, esto deberá hacerse desde una estrategia integral que permita reducir los niveles de informalidad y precariedad que caracterizan al mundo de trabajo de nuestros días.

En un país donde el racismo y la xenofobia son dos prácticas reprobables que persisten en todo el territorio nacional; por ello instancias como el Conapred hoy más que nunca se convierten en centrales para promover una estrategia nacional con la capacidad de combatir y erradicar la discriminación y todas las formas de intolerancia.

El escenario es no sólo complejo, sino nebuloso y se va a requerir de todos y todas para sortearlo de manera venturosa. En esto nos estamos jugando, en sentido estricto, nuestro lugar en la historia.

La migración debe dejar de ser el tema incómodo y transformarse en una política de estado. No porque lo solicite Trump, sino porque ya es una realidad que está en los límites de ser una problemática nacional, y cuya atención ya no puede posponerse.

Su atención debe ser prioritaria en el presupuesto de los países destino. Se debe categorizar el sistema de visado de acuerdo con la condición de cada persona.