/ jueves 8 de julio de 2021

Radicalización o relajación

Estimado lector, si hay algo que caracteriza a esta elección es la discusión sobre el papel que juegan los sentimientos en las campañas y en las preferencias (Enrique Quintana, El Financiero). Discutimos si los electores están motivados por el enojo, la esperanza en un mejor futuro o el miedo a perder lo que se tiene (Ricardo Raphael, El Universal).

O si los seguidores de López Obrador actúan como feligreses o miembros de un culto (Isabel Turrent, Reforma), que ofuscados en sus posiciones, son impermeables a cualquier invitación a discutir y razonar sus opiniones (Francisco Martín Moreno, El Universal).

Me preocupa en especial el rol enojo en la elección.

En Anger and Forgiveness, Martha Nussbaum (Oxford University Press) dice que el enojo es una reacción natural a la injusticia. Que muchos pensamos que evitar el enojo ante lo que está mal es señal de independencia a la justicia y que el enojo también puede ser una reivindicación del amor propio, que nos ubica del lado adecuado de un debate, del lado correcto. Muchos también piensan que el enojo es varonil, que empodera. Pero advierte también que el enojo en la vida pública y la política lleva a decisiones conceptualmente confusas y perniciosas.

El enojo no remedia los malos de la sociedad, promueve la venganza; el enojo no concilia sino que separa y enajena a la sociedad; el enojo es señal de que hay un problema, pero no permite el entendimiento. Construir un mundo en el que podamos vivir en paz y con justicia requiere de un largo y tedioso trabajo, de un esfuerzo que no puede emprenderse en medio de la ceguera justiciera del "ojo por ojo". La sangre derramada, decían los romanos, no regresa al cuerpo.

El enojo en democracia se alimenta porque hay una promesa no cumplida de prosperidad, de justicia y de equidad, la confianza que depositamos en la democracia para resolver estos problemas ha sido defraudada. Confiamos a la democracia la construcción de condiciones para nuestro bienestar. Generamos una relación de confianza emocional en la democracia que nos dejó vulnerables a la desilusión. Hay una promesa traicionada; nuestra confianza en la democracia ha sido defraudada.

El enojo y el deseo de venganza han sido hasta ahora más poderosos que nuestra capacidad de reflexionar sobre las consecuencias de abrazar propuestas irracionales, antieconómicas y nocivas para el futuro desarrollo del país. No puede haber democracia sin demócratas. La democracia requiere que nos apartemos de la ofuscación y el enojo vengativo que ciega y que divide; exige construir y discutir, No expropiar ni fusilar. Hasta ahora, el tono de la elección ha estado dominado por el enojo.

Un enojo que nos puede llevar a la tragedia.

Así de fácil, el presidente de la República juró cumplir y hacer cumplir la Constitución. El artículo primero prohíbe la discriminación, por opiniones, que anule o menoscabe los derechos y libertades de las personas conforme a la propia Constitución y a los Tratados Internacionales.

El artículo sexto establece que la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. Esta ley establece procedimientos que el Ejecutivo federal nunca ha seguido para ejercerlo, en caso de que la información sea errónea.

La famosa frase "yo tengo otros datos" con la que responde aun cuando se le citan cifras oficiales de su propio gobierno es una autonegación de sus errores. La información es pública y sólo puede ser reservada temporalmente para efectos de seguridad nacional. El artículo séptimo señala que es inviolable libertad de difundir opiniones, información e ideas a través de cualquier medio.

No se pierde restringir ese derecho por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares u otros actos indebidos para impedir la transmisión y circulación de ideas y opiniones. Lo que hace el presidente de la República con la mañanera es exactamente violatorio de la Constitución.

Estimado lector, si hay algo que caracteriza a esta elección es la discusión sobre el papel que juegan los sentimientos en las campañas y en las preferencias (Enrique Quintana, El Financiero). Discutimos si los electores están motivados por el enojo, la esperanza en un mejor futuro o el miedo a perder lo que se tiene (Ricardo Raphael, El Universal).

O si los seguidores de López Obrador actúan como feligreses o miembros de un culto (Isabel Turrent, Reforma), que ofuscados en sus posiciones, son impermeables a cualquier invitación a discutir y razonar sus opiniones (Francisco Martín Moreno, El Universal).

Me preocupa en especial el rol enojo en la elección.

En Anger and Forgiveness, Martha Nussbaum (Oxford University Press) dice que el enojo es una reacción natural a la injusticia. Que muchos pensamos que evitar el enojo ante lo que está mal es señal de independencia a la justicia y que el enojo también puede ser una reivindicación del amor propio, que nos ubica del lado adecuado de un debate, del lado correcto. Muchos también piensan que el enojo es varonil, que empodera. Pero advierte también que el enojo en la vida pública y la política lleva a decisiones conceptualmente confusas y perniciosas.

El enojo no remedia los malos de la sociedad, promueve la venganza; el enojo no concilia sino que separa y enajena a la sociedad; el enojo es señal de que hay un problema, pero no permite el entendimiento. Construir un mundo en el que podamos vivir en paz y con justicia requiere de un largo y tedioso trabajo, de un esfuerzo que no puede emprenderse en medio de la ceguera justiciera del "ojo por ojo". La sangre derramada, decían los romanos, no regresa al cuerpo.

El enojo en democracia se alimenta porque hay una promesa no cumplida de prosperidad, de justicia y de equidad, la confianza que depositamos en la democracia para resolver estos problemas ha sido defraudada. Confiamos a la democracia la construcción de condiciones para nuestro bienestar. Generamos una relación de confianza emocional en la democracia que nos dejó vulnerables a la desilusión. Hay una promesa traicionada; nuestra confianza en la democracia ha sido defraudada.

El enojo y el deseo de venganza han sido hasta ahora más poderosos que nuestra capacidad de reflexionar sobre las consecuencias de abrazar propuestas irracionales, antieconómicas y nocivas para el futuro desarrollo del país. No puede haber democracia sin demócratas. La democracia requiere que nos apartemos de la ofuscación y el enojo vengativo que ciega y que divide; exige construir y discutir, No expropiar ni fusilar. Hasta ahora, el tono de la elección ha estado dominado por el enojo.

Un enojo que nos puede llevar a la tragedia.

Así de fácil, el presidente de la República juró cumplir y hacer cumplir la Constitución. El artículo primero prohíbe la discriminación, por opiniones, que anule o menoscabe los derechos y libertades de las personas conforme a la propia Constitución y a los Tratados Internacionales.

El artículo sexto establece que la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. Esta ley establece procedimientos que el Ejecutivo federal nunca ha seguido para ejercerlo, en caso de que la información sea errónea.

La famosa frase "yo tengo otros datos" con la que responde aun cuando se le citan cifras oficiales de su propio gobierno es una autonegación de sus errores. La información es pública y sólo puede ser reservada temporalmente para efectos de seguridad nacional. El artículo séptimo señala que es inviolable libertad de difundir opiniones, información e ideas a través de cualquier medio.

No se pierde restringir ese derecho por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares u otros actos indebidos para impedir la transmisión y circulación de ideas y opiniones. Lo que hace el presidente de la República con la mañanera es exactamente violatorio de la Constitución.