/ miércoles 25 de mayo de 2022

Se viene una elección de Estado

Nuestra realidad actual dista de ser óptima o conducirse a terrenos cercanos a ella. La inflación registrada en el mes de abril de este año alcanzó su registro más alto de los últimos 21 años, y muy a pesar de los esfuerzos de los corifeos del modelo macroeconómico de la transformación, lo peor está por venir.

En materia de seguridad, en la medianía del cuarto año de administración del Gobierno de la República, los indicadores no solamente no reflejan un México menos violento, sino que alientan comentarios que desesperadamente buscan generar resonancia social para desviar la atención, como el de la necesidad de velar por la integridad de quienes cometen delitos por considerarlos humanos igualmente. Se mancilla sin rubor la investidura más alta de la República a costa de marcar agenda en medios lanzando diariamente ideas en contrasentido global.

Una de estas fue la iniciativa de contratar profesionales de la salud de otro país, bajo el argumento de una carencia histórica de egresados del área, cuando en la práctica es por la falta de incentivos internos para generar espacios en los cuales los médicos nacionales se desempeñen con la probidad y vocación de sobra reconocida por todos. Se prefirió generar contratos sumamente lucrativos al exterior que equilibrar la tarifa salarial interna. Otra lo fue abrir veinticinco mil afiliaciones al sistema de salud para vecinos centroamericanos, cuando más del 52% de los mexicanos carecen de acceso a salud digna. Se persiste en no estar a la altura de la necesidad o expectativa social en materia de salud, uno de los muchos rubros en los que se ha reprobado groseramente ante la oferta de parecernos a naciones europeas.

Y ante estas pequeñas muestras, como en tantos y tantos ejemplos que pudiera enlistar, siempre hay una respuesta fácil y va acompañada de excusas apalancadas en lo mal que se heredaron las situaciones, algo que se sabía al aceptar pero vender ilusiones siempre es sencillo.

Estamos más cerca del final que del inicio del Gobierno, en términos de temporalidad, con más dudas y reclamos que ilusiones, por cuanto a sus muy acotadas capacidades. La demagogia cunde al grado de violentar cualquier Ley con tal de imponer su esquema. No hay fin de semana que gobernadores, funcionarios del gabinete legal y ampliado, servidores públicos que cobran sus sueldos del erario público con cargo a Bienestar, no realicen actividades de proselitismo abierto bajo las siglas de su partido o en compañía de sus candidatos estatales. Estamos a menos de dos semanas de una elección de Estado. El árbitro de la contienda, por fortuna, continuará siendo el INE y los tribunales de la materia que no están bajo el yugo de su sistema. Por ello el interés de impulsar el derrumbe del andamiaje legal que impide su entronización constante y nuestro denuedo por sostenerlo.

Vendrán nuevas andanadas de señalamiento desde la tribuna matinal en contra de quienes le decimos no a su visión imperial. Del “traidores a la patria” pasaremos al “enemigos de la democracia”, presumiblemente. Pero con los números tan deplorables en materia de economía, seguridad, atención médica o desarrollo, el desafío es sostener la única institución que no depende del Gobierno, ni de éste ni de otras siglas, que permita en dos años condiciones de equidad hacia absolutamente todos los participantes, pero más aún a los propios ciudadanos. Al hacerlo se podrá dar un cambio de rumbo, con sentido, sensatez y políticas públicas acorde a la necesidad actual, porque el problema no es cómo estamos sino que siempre se puede estar peor que hoy.

(*) Diputado federal. PRI

Nuestra realidad actual dista de ser óptima o conducirse a terrenos cercanos a ella. La inflación registrada en el mes de abril de este año alcanzó su registro más alto de los últimos 21 años, y muy a pesar de los esfuerzos de los corifeos del modelo macroeconómico de la transformación, lo peor está por venir.

En materia de seguridad, en la medianía del cuarto año de administración del Gobierno de la República, los indicadores no solamente no reflejan un México menos violento, sino que alientan comentarios que desesperadamente buscan generar resonancia social para desviar la atención, como el de la necesidad de velar por la integridad de quienes cometen delitos por considerarlos humanos igualmente. Se mancilla sin rubor la investidura más alta de la República a costa de marcar agenda en medios lanzando diariamente ideas en contrasentido global.

Una de estas fue la iniciativa de contratar profesionales de la salud de otro país, bajo el argumento de una carencia histórica de egresados del área, cuando en la práctica es por la falta de incentivos internos para generar espacios en los cuales los médicos nacionales se desempeñen con la probidad y vocación de sobra reconocida por todos. Se prefirió generar contratos sumamente lucrativos al exterior que equilibrar la tarifa salarial interna. Otra lo fue abrir veinticinco mil afiliaciones al sistema de salud para vecinos centroamericanos, cuando más del 52% de los mexicanos carecen de acceso a salud digna. Se persiste en no estar a la altura de la necesidad o expectativa social en materia de salud, uno de los muchos rubros en los que se ha reprobado groseramente ante la oferta de parecernos a naciones europeas.

Y ante estas pequeñas muestras, como en tantos y tantos ejemplos que pudiera enlistar, siempre hay una respuesta fácil y va acompañada de excusas apalancadas en lo mal que se heredaron las situaciones, algo que se sabía al aceptar pero vender ilusiones siempre es sencillo.

Estamos más cerca del final que del inicio del Gobierno, en términos de temporalidad, con más dudas y reclamos que ilusiones, por cuanto a sus muy acotadas capacidades. La demagogia cunde al grado de violentar cualquier Ley con tal de imponer su esquema. No hay fin de semana que gobernadores, funcionarios del gabinete legal y ampliado, servidores públicos que cobran sus sueldos del erario público con cargo a Bienestar, no realicen actividades de proselitismo abierto bajo las siglas de su partido o en compañía de sus candidatos estatales. Estamos a menos de dos semanas de una elección de Estado. El árbitro de la contienda, por fortuna, continuará siendo el INE y los tribunales de la materia que no están bajo el yugo de su sistema. Por ello el interés de impulsar el derrumbe del andamiaje legal que impide su entronización constante y nuestro denuedo por sostenerlo.

Vendrán nuevas andanadas de señalamiento desde la tribuna matinal en contra de quienes le decimos no a su visión imperial. Del “traidores a la patria” pasaremos al “enemigos de la democracia”, presumiblemente. Pero con los números tan deplorables en materia de economía, seguridad, atención médica o desarrollo, el desafío es sostener la única institución que no depende del Gobierno, ni de éste ni de otras siglas, que permita en dos años condiciones de equidad hacia absolutamente todos los participantes, pero más aún a los propios ciudadanos. Al hacerlo se podrá dar un cambio de rumbo, con sentido, sensatez y políticas públicas acorde a la necesidad actual, porque el problema no es cómo estamos sino que siempre se puede estar peor que hoy.

(*) Diputado federal. PRI