/ viernes 8 de octubre de 2021

Supremo bien y única satisfacción

A lo largo de la vida vamos experimentando muchas cosas buenas. Realidades que alegran nuestro corazón y nos hacen anhelar cada vez más el bien.

Sin embargo, todos los bienes que vamos experimentando y anhelando encienden en nosotros, cada vez más y con mayor pasión, el deseo de un bien que está más allá de los placeres efímeros y pasajeros que vamos sintiendo. Nuestro corazón sólo encuentra disfrute en el Bien por excelencia. Dios es el sumo bien. El bien por antonomasia y, sólo en Él, encuentra descanso nuestro corazón inquieto. Tan grande es el corazón humano que corre apresuradamente buscando la hermosura antigua y nueva en la única que puede encontrar el descanso.

Podríamos pensar, desde una mirada voluntarista, que somos nosotros, con nuestros esfuerzos y estrategias los que buscamos el bien, incluso que somos nosotros los que lo alcanzamos y llenarnos, por eso, de la soberbia gloriosa que brota después de haber conseguido un resultado. Sin embargo, y por paradójico que resulte, es el bien el que nos anda buscando y no cesa hasta encontrarnos, “Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha” (CatIC 30).

Para que podamos tener la experiencia existencial del bien y dejarnos envolver por la belleza que nos rodea y nos grita de muchas maneras, con sinfonías muy delicadas, es necesario tener la capacidad de asombrarnos ante las expresiones de la hermosura que está por todos lados, esperando encantarnos y tocarnos. Para esto es necesario suplicarle al Señor que nos abra los ojos para que podamos descubrir sus huellas en toda la Creación. En este sentido, tener la sensibilidad para descubrir el modo en el que el Bien nos busca siempre y sin descanso, es don y sabiduría de lo alto. También es don de Dios descubrir que Él nos está buscando.

Sólo en Dios puede descansar nuestra alma, pues al haber sido tejidos en las manos amorosas de un Dios que nos ama con una ternura especial no podemos alcanzar nuestra realización con tan poco. Por eso, el ser humano sólo puede descansar en las manos amorosas de Dios que nos ama con especial delicadeza. Las satisfacciones que vamos experimentando en la vida nos dejan un sabor de necesidad, pues siempre buscamos el más y mejor, que se encuentra sólo en Dios. En este sentido, es preciso ir, venderlo todo, entregárselo a los pobres y volver para seguir al Señor, el único lugar donde se encuentra en Bien y la Satisfacción.

A lo largo de la vida vamos experimentando muchas cosas buenas. Realidades que alegran nuestro corazón y nos hacen anhelar cada vez más el bien.

Sin embargo, todos los bienes que vamos experimentando y anhelando encienden en nosotros, cada vez más y con mayor pasión, el deseo de un bien que está más allá de los placeres efímeros y pasajeros que vamos sintiendo. Nuestro corazón sólo encuentra disfrute en el Bien por excelencia. Dios es el sumo bien. El bien por antonomasia y, sólo en Él, encuentra descanso nuestro corazón inquieto. Tan grande es el corazón humano que corre apresuradamente buscando la hermosura antigua y nueva en la única que puede encontrar el descanso.

Podríamos pensar, desde una mirada voluntarista, que somos nosotros, con nuestros esfuerzos y estrategias los que buscamos el bien, incluso que somos nosotros los que lo alcanzamos y llenarnos, por eso, de la soberbia gloriosa que brota después de haber conseguido un resultado. Sin embargo, y por paradójico que resulte, es el bien el que nos anda buscando y no cesa hasta encontrarnos, “Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha” (CatIC 30).

Para que podamos tener la experiencia existencial del bien y dejarnos envolver por la belleza que nos rodea y nos grita de muchas maneras, con sinfonías muy delicadas, es necesario tener la capacidad de asombrarnos ante las expresiones de la hermosura que está por todos lados, esperando encantarnos y tocarnos. Para esto es necesario suplicarle al Señor que nos abra los ojos para que podamos descubrir sus huellas en toda la Creación. En este sentido, tener la sensibilidad para descubrir el modo en el que el Bien nos busca siempre y sin descanso, es don y sabiduría de lo alto. También es don de Dios descubrir que Él nos está buscando.

Sólo en Dios puede descansar nuestra alma, pues al haber sido tejidos en las manos amorosas de un Dios que nos ama con una ternura especial no podemos alcanzar nuestra realización con tan poco. Por eso, el ser humano sólo puede descansar en las manos amorosas de Dios que nos ama con especial delicadeza. Las satisfacciones que vamos experimentando en la vida nos dejan un sabor de necesidad, pues siempre buscamos el más y mejor, que se encuentra sólo en Dios. En este sentido, es preciso ir, venderlo todo, entregárselo a los pobres y volver para seguir al Señor, el único lugar donde se encuentra en Bien y la Satisfacción.