/ viernes 23 de abril de 2021

Renacidos y juntos

El bautismo marca un nuevo estilo de vida; el comienzo a una vida en la dinámica de hijos de Dios, lo cual sirve de marco de referencia claro, pues el bautizado está en el mundo como testigo del resucitado. En el bautizado se cumple ser testigo de la presencia viva de Dios que está junto, siempre y en todo. Como un discreto caminante.

Con la resurrección de Cristo de entre los muertos, y el envío del Espíritu Santo, comienza la época de la Iglesia. Toda la pascua es acercarnos a la vida de la primera comunidad, nos acercamos a sus miedos, los vemos encerrados y transformarse en discípulos. Corriendo hacia la tumba y creciendo en la generosidad desprendiéndose de sus bienes y poniéndolos a los pies de los apóstoles. Teniendo una sola alma y un solo corazón, y gozando con los encuentros del Resucitado en medio de ellos para fortalecer su fe. Pascua es nacer a la comunidad; es descubrir la importancia de los otros.

La vida comunitaria se vive. Simplemente se vive. Al introducirse en la comunidad, se ha de saltar al vacío, se ha de tener la humildad de dejarse acompañar los pasos de los que están junto a nosotros, unos muy respetuosos de la distancia, otros cruzando los límites, unos ayudando con su ejemplo, otros limitando el crecimiento, en fin. La vida comunitaria es un bello laboratorio, es el caldo primordial que gesta la vida. Es la fuente de la más noble salud, o, como dirá Freud, la causa de innumerables neurosis. Difícilmente aprenderemos disertando de la comunidad, de ella se aprende solo viviendo esta experiencia. Así como el hambre no se sacia sabiendo muchas técnicas de cocina, sino solo comiendo.

En la vida comunitaria se establecen relaciones entre iguales, relaciones sanas y que sanan. Gracias al bautismo que nos ha insertado en la vida de Iglesia, estamos ahí revestidos del triple ministerio con que hemos sido bañados el día del bautismo, al interior de la comunidad somos sacerdotes, lo que quiere decir que podemos ofrecer a Dios desde nuestras relaciones el culto que le es debido.

También somos profetas, lo que quiere decir que ahí mismo nos anunciamos una y otra vez el mensaje de la Vida y de la luz, y denunciamos toda cultura que está en contra de la verdad. Pero, también, estamos en la comunidad como servidores unos de los otros, dispuestos a lavarnos los pies como el Maestro nos ha enseñado. La comunidad es la escuela de la escucha, del discernimiento, de la compañía, del perdón y de la paz.

El bautismo marca un nuevo estilo de vida; el comienzo a una vida en la dinámica de hijos de Dios, lo cual sirve de marco de referencia claro, pues el bautizado está en el mundo como testigo del resucitado. En el bautizado se cumple ser testigo de la presencia viva de Dios que está junto, siempre y en todo. Como un discreto caminante.

Con la resurrección de Cristo de entre los muertos, y el envío del Espíritu Santo, comienza la época de la Iglesia. Toda la pascua es acercarnos a la vida de la primera comunidad, nos acercamos a sus miedos, los vemos encerrados y transformarse en discípulos. Corriendo hacia la tumba y creciendo en la generosidad desprendiéndose de sus bienes y poniéndolos a los pies de los apóstoles. Teniendo una sola alma y un solo corazón, y gozando con los encuentros del Resucitado en medio de ellos para fortalecer su fe. Pascua es nacer a la comunidad; es descubrir la importancia de los otros.

La vida comunitaria se vive. Simplemente se vive. Al introducirse en la comunidad, se ha de saltar al vacío, se ha de tener la humildad de dejarse acompañar los pasos de los que están junto a nosotros, unos muy respetuosos de la distancia, otros cruzando los límites, unos ayudando con su ejemplo, otros limitando el crecimiento, en fin. La vida comunitaria es un bello laboratorio, es el caldo primordial que gesta la vida. Es la fuente de la más noble salud, o, como dirá Freud, la causa de innumerables neurosis. Difícilmente aprenderemos disertando de la comunidad, de ella se aprende solo viviendo esta experiencia. Así como el hambre no se sacia sabiendo muchas técnicas de cocina, sino solo comiendo.

En la vida comunitaria se establecen relaciones entre iguales, relaciones sanas y que sanan. Gracias al bautismo que nos ha insertado en la vida de Iglesia, estamos ahí revestidos del triple ministerio con que hemos sido bañados el día del bautismo, al interior de la comunidad somos sacerdotes, lo que quiere decir que podemos ofrecer a Dios desde nuestras relaciones el culto que le es debido.

También somos profetas, lo que quiere decir que ahí mismo nos anunciamos una y otra vez el mensaje de la Vida y de la luz, y denunciamos toda cultura que está en contra de la verdad. Pero, también, estamos en la comunidad como servidores unos de los otros, dispuestos a lavarnos los pies como el Maestro nos ha enseñado. La comunidad es la escuela de la escucha, del discernimiento, de la compañía, del perdón y de la paz.