/ domingo 25 de noviembre de 2018

Si no hacemos lo que pide el Espíritu, no nos quejemos de que Dios no nos habla

Cuando llegue la tentación habría que repetir de memoria las palabras del capítulo 17 del evangelio de San Lucas.

Cuando llegue la tentación, porque también nosotros, no solamente los fariseos, preguntamos cuándo será el fin del mundo, cuándo viene el reino de Dios.

De tal manera que para nosotros la respuesta de Jesucristo debería ser definitiva e incontestable. En este caso Jesucristo no responde respecto del cuándo sino más bien acerca del cómo. No cuándo va a suceder sino cómo va a suceder.

Llamo la atención respecto de esta tentación porque también nosotros somos zarandeados en nuestra fe, ya que cuando nos dicen que por allí hay milagros, cuando nos dicen que por allá hay revelaciones especiales, cuando nos dicen que allá están pasando cosas extraordinarias, eso tiende a movilizarnos olvidando la respuesta de Jesús.

Hay que grabarse sus palabras porque dice el Señor Jesús: “El reino no llega aparatosamente, no llega de manera espectacular”; es más así es como procede el anticristo.

Dice el Señor Jesús: “No se dejen llevar si les dicen que está aquí, si les dicen que está allá”; no se dejen llevar por esas versiones porque el reino de Dios llega de manera muy sutil, es más, dice Jesús, ya está entre ustedes.

Tendríamos que valorar más y hacernos más conscientes de cómo sí está llegando el reino de Dios. Somos testigos de cómo reina el mal en el mundo y cómo se propaga la maldad, los asesinatos y las injusticias.

Pero la propagación del mal en el mundo no nos debe de eclipsar de tal manera que dejemos de ver cómo el reino sí está llegando entre nosotros. Por eso tenemos que preguntarnos: ¿Quién no ha sentido en algún momento de su vida la necesidad de perdonar a alguien?, ¿quién no ha sentido ganas de perdonar después de tiempos de soberbia y orgullo?, ¿quién no ha sentido ganas de rectificar y de hacer bien las cosas?

A lo mejor en algunos casos no lo hacemos, pero uno lo siente, uno siente ese impulso no porque seamos buenas personas sino porque ahí está llegando el reino de Dios, ahí está actuando el Espíritu Santo, provocando que resurjan en nosotros precisamente esas semillas del reino de Dios.

¿Quién no ha sentido en algún momento de la vida las ganas de hacer bien las cosas? Eso también viene de lo alto y demuestra que sí está llegando el reino de Dios. Ha sucedido en algún momento de la vida por una razón que no podemos explicar, pero el Espíritu Santo llega a doblegar la soberbia y el orgullo y uno lamenta tanto el haber vivido tanto tiempo enraizados en la maldad.

Otra cosa es que uno no se deje llevar por el impulso del Espíritu Santo y deje que pase de largo esta sensación. Gracias a Dios muchos lo sienten y entonces actúan en consecuencia, muchos se dan cuenta que así nos provoca el Espíritu Santo y responden a este llamado. ¿Quién no ha sentido eso?

Por lo tanto, ahí está el reino de Dios. No esperen que alguien les diga: se está apareciendo la Virgen, que hay milagros, curaciones y revelaciones especiales en algún lugar, porque si uno se mueve por esas cosas aparatosas y espectaculares es como si no le hiciéramos caso a la respuesta de Jesús tal como aparece en el capítulo 17 del evangelio de San Lucas.

No debemos caer en esta tentación de movernos con base a las cosas espectaculares. Tenemos que valorar lo que Dios ya está haciendo por nosotros. Si algún día sienten la necesidad de perdonar ¡háganlo! Si algún día tienen ganas de hacer bien las cosas ¡háganlo! porque eso viene del cielo.

Si uno no lo hace, entonces al rato no nos quejemos de que Dios no nos habla; si uno no se deja llevar por esos impulsos del Espíritu, al rato no nos quejemos de que Dios no nos habla, de que Dios no está con nosotros. Dios llega de manera humilde e imperceptible dándose a conocer en los hechos más ordinarios de la vida. De nosotros depende el que valoremos la pedagogía divina para no dejarnos llevar por los anuncios sensacionalistas.


Cuando llegue la tentación habría que repetir de memoria las palabras del capítulo 17 del evangelio de San Lucas.

Cuando llegue la tentación, porque también nosotros, no solamente los fariseos, preguntamos cuándo será el fin del mundo, cuándo viene el reino de Dios.

De tal manera que para nosotros la respuesta de Jesucristo debería ser definitiva e incontestable. En este caso Jesucristo no responde respecto del cuándo sino más bien acerca del cómo. No cuándo va a suceder sino cómo va a suceder.

Llamo la atención respecto de esta tentación porque también nosotros somos zarandeados en nuestra fe, ya que cuando nos dicen que por allí hay milagros, cuando nos dicen que por allá hay revelaciones especiales, cuando nos dicen que allá están pasando cosas extraordinarias, eso tiende a movilizarnos olvidando la respuesta de Jesús.

Hay que grabarse sus palabras porque dice el Señor Jesús: “El reino no llega aparatosamente, no llega de manera espectacular”; es más así es como procede el anticristo.

Dice el Señor Jesús: “No se dejen llevar si les dicen que está aquí, si les dicen que está allá”; no se dejen llevar por esas versiones porque el reino de Dios llega de manera muy sutil, es más, dice Jesús, ya está entre ustedes.

Tendríamos que valorar más y hacernos más conscientes de cómo sí está llegando el reino de Dios. Somos testigos de cómo reina el mal en el mundo y cómo se propaga la maldad, los asesinatos y las injusticias.

Pero la propagación del mal en el mundo no nos debe de eclipsar de tal manera que dejemos de ver cómo el reino sí está llegando entre nosotros. Por eso tenemos que preguntarnos: ¿Quién no ha sentido en algún momento de su vida la necesidad de perdonar a alguien?, ¿quién no ha sentido ganas de perdonar después de tiempos de soberbia y orgullo?, ¿quién no ha sentido ganas de rectificar y de hacer bien las cosas?

A lo mejor en algunos casos no lo hacemos, pero uno lo siente, uno siente ese impulso no porque seamos buenas personas sino porque ahí está llegando el reino de Dios, ahí está actuando el Espíritu Santo, provocando que resurjan en nosotros precisamente esas semillas del reino de Dios.

¿Quién no ha sentido en algún momento de la vida las ganas de hacer bien las cosas? Eso también viene de lo alto y demuestra que sí está llegando el reino de Dios. Ha sucedido en algún momento de la vida por una razón que no podemos explicar, pero el Espíritu Santo llega a doblegar la soberbia y el orgullo y uno lamenta tanto el haber vivido tanto tiempo enraizados en la maldad.

Otra cosa es que uno no se deje llevar por el impulso del Espíritu Santo y deje que pase de largo esta sensación. Gracias a Dios muchos lo sienten y entonces actúan en consecuencia, muchos se dan cuenta que así nos provoca el Espíritu Santo y responden a este llamado. ¿Quién no ha sentido eso?

Por lo tanto, ahí está el reino de Dios. No esperen que alguien les diga: se está apareciendo la Virgen, que hay milagros, curaciones y revelaciones especiales en algún lugar, porque si uno se mueve por esas cosas aparatosas y espectaculares es como si no le hiciéramos caso a la respuesta de Jesús tal como aparece en el capítulo 17 del evangelio de San Lucas.

No debemos caer en esta tentación de movernos con base a las cosas espectaculares. Tenemos que valorar lo que Dios ya está haciendo por nosotros. Si algún día sienten la necesidad de perdonar ¡háganlo! Si algún día tienen ganas de hacer bien las cosas ¡háganlo! porque eso viene del cielo.

Si uno no lo hace, entonces al rato no nos quejemos de que Dios no nos habla; si uno no se deja llevar por esos impulsos del Espíritu, al rato no nos quejemos de que Dios no nos habla, de que Dios no está con nosotros. Dios llega de manera humilde e imperceptible dándose a conocer en los hechos más ordinarios de la vida. De nosotros depende el que valoremos la pedagogía divina para no dejarnos llevar por los anuncios sensacionalistas.