/ miércoles 10 de julio de 2019

Sin medio ambiente, no habrá sociedad; y todo por culpa de la Acción humana

La Organización de Naciones Unidas, define como elementos del medio ambiente, el agua, la comida, los combustibles y las materias primas junto a los factores sociales, culturales y artificiales. Los elementos naturales los encontramos simplemente volteando a nuestro alrededor, pues todos se encuentran en la naturaleza y corresponden a los agentes biológicos, físicos y químicos; de esos agentes podemos destacar los animales, las plantas, bacterias y los seres humanos. Y como elementos adicionales pero indispensables para sobrevivencia del hombre, el agua, el aire, el suelo, el subsuelo y los combustibles que hacen placentera la vida, como el gas y el petróleo.

Entre los elementos artificiales creados por el hombre, se encuentran los edificios, el alumbrado público, estacionamientos, la publicidad que incluye los anuncios desde los mas elementales, hasta los espectaculares que son iluminados con energía eléctrica. Los cambios climáticos que se vienen padeciendo en todas las regiones del mundo, obligan a asumir el compromiso de los seres humanos para que a través de las instituciones públicas y privadas, se contribuya en la conservación y mejoramiento ambiental.

La regulación ambiental ha generado efectos económicos novedosos, como el desarrollo de los biocombustibles, la generación de energía por medios alternativos, como la eólica, la que proviene de gases, de vertederos y forestales. Se incluye la fabricación de maquinaria y equipo que disminuyen los efectos contaminantes cuyos aspectos como el transporte masivo y el uso de vehículos no motorizados, han sufrido cambios en su operación, para limitar en lo posible los daños ambientales que amenazan con la destrucción de nuestro planeta.

En el ámbito del derecho no basta generar una conciencia ambientalista en la sociedad, sino que se requiere de la contribución económica de todos, como debe ser la característica esencial de los impuestos, cuya imposición resulta de carácter general y obligatorio para los miembros de la sociedad. Pero no solo eso, sino que el Estado debe atender el establecimiento de tributos, impuestos o contribuciones, voluntarios o forzosos, o contribuciones parafiscales, más el establecimiento de beneficios o incentivos para quienes se apliquen en el cuidado y protección de medio ambiente. Ya va siendo tiempo en que los tres ordenes de gobierno apliquen el principio universal que reza: “El que contamina, paga”.

La Organización de Naciones Unidas, define como elementos del medio ambiente, el agua, la comida, los combustibles y las materias primas junto a los factores sociales, culturales y artificiales. Los elementos naturales los encontramos simplemente volteando a nuestro alrededor, pues todos se encuentran en la naturaleza y corresponden a los agentes biológicos, físicos y químicos; de esos agentes podemos destacar los animales, las plantas, bacterias y los seres humanos. Y como elementos adicionales pero indispensables para sobrevivencia del hombre, el agua, el aire, el suelo, el subsuelo y los combustibles que hacen placentera la vida, como el gas y el petróleo.

Entre los elementos artificiales creados por el hombre, se encuentran los edificios, el alumbrado público, estacionamientos, la publicidad que incluye los anuncios desde los mas elementales, hasta los espectaculares que son iluminados con energía eléctrica. Los cambios climáticos que se vienen padeciendo en todas las regiones del mundo, obligan a asumir el compromiso de los seres humanos para que a través de las instituciones públicas y privadas, se contribuya en la conservación y mejoramiento ambiental.

La regulación ambiental ha generado efectos económicos novedosos, como el desarrollo de los biocombustibles, la generación de energía por medios alternativos, como la eólica, la que proviene de gases, de vertederos y forestales. Se incluye la fabricación de maquinaria y equipo que disminuyen los efectos contaminantes cuyos aspectos como el transporte masivo y el uso de vehículos no motorizados, han sufrido cambios en su operación, para limitar en lo posible los daños ambientales que amenazan con la destrucción de nuestro planeta.

En el ámbito del derecho no basta generar una conciencia ambientalista en la sociedad, sino que se requiere de la contribución económica de todos, como debe ser la característica esencial de los impuestos, cuya imposición resulta de carácter general y obligatorio para los miembros de la sociedad. Pero no solo eso, sino que el Estado debe atender el establecimiento de tributos, impuestos o contribuciones, voluntarios o forzosos, o contribuciones parafiscales, más el establecimiento de beneficios o incentivos para quienes se apliquen en el cuidado y protección de medio ambiente. Ya va siendo tiempo en que los tres ordenes de gobierno apliquen el principio universal que reza: “El que contamina, paga”.