/ viernes 29 de enero de 2021

Retos para docentes y estudiantes de educación superior

“Prácticamente casi todas las relaciones sociales, económicas, políticas y hasta personales pasan hoy por un servidor y la terminal de una computadora o un teléfono móvil.

Esta nueva situación genera de por sí nuevas contradicciones en las relaciones, en todos los ámbitos de la sociedad”, señala en un artículo Alfredo Darío Espinosa Brito, Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba.

En el campo de la educación, esas contradicciones se generan entre estudiantes y profesores de todos los niveles educativos ahora que se vive la pandemia. Por ejemplo, en el nivel de educación superior, muchos docentes se han percatado que no estaban suficientemente preparados para hacer frente a situaciones novedosas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En opinión de Espinosa Brito, los profesores se enfrentan a una diversidad de estudiantes de educación superior, en la que un considerable número de ellos, entre otros factores, han desarrollado un “audiovisualismo” predominante sobre pocos hábitos de lectura –desde edades tempranas- de libros, revistas y material impreso en general para la adquisición de conocimientos; no tienen formación adecuada de habilidades para la escritura, en especial redacción, ortografía y caligrafía; vocabulario pobre; no conciben que haya existido un mundo sin Internet. No tuvieron que "incorporar" las computadoras a su vida: nacieron prácticamente con ellas y crecieron con la masificación de Internet.

Los estudiantes viven con la necesidad de estar permanentemente conectados; frente a la pasividad del televisor, los jóvenes de hoy prefieren la interactividad de los nuevos medios. La cultura wiki (por Wikipedia) o la definición de “Google generation”, les sienta mucho mejor que la hipercompetitividad de las generaciones anteriores. En su mayoría, el estudiantado opina que las maestras y maestros se preocupan mucho por cumplir con los objetivos de sus asignaturas y el resultado de las evaluaciones, más allá de los problemas y las características individuales, así como el desempeño cotidiano de cada estudiante. En consecuencia, ante este escenario que presentan los estudiantes, los profesores no deben dejar de ejercer su función rectora de director, guía, orientador, mediador del proceso docente educativo, independientemente de la llamada centralidad en el estudiante, con el propósito de lograr mayor papel activo del mismo. Pero para ello hay que contar con profesores actualizados, capaces de inspirar respeto, de tomar decisiones “por encima de programas o planes”, con una fuerte vocación y humanismo.

Con su nivel, experiencia e historia de vida, el profesor es quien actúa con su influencia educativa para arrastrar con su enseñanza el desarrollo integral del estudiante, desarrollo que no sigue un determinismo lineal dado su carácter complejo y multicondicionado, como indican J. Díaz-Quiñones y M. Valdés-Gómez cuando se refieren a la función del profesor en el proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación superior. Por su parte, Concepción Barrón del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad (IISUE-UNAM), considera que ha sido un reto usar nuevas tecnologías porque implican otras formas de trabajo. Con la tecnología se debe considerar qué tipo de subjetividad estamos construyendo, qué tipo de aprendizaje estamos poniendo en juego y sobre todo, hacia dónde orientamos nuestros esfuerzos. Queremos que el estudiante pueda analizar, cuestionar, proponer a través de sus trabajos. La duda es ver si efectivamente el estudiante avanza.

Igualmente, María de Lourdes Chehaibar, del IISUE-UNAM, comenta: “hemos afirmado que la tecnología está instalada –aunque no para todos-, sin embargo, hoy acercar la escuela y los contenidos a las casas y por lo mismo a los estudiantes, pone en evidencia una serie de problemas a superar. El acceso a la tecnología no ha sido una parte sustantiva de la cotidianeidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje para la mayoría de los maestros y maestras. Todos usamos WhatsApp, plataformas, pero estas herramientas no están incorporadas de manera generalizada, de una manera estructural en la planeación didáctica de los maestros, no están en los hábitos, en las formas de aprendizaje de los alumnos, ni en las formas de interactuar, ni en las formas de hacer gestión de las autoridades educativas, ni en las estrategias de acompañamiento de las escuelas”.

Definitivamente se requieren roles diferentes y novedosos de los maestros y maestras, planes y programas de estudio dinámicos, así como nuevos diálogos con los estudiantes para provocar un “vuelco” efectivo a la situación de hoy, lograr los frutos necesarios en esta nueva y diferente situación que se experimenta. Se navega por un mar de información. Por lo que la universidad debe enseñar a seleccionarla, analizarla e interpretarla. Aprender estas habilidades les permitirá a los estudiantes construir nuevos aprendizajes válidos, significativos y permanentes. Los estudiantes deben entender que la tecnología solo es un medio, un apoyo y que “el gran desafío al que nos enfrentamos hoy es aprender de nuevo cómo hablar uno al otro, no simplemente generar y consumir información”.

“Prácticamente casi todas las relaciones sociales, económicas, políticas y hasta personales pasan hoy por un servidor y la terminal de una computadora o un teléfono móvil.

Esta nueva situación genera de por sí nuevas contradicciones en las relaciones, en todos los ámbitos de la sociedad”, señala en un artículo Alfredo Darío Espinosa Brito, Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba.

En el campo de la educación, esas contradicciones se generan entre estudiantes y profesores de todos los niveles educativos ahora que se vive la pandemia. Por ejemplo, en el nivel de educación superior, muchos docentes se han percatado que no estaban suficientemente preparados para hacer frente a situaciones novedosas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En opinión de Espinosa Brito, los profesores se enfrentan a una diversidad de estudiantes de educación superior, en la que un considerable número de ellos, entre otros factores, han desarrollado un “audiovisualismo” predominante sobre pocos hábitos de lectura –desde edades tempranas- de libros, revistas y material impreso en general para la adquisición de conocimientos; no tienen formación adecuada de habilidades para la escritura, en especial redacción, ortografía y caligrafía; vocabulario pobre; no conciben que haya existido un mundo sin Internet. No tuvieron que "incorporar" las computadoras a su vida: nacieron prácticamente con ellas y crecieron con la masificación de Internet.

Los estudiantes viven con la necesidad de estar permanentemente conectados; frente a la pasividad del televisor, los jóvenes de hoy prefieren la interactividad de los nuevos medios. La cultura wiki (por Wikipedia) o la definición de “Google generation”, les sienta mucho mejor que la hipercompetitividad de las generaciones anteriores. En su mayoría, el estudiantado opina que las maestras y maestros se preocupan mucho por cumplir con los objetivos de sus asignaturas y el resultado de las evaluaciones, más allá de los problemas y las características individuales, así como el desempeño cotidiano de cada estudiante. En consecuencia, ante este escenario que presentan los estudiantes, los profesores no deben dejar de ejercer su función rectora de director, guía, orientador, mediador del proceso docente educativo, independientemente de la llamada centralidad en el estudiante, con el propósito de lograr mayor papel activo del mismo. Pero para ello hay que contar con profesores actualizados, capaces de inspirar respeto, de tomar decisiones “por encima de programas o planes”, con una fuerte vocación y humanismo.

Con su nivel, experiencia e historia de vida, el profesor es quien actúa con su influencia educativa para arrastrar con su enseñanza el desarrollo integral del estudiante, desarrollo que no sigue un determinismo lineal dado su carácter complejo y multicondicionado, como indican J. Díaz-Quiñones y M. Valdés-Gómez cuando se refieren a la función del profesor en el proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación superior. Por su parte, Concepción Barrón del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad (IISUE-UNAM), considera que ha sido un reto usar nuevas tecnologías porque implican otras formas de trabajo. Con la tecnología se debe considerar qué tipo de subjetividad estamos construyendo, qué tipo de aprendizaje estamos poniendo en juego y sobre todo, hacia dónde orientamos nuestros esfuerzos. Queremos que el estudiante pueda analizar, cuestionar, proponer a través de sus trabajos. La duda es ver si efectivamente el estudiante avanza.

Igualmente, María de Lourdes Chehaibar, del IISUE-UNAM, comenta: “hemos afirmado que la tecnología está instalada –aunque no para todos-, sin embargo, hoy acercar la escuela y los contenidos a las casas y por lo mismo a los estudiantes, pone en evidencia una serie de problemas a superar. El acceso a la tecnología no ha sido una parte sustantiva de la cotidianeidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje para la mayoría de los maestros y maestras. Todos usamos WhatsApp, plataformas, pero estas herramientas no están incorporadas de manera generalizada, de una manera estructural en la planeación didáctica de los maestros, no están en los hábitos, en las formas de aprendizaje de los alumnos, ni en las formas de interactuar, ni en las formas de hacer gestión de las autoridades educativas, ni en las estrategias de acompañamiento de las escuelas”.

Definitivamente se requieren roles diferentes y novedosos de los maestros y maestras, planes y programas de estudio dinámicos, así como nuevos diálogos con los estudiantes para provocar un “vuelco” efectivo a la situación de hoy, lograr los frutos necesarios en esta nueva y diferente situación que se experimenta. Se navega por un mar de información. Por lo que la universidad debe enseñar a seleccionarla, analizarla e interpretarla. Aprender estas habilidades les permitirá a los estudiantes construir nuevos aprendizajes válidos, significativos y permanentes. Los estudiantes deben entender que la tecnología solo es un medio, un apoyo y que “el gran desafío al que nos enfrentamos hoy es aprender de nuevo cómo hablar uno al otro, no simplemente generar y consumir información”.