/ viernes 9 de abril de 2021

Salir de la caverna

Un hartazgo generalizado. La sociedad del espectáculo, la hiperconectividad, la desaforada ebullición de información que nos rodea por doquier, juntamente con las crisis a nuestro alrededor, dejan al descubierto, poco a poco, la necesidad que cada vez se consolida más en el hombre de nuestros tiempos:

Una necesidad de trascendencia, de Dios, de meditación, de silencio, de conciencia. Todo lo que había configurado un estilo de vida, poco a poco se viene abajo aceleradamente.

La necesidad de autoconocimiento. Cada vez se percibe más la necesidad que hay en la población de conocerse más y mejor, de sintonizar consigo mismo con tal de descubrir la raíz y causa de muchos anhelos, deseos, proyectos y comportamientos. Es muy sano y positivo que el hombre de nuestros tiempos tenga el deseo de salir de tantas cavernas que lo atan y lo tranquilizan viendo sólo sombras, para atreverse a salir de esas cavernas y encontrarse consigo mismo, sentirse y pensarse, contemplarse. Emocionarse consigo mismo. Esta es una necesidad, paradójicamente en crecida.

La necesidad de ayuda. En estos tiempos proliferan los coaches, los psicólogos, los acompañantes espirituales, los guías, los maestros, en fin. Muchos que se introducen en el difícil mundo del acompañamiento. Otra nota del hombre de nuestros tiempos, que ya no es moderno Prometeo, es que busca ayuda, sale de sí y en sus búsquedas se encuentra con maestros que lo van conduciendo, que lo animan y acompañan, que lo guían y lo conducen con tal de que éste descubra sus talentos y, sanando su vida, su historia y sus heridas, sanamente se atreva a relacionarse desde la salud de un adulto que sabe ser y sentir como persona.

La necesidad de silencio. Tal como se percibía, tantos ruidos externos, los estruendos y escándalos que nos rodeaban, llegarían a su fin porque nosotros mismos reconocemos que es una deuda de salud pública el silencio. Después de tanto Edén paradisíaco y engañoso, paradójicamente abrigamos el deseo del silencio, del desierto, de la calma, de la paz. Cada vez es más notorio el anhelo de silencio en el hombre de nuestros tiempos.

Por supuesto que, saciando estas necesidades humanas, de manera seria y consciente, podremos ser los ciudadanos que el mundo anhela y que, especialmente, nuestra patria necesita, para darle fin a tantas formas enfermizas de poder que están acabando con la estabilidad emocional de una nación entera.

Un hartazgo generalizado. La sociedad del espectáculo, la hiperconectividad, la desaforada ebullición de información que nos rodea por doquier, juntamente con las crisis a nuestro alrededor, dejan al descubierto, poco a poco, la necesidad que cada vez se consolida más en el hombre de nuestros tiempos:

Una necesidad de trascendencia, de Dios, de meditación, de silencio, de conciencia. Todo lo que había configurado un estilo de vida, poco a poco se viene abajo aceleradamente.

La necesidad de autoconocimiento. Cada vez se percibe más la necesidad que hay en la población de conocerse más y mejor, de sintonizar consigo mismo con tal de descubrir la raíz y causa de muchos anhelos, deseos, proyectos y comportamientos. Es muy sano y positivo que el hombre de nuestros tiempos tenga el deseo de salir de tantas cavernas que lo atan y lo tranquilizan viendo sólo sombras, para atreverse a salir de esas cavernas y encontrarse consigo mismo, sentirse y pensarse, contemplarse. Emocionarse consigo mismo. Esta es una necesidad, paradójicamente en crecida.

La necesidad de ayuda. En estos tiempos proliferan los coaches, los psicólogos, los acompañantes espirituales, los guías, los maestros, en fin. Muchos que se introducen en el difícil mundo del acompañamiento. Otra nota del hombre de nuestros tiempos, que ya no es moderno Prometeo, es que busca ayuda, sale de sí y en sus búsquedas se encuentra con maestros que lo van conduciendo, que lo animan y acompañan, que lo guían y lo conducen con tal de que éste descubra sus talentos y, sanando su vida, su historia y sus heridas, sanamente se atreva a relacionarse desde la salud de un adulto que sabe ser y sentir como persona.

La necesidad de silencio. Tal como se percibía, tantos ruidos externos, los estruendos y escándalos que nos rodeaban, llegarían a su fin porque nosotros mismos reconocemos que es una deuda de salud pública el silencio. Después de tanto Edén paradisíaco y engañoso, paradójicamente abrigamos el deseo del silencio, del desierto, de la calma, de la paz. Cada vez es más notorio el anhelo de silencio en el hombre de nuestros tiempos.

Por supuesto que, saciando estas necesidades humanas, de manera seria y consciente, podremos ser los ciudadanos que el mundo anhela y que, especialmente, nuestra patria necesita, para darle fin a tantas formas enfermizas de poder que están acabando con la estabilidad emocional de una nación entera.