/ martes 19 de mayo de 2020

Ser, creer, vivir

Hace varios años leí un librito (muy grande por la profundidad de su contenido) escrito por el filósofo y experto en semiótica de la Universidad de Bolonia, Umberto Eco (1927-2012), y el cardenal jesuita, obispo de Milán, Carlo María Martini (1932-2016), titulado “¿En qué creen los que no creen?”, basado en el intercambio epistolar trimestral que ambos sostuvieron con absoluta libertad dialéctica en la revista italiana “Liberal” entre marzo de 1995 y enero de 1996. En cada epístola abordaron de manera magistral asuntos sobre el sentido último de la historia, el inicio de la vida humana y la fundamentación de la ética y la moral.

Umberto Eco fue el más grande pensador europeo de su época, mientras el cardenal, dos veces candidato al papado, era mencionado como el teólogo del diálogo y el cardenal progresista que mejor representaba a la iglesia moderna, llena de dudas y empatía con el próximo. Dos grandes eruditos dialogaron desde sus posturas ante la vida de increencia y de fe, con gran altura y respeto a las ideas del otro, sobre temas esenciales de la vida del ser humano para beneplácito del mundo intelectual de la segunda mitad de los noventa y con plena vigencia al día de hoy.

Dialogaron sin que se tratara de la verdad de cada quien, sino de la verdad a secas, uniendo sus esfuerzos para buscar esa verdad juntos, aun cuando sus posturas pudiesen parecer antagónicas. Los temas del diálogo, en lo que forma la primera y medular parte del libro, se refiere a los confines de la vida humana según el desafío tecnológico y la tradición teológica, al aborto y principio y fin de la vida humana, al sacerdocio y el papel de la mujer en el sentido de la fe, y las bases sobre las que se sustenta la ética y la moral.

El intercambio invita a la reflexión y, a la vez, a fijar una posición en el debate o a disfrutar el sentido sustancial de las ideas y sus formas de expresión. Tales disertaciones entran en la médula de los principales problemas del ser humano actual que vive tiempos de crisis, de cambios vertiginosos, de profundas dudas acerca del sentido de la vida. El propio cardenal, en una tarea bastante complicada, recapituló algunos puntos determinantes a manera de conclusión, lo que constituye la tercera parte de la obra.

El interés que despertó entre los lectores, los intelectuales, los creyentes y los no creyentes, así como la trascendencia obtenida en la prensa de Italia y Europa durante el año del intercambio entre Eco y Martini, se hizo aconsejable ampliar la discusión a otros interlocutores que se consideraron implicados en los temas y ellos fueron dos filósofos, dos periodistas y dos políticos para que sus comentarios conformaran la segunda parte del libro. Como ya dije, la Recapitulación del cardenal Martini fue la tercera parte de la obra.

No ser religioso ¿significa no creer en nada? La lógica, el libre pensamiento, la ciencia ¿llenan el vacío existencial de las personas? ¿O con qué otra esencia el hombre se siente pleno? Por otro lado el pensamiento desarrollado no se pierde en los razonamientos emocionales y poco confiables. El hombre contemporáneo hace esfuerzos por separar el sentido religioso de su vida, de los conflictos suscitados por las acciones de la burocracia eclesiástica.

gnietoa@hotmail.com

Hace varios años leí un librito (muy grande por la profundidad de su contenido) escrito por el filósofo y experto en semiótica de la Universidad de Bolonia, Umberto Eco (1927-2012), y el cardenal jesuita, obispo de Milán, Carlo María Martini (1932-2016), titulado “¿En qué creen los que no creen?”, basado en el intercambio epistolar trimestral que ambos sostuvieron con absoluta libertad dialéctica en la revista italiana “Liberal” entre marzo de 1995 y enero de 1996. En cada epístola abordaron de manera magistral asuntos sobre el sentido último de la historia, el inicio de la vida humana y la fundamentación de la ética y la moral.

Umberto Eco fue el más grande pensador europeo de su época, mientras el cardenal, dos veces candidato al papado, era mencionado como el teólogo del diálogo y el cardenal progresista que mejor representaba a la iglesia moderna, llena de dudas y empatía con el próximo. Dos grandes eruditos dialogaron desde sus posturas ante la vida de increencia y de fe, con gran altura y respeto a las ideas del otro, sobre temas esenciales de la vida del ser humano para beneplácito del mundo intelectual de la segunda mitad de los noventa y con plena vigencia al día de hoy.

Dialogaron sin que se tratara de la verdad de cada quien, sino de la verdad a secas, uniendo sus esfuerzos para buscar esa verdad juntos, aun cuando sus posturas pudiesen parecer antagónicas. Los temas del diálogo, en lo que forma la primera y medular parte del libro, se refiere a los confines de la vida humana según el desafío tecnológico y la tradición teológica, al aborto y principio y fin de la vida humana, al sacerdocio y el papel de la mujer en el sentido de la fe, y las bases sobre las que se sustenta la ética y la moral.

El intercambio invita a la reflexión y, a la vez, a fijar una posición en el debate o a disfrutar el sentido sustancial de las ideas y sus formas de expresión. Tales disertaciones entran en la médula de los principales problemas del ser humano actual que vive tiempos de crisis, de cambios vertiginosos, de profundas dudas acerca del sentido de la vida. El propio cardenal, en una tarea bastante complicada, recapituló algunos puntos determinantes a manera de conclusión, lo que constituye la tercera parte de la obra.

El interés que despertó entre los lectores, los intelectuales, los creyentes y los no creyentes, así como la trascendencia obtenida en la prensa de Italia y Europa durante el año del intercambio entre Eco y Martini, se hizo aconsejable ampliar la discusión a otros interlocutores que se consideraron implicados en los temas y ellos fueron dos filósofos, dos periodistas y dos políticos para que sus comentarios conformaran la segunda parte del libro. Como ya dije, la Recapitulación del cardenal Martini fue la tercera parte de la obra.

No ser religioso ¿significa no creer en nada? La lógica, el libre pensamiento, la ciencia ¿llenan el vacío existencial de las personas? ¿O con qué otra esencia el hombre se siente pleno? Por otro lado el pensamiento desarrollado no se pierde en los razonamientos emocionales y poco confiables. El hombre contemporáneo hace esfuerzos por separar el sentido religioso de su vida, de los conflictos suscitados por las acciones de la burocracia eclesiástica.

gnietoa@hotmail.com