/ jueves 4 de febrero de 2021

Reflexiones de la actualidad

El carnaval electoral ha comenzado con impresiones inverosímiles de personajes dantescos, folclóricos y hasta ridículos, en varios casos así viene pintando el folclor de una fauna humana insaciablemente exigente.

Dijo Abraham Lincoln: “Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otros sin su consentimiento”. Lo cual viene a evidenciar que de la fortaleza o fragilidad en la selección de diversos candidatos a cargos públicos, se desprenda un halo de incertidumbre o bien de aprobación hacia sus personas. Que si las ratas mutantes de dos patas quieren llegar a ocupar una curul, de igual modo lo que impulsa esas propuestas es el morbo y atraer reflectores para que al menos se nos olvide un momento el brutal tiempo por el que pasamos.

No vivimos en un mundo en cambio, sino en un cambio de mundo. Situación que viene a perpetrar una ausencia de conocimiento ante lo indescifrable de un sistema político abstruso, que al no alcanzar a entenderse, al no reinterpretarse, se coaliga con el circo de una carpa cómica del escapismo de nuestra realidad aumentada. Me conmueve ver el contraste de nuestra dignidad pisoteada en varios casos y no estamos en tiempos de lujos en la imposición de figuras banales, ya que a la vuelta de la esquina a todo político profesional y de rancio abolengo, lo habrá de perseguir el juicio de la historia.

México es la antesala para pasar a EU y por ello somos el ejemplo de los demás países, en cuya mirada nos perdemos viendo hacia el sur de nuestra frontera con Belice y Guatemala. A nivel de país de habla latina somos después de Brasil, la economía más fuerte y prometedora en los próximos años, pero también somos muy proclives a insultar lo interno de nosotros, al calificar de nacos, mediocres, indios a ciertas personas que pudieran entrar en contacto con nuestras radicales discrepancias.

La descomposición política, la podredumbre y la falacia tienen nombre y apellido: Donald Trump, quien aún sigue desestabilizando su país y parece que algunos inopinados acontecimientos internos tomaran el modelo de un rompe patrias megalómano, un sujeto ridículo, pero servil con aquellos donde se tiene que agachar para cumplir sus caprichos malsanos. Somos tan malinchistas algunos que el emular a la mula Trump pareciera ser todo un acto de decoro, tipo al cual no se debe enjuiciar políticamente, ya que no prosperará tal circo mediático, que me recuerda a Hitler y su arresto tras el fallido golpe de Estado en la Alemania del año 1923. Mejor que pague el vividor tanta omisión de impuestos.

Se alborotó el avispero. Hoy medio mundo desea ser candidato, estar en un puesto de mando. Se les olvida que ya son más jefes que apaches a quienes ordenar; no somos la Roma imperial, somos la desigualdad y el contraste de una patria aterida, que se congela en la diversidad de opiniones y ruidos estridentes de politiquerías absurdas, quizá aprovechando el choque frontal con la pandemia, que ha congelado al globo terráqueo en todas sus zonas, idiomas, hábitos de vida, rutinas, adaptación o extinción.

La guerra electoral asoma su artillería, se expele nuestra identidad al dividirla en muchos bandos, y sabemos que las elecciones de este año serán enormes y que incluso se vota a favor o en contra de la salud mental y orgánica de todos nosotros ante el Covid-19. Juntos marcaremos la ruta a seguir.

El carnaval electoral ha comenzado con impresiones inverosímiles de personajes dantescos, folclóricos y hasta ridículos, en varios casos así viene pintando el folclor de una fauna humana insaciablemente exigente.

Dijo Abraham Lincoln: “Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otros sin su consentimiento”. Lo cual viene a evidenciar que de la fortaleza o fragilidad en la selección de diversos candidatos a cargos públicos, se desprenda un halo de incertidumbre o bien de aprobación hacia sus personas. Que si las ratas mutantes de dos patas quieren llegar a ocupar una curul, de igual modo lo que impulsa esas propuestas es el morbo y atraer reflectores para que al menos se nos olvide un momento el brutal tiempo por el que pasamos.

No vivimos en un mundo en cambio, sino en un cambio de mundo. Situación que viene a perpetrar una ausencia de conocimiento ante lo indescifrable de un sistema político abstruso, que al no alcanzar a entenderse, al no reinterpretarse, se coaliga con el circo de una carpa cómica del escapismo de nuestra realidad aumentada. Me conmueve ver el contraste de nuestra dignidad pisoteada en varios casos y no estamos en tiempos de lujos en la imposición de figuras banales, ya que a la vuelta de la esquina a todo político profesional y de rancio abolengo, lo habrá de perseguir el juicio de la historia.

México es la antesala para pasar a EU y por ello somos el ejemplo de los demás países, en cuya mirada nos perdemos viendo hacia el sur de nuestra frontera con Belice y Guatemala. A nivel de país de habla latina somos después de Brasil, la economía más fuerte y prometedora en los próximos años, pero también somos muy proclives a insultar lo interno de nosotros, al calificar de nacos, mediocres, indios a ciertas personas que pudieran entrar en contacto con nuestras radicales discrepancias.

La descomposición política, la podredumbre y la falacia tienen nombre y apellido: Donald Trump, quien aún sigue desestabilizando su país y parece que algunos inopinados acontecimientos internos tomaran el modelo de un rompe patrias megalómano, un sujeto ridículo, pero servil con aquellos donde se tiene que agachar para cumplir sus caprichos malsanos. Somos tan malinchistas algunos que el emular a la mula Trump pareciera ser todo un acto de decoro, tipo al cual no se debe enjuiciar políticamente, ya que no prosperará tal circo mediático, que me recuerda a Hitler y su arresto tras el fallido golpe de Estado en la Alemania del año 1923. Mejor que pague el vividor tanta omisión de impuestos.

Se alborotó el avispero. Hoy medio mundo desea ser candidato, estar en un puesto de mando. Se les olvida que ya son más jefes que apaches a quienes ordenar; no somos la Roma imperial, somos la desigualdad y el contraste de una patria aterida, que se congela en la diversidad de opiniones y ruidos estridentes de politiquerías absurdas, quizá aprovechando el choque frontal con la pandemia, que ha congelado al globo terráqueo en todas sus zonas, idiomas, hábitos de vida, rutinas, adaptación o extinción.

La guerra electoral asoma su artillería, se expele nuestra identidad al dividirla en muchos bandos, y sabemos que las elecciones de este año serán enormes y que incluso se vota a favor o en contra de la salud mental y orgánica de todos nosotros ante el Covid-19. Juntos marcaremos la ruta a seguir.