/ viernes 20 de noviembre de 2020

“Si cuido a los pobres me llaman santo..."

Sin querer queriendo, López Obrador parafrasea al obispo Hélder Cámara con la frase que resume su línea política: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Y claro, el sistema (el capitalismo) que los produce ejerce su derecho hegemónico en desvirtuar el sentido de la intención y de las palabras, y darle el calificativo que más convenga a sus intereses y al momento.

En los siglos XIX y XX el comunismo fue el enemigo identificado que dejó de ser un fantasma que recorría el mundo, para convertirse en una realidad amenazante para el sistema capitalista.

La burguesía naciente fue revolucionaria frente al decadente sistema feudal. En la medida que afloraban sus contradicciones, su contrario (el proletariado) se asume como revolucionario y así “de fantasma que recorre el mundo” se convierte en una realidad amenazante para el sistema. El sistema dominante distorsiona el lenguaje, el revolucionario se convierte en sinónimo de antisocial, de delincuente, de populista (antes comunista) y de peligro para la sociedad. Por tanto, había que perseguirlos, encarcelarlos y desaparecerlos, previa campaña de denostación.

El neoliberalismo se presenta como revolucionario, moderno, creador de una nueva ideología. Que no renuncia a ser capitalista. Que exalta el individualismo y la competitividad como motores del progreso. “Es el triunfo del yo individualista y ‘revolucionario’, la economía de mercado y lo privado, frente al nosotros colectivo”.

En Estados Unidos no hay pobres, los llaman “losers” (perdedores), porque no supieron aprovechar las enormes oportunidades que ofrece el sistema. Así el pobre interioriza su culpabilidad o en el más consolador de los casos, dios así lo quiso. Es un lenguaje que no refleja la realidad. Debemos reapropiarnos del lenguaje. Hacer de los diccionarios instrumentos revolucionarios. Hacer nuestras las palabras para que digan lo que quieren los pueblos y no lo que exijan sus dueños. Sí, hay que decirlo: López Obrador es un peligro para el sistema neoliberal. El Peje es populista, promueve efectivamente una política que, por el bien de todos, primero los pobres.

Lo importante es defender el verdadero significado de las palabras. Ahora imperialismo es globalización, oportunismo, pragmatismo. Víctimas del imperialismo: países en vías de desarrollo. Capitalismo: economía de mercado o neoliberalismo. Devaluación: ajuste financiero. Al robo del dinero público se le llama “desviación de recursos”. Los grandes consorcios financieros del mundo (FMI, Banco Mundial) condicionan a los países en crisis para otorgan préstamos, que apliquen un programa de “austeridad” que consiste en recortes al presupuesto a la salud, educación, topes salariales, aumentar la edad de las jubilaciones, etc.

Cuando se presentó el proyecto de reforma a la Ley Federal del Trabajo, la titular de la Secretaría del Trabajo, la lic. Alcalde dijo que se ha considerado a la fuerza de trabajo como una mercancía. Efectivamente, así lo considera Marx, cuando analiza la fisiología de El Capital. Más adelante en su discurso habla del “mercado laboral”, que sin querer queriendo le devuelve la categoría de mercancía al trabajo; contradictorio, pues.

Considero que hay que darles el verdadero sentido y significado a las palabras, cuya satanización viene de los poderosos. Alguna vez preguntaron a John Berger: ¿Todavía eres marxista?, y contestó: “nunca ha sido tan extensa como hoy la devastación ocasionada por la búsqueda de la ganancia, según la define el capitalismo. Cómo entonces no hacerle caso a Marx, quien profetizó y analizó tal devastación. La gente, mucha gente, ha perdido sus coordenadas políticas. Sin mapa alguno no saben a dónde se dirigen”.

Así, digo yo, mientras se crea que es cuestión de moralizar a los gobiernos, que toda la corrupción, el saqueo, la pobreza, la violencia, etc., es “mérito” de gobiernos neoliberales e identificar al neoliberalismo solo con esos malos gobernantes es no tener mapa ni coordenadas políticas, porque todavía hay temor que nos etiqueten con los calificativos de los reaccionarios.

En los siglos XIX y XX el comunismo fue el enemigo identificado que dejó de ser un fantasma que recorría el mundo, para convertirse en una realidad amenazante para el sistema capitalista; hay que darles el verdadero sentido y significado a las palabras, cuya satanización viene de los poderosos.

Sin querer queriendo, López Obrador parafrasea al obispo Hélder Cámara con la frase que resume su línea política: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Y claro, el sistema (el capitalismo) que los produce ejerce su derecho hegemónico en desvirtuar el sentido de la intención y de las palabras, y darle el calificativo que más convenga a sus intereses y al momento.

En los siglos XIX y XX el comunismo fue el enemigo identificado que dejó de ser un fantasma que recorría el mundo, para convertirse en una realidad amenazante para el sistema capitalista.

La burguesía naciente fue revolucionaria frente al decadente sistema feudal. En la medida que afloraban sus contradicciones, su contrario (el proletariado) se asume como revolucionario y así “de fantasma que recorre el mundo” se convierte en una realidad amenazante para el sistema. El sistema dominante distorsiona el lenguaje, el revolucionario se convierte en sinónimo de antisocial, de delincuente, de populista (antes comunista) y de peligro para la sociedad. Por tanto, había que perseguirlos, encarcelarlos y desaparecerlos, previa campaña de denostación.

El neoliberalismo se presenta como revolucionario, moderno, creador de una nueva ideología. Que no renuncia a ser capitalista. Que exalta el individualismo y la competitividad como motores del progreso. “Es el triunfo del yo individualista y ‘revolucionario’, la economía de mercado y lo privado, frente al nosotros colectivo”.

En Estados Unidos no hay pobres, los llaman “losers” (perdedores), porque no supieron aprovechar las enormes oportunidades que ofrece el sistema. Así el pobre interioriza su culpabilidad o en el más consolador de los casos, dios así lo quiso. Es un lenguaje que no refleja la realidad. Debemos reapropiarnos del lenguaje. Hacer de los diccionarios instrumentos revolucionarios. Hacer nuestras las palabras para que digan lo que quieren los pueblos y no lo que exijan sus dueños. Sí, hay que decirlo: López Obrador es un peligro para el sistema neoliberal. El Peje es populista, promueve efectivamente una política que, por el bien de todos, primero los pobres.

Lo importante es defender el verdadero significado de las palabras. Ahora imperialismo es globalización, oportunismo, pragmatismo. Víctimas del imperialismo: países en vías de desarrollo. Capitalismo: economía de mercado o neoliberalismo. Devaluación: ajuste financiero. Al robo del dinero público se le llama “desviación de recursos”. Los grandes consorcios financieros del mundo (FMI, Banco Mundial) condicionan a los países en crisis para otorgan préstamos, que apliquen un programa de “austeridad” que consiste en recortes al presupuesto a la salud, educación, topes salariales, aumentar la edad de las jubilaciones, etc.

Cuando se presentó el proyecto de reforma a la Ley Federal del Trabajo, la titular de la Secretaría del Trabajo, la lic. Alcalde dijo que se ha considerado a la fuerza de trabajo como una mercancía. Efectivamente, así lo considera Marx, cuando analiza la fisiología de El Capital. Más adelante en su discurso habla del “mercado laboral”, que sin querer queriendo le devuelve la categoría de mercancía al trabajo; contradictorio, pues.

Considero que hay que darles el verdadero sentido y significado a las palabras, cuya satanización viene de los poderosos. Alguna vez preguntaron a John Berger: ¿Todavía eres marxista?, y contestó: “nunca ha sido tan extensa como hoy la devastación ocasionada por la búsqueda de la ganancia, según la define el capitalismo. Cómo entonces no hacerle caso a Marx, quien profetizó y analizó tal devastación. La gente, mucha gente, ha perdido sus coordenadas políticas. Sin mapa alguno no saben a dónde se dirigen”.

Así, digo yo, mientras se crea que es cuestión de moralizar a los gobiernos, que toda la corrupción, el saqueo, la pobreza, la violencia, etc., es “mérito” de gobiernos neoliberales e identificar al neoliberalismo solo con esos malos gobernantes es no tener mapa ni coordenadas políticas, porque todavía hay temor que nos etiqueten con los calificativos de los reaccionarios.

En los siglos XIX y XX el comunismo fue el enemigo identificado que dejó de ser un fantasma que recorría el mundo, para convertirse en una realidad amenazante para el sistema capitalista; hay que darles el verdadero sentido y significado a las palabras, cuya satanización viene de los poderosos.