/ miércoles 1 de mayo de 2019

Relatividad cubista

En cada época el arte y la ciencia se enlazan en formas sorprendentes; la percepción del mundo, los sentimientos que éste despierta en nuestro interior, el conocimiento que se tiene de éste, nuestra interacción con el mismo y nuestros semejantes dan forma a peculiares enlaces entre la creación artística y la científica. Relación que no siempre es transparente en el presente, sino queda a las generaciones futuras percatarse con mayor claridad del entramado entre el arte y la ciencia. En cada época no han sido pocos los artistas que se acercan a la ciencia, ni los científicos aficionados a alguna de las artes. Tal vez el ejemplo más claro sea el quehacer de hombres del Renacimiento como Leonardo da Vinci.

Siglos después de esa época aún puede constatarse esta estrecha relación, pues el hombre es un ser unitario en donde convergen todos los elementos que lo definen: percibir, sentir, conocer, desear.

A principios del siglo XX, es posible dar cuenta de una interesante modalidad que adquiere la relación arte-ciencia. En ese tiempo, Albert Einstein formula la teoría de la relatividad, que en una de sus partes propone que el tiempo no es separable del espacio, de lo que se infiere que vivimos en un mundo de cuatro dimensiones: las tres espaciales y el tiempo constituyendo la cuarta dimensión. ¿Cómo podríamos concebir o percibir este mundo tetradimensional? Más tarde, otros físicos han propuesto que para describir y explicar los fenómenos que acontecen en el mundo proponen un marco de hasta 16 dimensiones.

Para comprender esta multidimensionalidad, comencemos por imaginar un ser que vivera en una sola dimensión, una línea recta por ejemplo. Este ser sólo podría ver en una sola dimensión, sólo hacia adelante o hacia atrás. Si quisiera mirar lo que hay más adelante tendría que esperar a llegar al punto de ocurrencia del evento. En cambio un ser que viviera en dos dimensiones, el plano cartesiano, puede ver todo lo que está ocurriendo en la línea recta, por lo que no tiene que esperar como el ser que vive en una dimensión.

Ahora si el ser que se desenvuelve en dos dimensiones se encontrara con un cuadrado; sólo lo reconocería como tal recorriendo y midiendo cada uno de sus lados. Pero un ser viviendo en tres dimensiones vería el cuadrado de un solo golpe.

Para nosotros, habitantes de un mundo tridimensional, un objeto nos presenta uno sólo de sus lados. Consideremos un cubo, cada una de sus caras pintada de diferente color. Para conocer el color que pinta cada cara tenemos que movernos o girar el cubo. En cambio, un ser viviendo en cuatro dimensiones vería todas las caras del cubo simultáneamente. Entonces si queremos imaginar cómo veríamos el mundo en cuatro dimensiones, éste se nos aparecería como una superposición de imágenes: el objeto visto simultáneamente desde el frente, por los lados y desde arriba y abajo.

Esta idea, propuesta por la teoría de la relatividad, de que vivimos en un universo de cuatro dimensiones, inspiró a algunos artistas de la época y así nacieron movimientos como el cubismo.

Entre las obras cubistas que de alguna forma ilustran esta concepción relativista sobre las cuatro dimensiones del mundo me vienen a la mente el hipercubo, Cristo y el hipercubo, ambas de Salvador Dalí.

El cuadro que me parece emblemático es Las Señoritas de Avignon, obra maestra del pintor español Pablo Picasso, el cual retrata a un grupo de mujeres desnudas sin tomar en cuenta espacios y profundidades, más bien se centra en la imagen bidimensional. En esta superficie bidimensional aparecen superpuestas imágenes de las señoritas vistas de varios lados: de frente, de perfil, etcétera. La pintura es considerada raíz del posterior estilo cubista.
Algunos expertos afirman que la base estética de la composición fue inspirada por el cuadro Visión del Apocalipsis del Greco.

Creo que no es muy conocido que una de las líneas creativas que más utilizó Dalí fue la de las Ciencias; así pintó obras que expresaban los últimos descubrimientos sobre la desintegración atómica, la Mecánica Cuántica, la Teoría de la Relatividad o la representación matemática de la Cuarta Dimensión. Esto último es lo que aplicó para resolver esta obra a la que llamó Corpus Hypercubus.

Puede decirse que el hipercubo o teseracto que representa, de manera matemática, a la Cuarta Dimensión, consiste, una de sus formas, en un hexaedro dentro de otro hexaedro, cuyos vértices y aristas, de uno y otro hexaedro o cubo, están unidos entre sí.

En fin, los contactos entre ciencia y arte son diversos y multidimensionales; ideal sería que todo estudiante de artes tomara algunos cursos de ciencias y que los estudiantes de ciencias fueran acercados al arte. Nadie puede siquiera adivinar lo que puede surgir de esta explosiva combinación. Aseguro que se incrementará en primer término la creatividad y no la “productividá”; ésta se dará por añadidura.

Para que mejor se entienda, léase escuchando “La colegiala”, de Paté de Fua.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

En cada época el arte y la ciencia se enlazan en formas sorprendentes; la percepción del mundo, los sentimientos que éste despierta en nuestro interior, el conocimiento que se tiene de éste, nuestra interacción con el mismo y nuestros semejantes dan forma a peculiares enlaces entre la creación artística y la científica. Relación que no siempre es transparente en el presente, sino queda a las generaciones futuras percatarse con mayor claridad del entramado entre el arte y la ciencia. En cada época no han sido pocos los artistas que se acercan a la ciencia, ni los científicos aficionados a alguna de las artes. Tal vez el ejemplo más claro sea el quehacer de hombres del Renacimiento como Leonardo da Vinci.

Siglos después de esa época aún puede constatarse esta estrecha relación, pues el hombre es un ser unitario en donde convergen todos los elementos que lo definen: percibir, sentir, conocer, desear.

A principios del siglo XX, es posible dar cuenta de una interesante modalidad que adquiere la relación arte-ciencia. En ese tiempo, Albert Einstein formula la teoría de la relatividad, que en una de sus partes propone que el tiempo no es separable del espacio, de lo que se infiere que vivimos en un mundo de cuatro dimensiones: las tres espaciales y el tiempo constituyendo la cuarta dimensión. ¿Cómo podríamos concebir o percibir este mundo tetradimensional? Más tarde, otros físicos han propuesto que para describir y explicar los fenómenos que acontecen en el mundo proponen un marco de hasta 16 dimensiones.

Para comprender esta multidimensionalidad, comencemos por imaginar un ser que vivera en una sola dimensión, una línea recta por ejemplo. Este ser sólo podría ver en una sola dimensión, sólo hacia adelante o hacia atrás. Si quisiera mirar lo que hay más adelante tendría que esperar a llegar al punto de ocurrencia del evento. En cambio un ser que viviera en dos dimensiones, el plano cartesiano, puede ver todo lo que está ocurriendo en la línea recta, por lo que no tiene que esperar como el ser que vive en una dimensión.

Ahora si el ser que se desenvuelve en dos dimensiones se encontrara con un cuadrado; sólo lo reconocería como tal recorriendo y midiendo cada uno de sus lados. Pero un ser viviendo en tres dimensiones vería el cuadrado de un solo golpe.

Para nosotros, habitantes de un mundo tridimensional, un objeto nos presenta uno sólo de sus lados. Consideremos un cubo, cada una de sus caras pintada de diferente color. Para conocer el color que pinta cada cara tenemos que movernos o girar el cubo. En cambio, un ser viviendo en cuatro dimensiones vería todas las caras del cubo simultáneamente. Entonces si queremos imaginar cómo veríamos el mundo en cuatro dimensiones, éste se nos aparecería como una superposición de imágenes: el objeto visto simultáneamente desde el frente, por los lados y desde arriba y abajo.

Esta idea, propuesta por la teoría de la relatividad, de que vivimos en un universo de cuatro dimensiones, inspiró a algunos artistas de la época y así nacieron movimientos como el cubismo.

Entre las obras cubistas que de alguna forma ilustran esta concepción relativista sobre las cuatro dimensiones del mundo me vienen a la mente el hipercubo, Cristo y el hipercubo, ambas de Salvador Dalí.

El cuadro que me parece emblemático es Las Señoritas de Avignon, obra maestra del pintor español Pablo Picasso, el cual retrata a un grupo de mujeres desnudas sin tomar en cuenta espacios y profundidades, más bien se centra en la imagen bidimensional. En esta superficie bidimensional aparecen superpuestas imágenes de las señoritas vistas de varios lados: de frente, de perfil, etcétera. La pintura es considerada raíz del posterior estilo cubista.
Algunos expertos afirman que la base estética de la composición fue inspirada por el cuadro Visión del Apocalipsis del Greco.

Creo que no es muy conocido que una de las líneas creativas que más utilizó Dalí fue la de las Ciencias; así pintó obras que expresaban los últimos descubrimientos sobre la desintegración atómica, la Mecánica Cuántica, la Teoría de la Relatividad o la representación matemática de la Cuarta Dimensión. Esto último es lo que aplicó para resolver esta obra a la que llamó Corpus Hypercubus.

Puede decirse que el hipercubo o teseracto que representa, de manera matemática, a la Cuarta Dimensión, consiste, una de sus formas, en un hexaedro dentro de otro hexaedro, cuyos vértices y aristas, de uno y otro hexaedro o cubo, están unidos entre sí.

En fin, los contactos entre ciencia y arte son diversos y multidimensionales; ideal sería que todo estudiante de artes tomara algunos cursos de ciencias y que los estudiantes de ciencias fueran acercados al arte. Nadie puede siquiera adivinar lo que puede surgir de esta explosiva combinación. Aseguro que se incrementará en primer término la creatividad y no la “productividá”; ésta se dará por añadidura.

Para que mejor se entienda, léase escuchando “La colegiala”, de Paté de Fua.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.