/ viernes 24 de enero de 2020

Si le va bien a AMLO, le va bien a los mexicanos

Hace cinco centurias, el consejero político más importante de la época, Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, recomendaba a los príncipes mostrarse piadosos, fieles, humanos y rectos.

Esa sugerencia de Maquiavelo llevaba el propósito de aconsejar a los gobernantes un actuar ético, y el primer requisito para ello era cumplir sus promesas, porque de lo contrario, al engañar al pueblo, actuando con doblez y olvidando la rectitud por incumplir sus compromisos, nadie olvidará que quien engaña una vez, engaña siempre y el descrédito del gobernante será acompañado de la derrota y el ostracismo.

Son las acciones de los gobernantes, las que no admiten pretextos para justificar el incumplimiento de sus obras; por ello nadie debe creer como verdad absoluta “lo que parece ser”, pues la mayor parte de las veces la decepción aparece cuando se sabe lo que realmente son los que tienen el privilegio de gobernar un pueblo.

Los secretarios del príncipe (hoy del gabinete), deben seleccionarse por su capacidad, fidelidad y honradez, pero siempre los atributos de los funcionarios de primer nivel, deben ser en ese orden, porque si se exigiera un 90% de honradez y un 10% de preparación y experiencia, en lugar de ayudar al príncipe, con certeza serían los principales responsables de un desastre político y económico.

Desde cualquier parte se puede ver qué hay colaboradores del presidente, que piensan más en ellos que en quien les dio la oportunidad de arribar a “Grandes Ligas” en el servicio público. En ellos el gobernante nunca debe confiar, porque seguramente lo traicionarán. Maquiavelo recomendaba a los príncipes no pasar por alto y tomar distancia de los aduladores.

Los ladinos y tapeteros de la política, además de que abundan en todas partes, se vuelven más importantes que los colaboradores que verdaderamente lo son y son los primeros que al ver caído al príncipe, huyen de él, para irse a poner de tapetes con el sucesor, puesto que lo único que les importa es vivir del erario sin trabajar. La adulación empaña la inteligencia y contribuye al deterioro del príncipe.

Han surgido en los últimos meses provocadores, que ocultando su identidad, hacen escarnio del presidente López Obrador; pero la mayoría de los mexicanos deseamos que la prudencia y la inteligencia del jefe político se imponga y que sus detractores se frustren por el fracaso de sus tenebrosas críticas. No olvidar que si le va bien al presidente, le irá bien a México.

Hace cinco centurias, el consejero político más importante de la época, Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, recomendaba a los príncipes mostrarse piadosos, fieles, humanos y rectos.

Esa sugerencia de Maquiavelo llevaba el propósito de aconsejar a los gobernantes un actuar ético, y el primer requisito para ello era cumplir sus promesas, porque de lo contrario, al engañar al pueblo, actuando con doblez y olvidando la rectitud por incumplir sus compromisos, nadie olvidará que quien engaña una vez, engaña siempre y el descrédito del gobernante será acompañado de la derrota y el ostracismo.

Son las acciones de los gobernantes, las que no admiten pretextos para justificar el incumplimiento de sus obras; por ello nadie debe creer como verdad absoluta “lo que parece ser”, pues la mayor parte de las veces la decepción aparece cuando se sabe lo que realmente son los que tienen el privilegio de gobernar un pueblo.

Los secretarios del príncipe (hoy del gabinete), deben seleccionarse por su capacidad, fidelidad y honradez, pero siempre los atributos de los funcionarios de primer nivel, deben ser en ese orden, porque si se exigiera un 90% de honradez y un 10% de preparación y experiencia, en lugar de ayudar al príncipe, con certeza serían los principales responsables de un desastre político y económico.

Desde cualquier parte se puede ver qué hay colaboradores del presidente, que piensan más en ellos que en quien les dio la oportunidad de arribar a “Grandes Ligas” en el servicio público. En ellos el gobernante nunca debe confiar, porque seguramente lo traicionarán. Maquiavelo recomendaba a los príncipes no pasar por alto y tomar distancia de los aduladores.

Los ladinos y tapeteros de la política, además de que abundan en todas partes, se vuelven más importantes que los colaboradores que verdaderamente lo son y son los primeros que al ver caído al príncipe, huyen de él, para irse a poner de tapetes con el sucesor, puesto que lo único que les importa es vivir del erario sin trabajar. La adulación empaña la inteligencia y contribuye al deterioro del príncipe.

Han surgido en los últimos meses provocadores, que ocultando su identidad, hacen escarnio del presidente López Obrador; pero la mayoría de los mexicanos deseamos que la prudencia y la inteligencia del jefe político se imponga y que sus detractores se frustren por el fracaso de sus tenebrosas críticas. No olvidar que si le va bien al presidente, le irá bien a México.