/ viernes 8 de junio de 2018

Rumbo a Los Pinos

En cuestión de días terminará el periodo destinado para el proceso proselitista, en busca del sufragio favorable de la población, en la inminente elección por el presidente de nuestro país. Los tres meses están por llegar al ocaso. Una vez más queda claro que el tiempo es sabio maestro, con él no se puede negociar.

En estos meses hemos visto las calles, redes y noticiarios plagados de los candidatos. Los hemos visto no sólo en la sopa, sino hasta en el papel de las tortillas. Han entrado en nuestras vidas, unos causando empatía, otros, simpatía y unos más, antipatía. Hemos aplaudido el valor de los que han llegado a los lugares más complicados para establecer una conversación. Hemos visto su entereza al sostener reuniones con los diversos colectivos. Hemos criticado a los que viven en medio de lujos y ostentación. En fin, los vemos “para arriba y para abajo”, tocando todos los temas que les presentan y “bailando al son que les toquen”. ¡Bien por todos!

Esto hace pensar que algunos mexicanos estamos al margen de la verdadera cuestión política que nos implica a todos. No podemos ser mexicanos enardecidos por tres meses y callar durante seis años para volver a despertar la pasión en la contienda siguiente. Siendo honestos, les hemos criticado, al estilo de la Inquisición, las formas de vivir de estas personas que, en el fondo también sueñan con un mañana mejor. Que quieren —o, al menos eso dicen—, despertar como todos de la mala noche que estamos pasando a nivel nacional. Los candidatos la han padecido en serio, han estado en la mira de la nación hasta en el bostezo y resbalón más humano. Sin ser santos —y sin que parezca que lo pretendan— se les han hecho peticiones que ni a los mismos santos de templo.

Conviene, entonces, que los mexicanos seamos conscientes que esta patria se ha construido “con mil héroes”, como rezan las notas del glorioso Himno Nacional, por lo que, ahora es el tiempo de todos. Nos toca a todos decidir quién podría representar mejor nuestros intereses, quién puede defender la soberanía de esta nación y quién puede dar la cara por todos. Sabiendo, con plena conciencia, que la política es un asunto de todos. Que la democracia solamente será tal cuando nos decidamos arremangarnos la camisa y ponernos en camino para salir al encuentro de quienes se encuentran al margen, en las periferias existenciales de la humanidad, para animarles. Haciendo de este suelo una tierra pródiga, humana, generosa y en la que dé gusto vivir.

En cuestión de días terminará el periodo destinado para el proceso proselitista, en busca del sufragio favorable de la población, en la inminente elección por el presidente de nuestro país. Los tres meses están por llegar al ocaso. Una vez más queda claro que el tiempo es sabio maestro, con él no se puede negociar.

En estos meses hemos visto las calles, redes y noticiarios plagados de los candidatos. Los hemos visto no sólo en la sopa, sino hasta en el papel de las tortillas. Han entrado en nuestras vidas, unos causando empatía, otros, simpatía y unos más, antipatía. Hemos aplaudido el valor de los que han llegado a los lugares más complicados para establecer una conversación. Hemos visto su entereza al sostener reuniones con los diversos colectivos. Hemos criticado a los que viven en medio de lujos y ostentación. En fin, los vemos “para arriba y para abajo”, tocando todos los temas que les presentan y “bailando al son que les toquen”. ¡Bien por todos!

Esto hace pensar que algunos mexicanos estamos al margen de la verdadera cuestión política que nos implica a todos. No podemos ser mexicanos enardecidos por tres meses y callar durante seis años para volver a despertar la pasión en la contienda siguiente. Siendo honestos, les hemos criticado, al estilo de la Inquisición, las formas de vivir de estas personas que, en el fondo también sueñan con un mañana mejor. Que quieren —o, al menos eso dicen—, despertar como todos de la mala noche que estamos pasando a nivel nacional. Los candidatos la han padecido en serio, han estado en la mira de la nación hasta en el bostezo y resbalón más humano. Sin ser santos —y sin que parezca que lo pretendan— se les han hecho peticiones que ni a los mismos santos de templo.

Conviene, entonces, que los mexicanos seamos conscientes que esta patria se ha construido “con mil héroes”, como rezan las notas del glorioso Himno Nacional, por lo que, ahora es el tiempo de todos. Nos toca a todos decidir quién podría representar mejor nuestros intereses, quién puede defender la soberanía de esta nación y quién puede dar la cara por todos. Sabiendo, con plena conciencia, que la política es un asunto de todos. Que la democracia solamente será tal cuando nos decidamos arremangarnos la camisa y ponernos en camino para salir al encuentro de quienes se encuentran al margen, en las periferias existenciales de la humanidad, para animarles. Haciendo de este suelo una tierra pródiga, humana, generosa y en la que dé gusto vivir.